La cita y nuevas relaciones:

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Riley estaba de pie fuera del edificio, donde muñecos animados de Pixar decoraban las ventanas con sonrisas exageradas y colores vivos. Mateo, usualmente tan inquieto y sonriente, permanecía inmóvil, con los ojitos llorosos y la boca formando un puchero. Agarraba con fuerza su mochila, apretándola contra el pecho como si eso pudiera hacerlo sentir más seguro.

Val dijo que vendría por mí —sollozó, su vocecita temblando mientras miraba a Riley con ojos grandes y húmedos. Se restregó una mano contra la cara, intentando borrar las lágrimas que empezaban a caer.

Riley sintió un nudo en el estómago. Se agachó a su altura y le puso una mano en el hombro, tratando de reconfortarlo.

Val está en el trabajo —respondió suavemente—. Ocurrió algo muy grave, pero prometió que vendría a verte en cuanto pueda.--

Mateo negó con la cabeza y, en un impulso, dio una patada al suelo como si quisiera liberar la frustración —¡No! —exclamó con un tono que mezclaba enojo y tristeza—. Mamá y papá siempre estaban a mi lado. ¡Siempre!--

El niño se llevó ambas manos a la cara, soltando un llanto más fuerte. Su pequeño cuerpo se estremecía con cada sollozo, y Riley sintió cómo el peso de sus palabras la golpeaba profundamente. Quería consolarlo, pero sabía que no había forma de reemplazar lo que él realmente necesitaba.

Se inclinó un poco más y lo abrazó con cuidado, dándole un apretón suave.

—Lo sé, Mateo —murmuró—. Sé que los extrañas mucho  Ella va a estar aquí pronto, lo prometo.-- Mateo siguió llorando, aferrándose al cuello de Riley como si fuera un salvavidas, mientras sus lágrimas mojaban su camiseta.
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Jordan y Valentina habían salido del hospital a las 8 de la noche, ambos con el ánimo por los suelos. Jordan, molesto porque le seguían asignando responsabilidades sin ser médico oficial, y Valentina, con la culpa encima por no haber llegado a tiempo para recoger a Mateo.

Oye, ¿por qué no nos tomamos algo? —propuso Jordan, estirándose con ganas de sacudirse el cansancio del día.

Valentina revisó su teléfono con rapidez. —Jordan, no puedo. Los niños están en casa y...--

Vamos, mujer. Un café no nos va a matar. Riley puede aguantar un rato más, la casa no se va a incendiar —insistió Jordan, llevándola sin preguntar hacia una cafetería japonesa llena de gatos perezosos.

Valentina lo siguió, todavía algo reacia. —Está bien, solo un café. Y en menos de cuarenta minutos estamos fuera, ¿vale? Mateo me va a colgar si llego tarde.--

Jordan esbozó una sonrisa relajada. —Sí, sí, lo que tú digas. Pero baja la guardia un poco, hace años que no salimos. Además, ya casi me considero de la familia. ¿Soy el tío adoptivo o el papá suplente?---

Por favor, no te subas el ego. Eres solo el amigo raro de su hermana —bromeó Valentina, rodando los ojos.

¿Raro? —Jordan se llevó una mano al pecho, fingiendo indignación—. ¿Raro por enseñarles a cazar Pokémon o por ser el tipo que siempre trae helado?--

Por lo segundo, definitivamente —respondió ella, acomodándose en una silla—. Mateo ya empieza a negociar el postre como un profesional.--

Y le sale bien, no te voy a mentir —dijo Jordan, encogiéndose de hombros—. “El helado es medicina para el alma”, eso me soltó la última vez. Con esa cara de angelito, ¿quién le dice que no?--

Fragmentos del alma (RileyxVal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora