Solo déjame hablar contigo:

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Era miércoles, y Riley había dejado a los mellizos en su zona segura, un corral en la sala donde podían jugar sin preocupaciones. Después de la tensa conversación con Valentina el lunes, sentía que la atmósfera en la casa era densa y pesada.

La puerta de la habitación de Valentina estaba entreabierta. Al abrirla, Riley se encontró con la morena sentada en la cama, visiblemente agotada. Valentina había pasado la mayor parte del tiempo encerrada en el hospital, dedicando cada minuto a su trabajo como doctora. La mirada de ambas se encontró, y un silencio incómodo se instaló entre ellas.

Hola —dijo Riley, su tono seco y frío.

Hola —respondió Valentina con la misma indiferencia.

El ambiente estaba cargado de emociones no expresadas. Ambas sabían que debían hablar, pero el miedo al conflicto las mantenía distantes. Riley sintió que la impotencia la consumía. No podía seguir así.

No quiero pelear, pero… no puedo seguir ignorando lo que está pasando —dijo Riley, sintiendo cómo su voz se quebraba—. Estás ausente, Val. Los niños te extrañan. ¿No lo ves?--

Valentina bajó la mirada, sintiendo el reproche en sus palabras. —Lo sé, pero… he estado tratando de hacer lo mejor que puedo aquí. El trabajo es lo único que me ayuda a no pensar en todo lo demás.--

¿Eso es realmente suficiente? —exclamó Riley, su frustración acumulándose—. Te estás perdiendo lo más importante. Mateo y los mellizos necesitan a su hermana. No puedes seguir huyendo de tus responsabilidades.--

El silencio entre ellas se volvió más tenso. Valentina se mordió el labio, sabiendo que tenía razón, pero no sabía cómo explicarlo. —No es tan simple, Riley. Estoy lidiando con tantas cosas y a veces siento que no tengo fuerzas para ser quien ellos necesitan.---

Riley dio un paso adelante, su tono se volvió más suave, pero firme. —No puedes encerrarte en ese hospital. Tienes que enfrentar tu dolor. Estás haciendo esto más difícil de lo que debería ser.--

Valentina sintió que las palabras de Riley la atravesaban. La culpa comenzó a acumularse en su pecho. —He estado huyendo de la verdad. No puedo soportar la idea de perderte también, así que decidí evitar mis sentimientos.--

Las palabras de Valentina la golpearon, y Riley sintió el dolor de la confesión. —No puedes seguir huyendo, Val. No solo de mí, sino de lo que sientes. Estás lastimando a todos.--

Valentina dio un paso atrás, abrumada por la vulnerabilidad de la situación. —No sé cómo lidiar con esto. Tengo miedo de lo que eso significaría para nosotras y para los niños.--

—¿Y tú crees que yo no tengo miedo? —respondió Riley, su voz temblando—. Pero no quiero seguir guardando esto. No quiero perderte porque huyas de lo que sientes. Necesito que seas honesta conmigo, por favor.--

Las palabras quedaron flotando en el aire. Valentina sintió cómo las lágrimas amenazaban con brotar. —No sabía cómo enfrentarlo, cómo ser la hermana que ellos necesitan y al mismo tiempo enfrentar lo que siento por ti. Así que… simplemente lo ignoré.--

Riley se acercó, su mirada fija en los ojos de Valentina. —Val, esto es importante. No quiero ser solo la niñera de los mellizos o la amiga "especial " que se queda en un segundo plano. Quiero ser más. Quiero que tú también lo quieras.--

Valentina, sintiéndose completamente expuesta, dio un paso hacia adelante. —Quiero intentarlo, pero estoy asustada. Estoy asustada de que esto cambie todo y de que no seamos capaces de manejarlo.--

En un momento de tensión, ambas se inclinaron hacia adelante, compartiendo un beso que, aunque breve, estaba cargado de significado y deseo. Al separarse, el aire parecía más ligero, pero el peso de lo que acababan de hacer también se hizo evidente.

Esto es complicado —murmuró Valentina, su voz temblando ligeramente.

Lo sé —respondió Riley—, pero ahora podemos ser honestas. No quiero que esto cambie todo, pero tampoco quiero seguir sintiéndome así.--

Valentina asintió, sintiendo que había un camino a seguir, aunque espinoso. —Quiero intentarlo, pero necesitamos ser honestas entre nosotras, enfrentar nuestros miedos. No puedo hacer esto sola.--

Y yo tampoco —dijo Riley, su voz firme—. Vamos a hacerlo juntas, por nosotros y por los niños. Pero no prometo que sea fácil.--

Ambas sonrieron, un gesto que contenía esperanza, pero también la conciencia de que aún les quedaba un largo camino por recorrer. En ese instante, se sintieron un poco más fuertes, listas para enfrentar lo que viniera.

Fragmentos del alma (RileyxVal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora