II Subcapítulo: La historia de Nova

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Nova siempre había sentido que el mundo le debía algo más. Desde pequeña, sus sueños parecían no encajar con la realidad que la rodeaba. Crecer en un hogar humilde, con su madre trabajando incansablemente como guía turística, le enseñó el valor del esfuerzo, pero también le dejó una sensación de insatisfacción constante. La ausencia de su padre, un hombre al que jamás conoció y del que Clara, su madre, evitaba hablar, la acompañaba como una sombra. Ese vacío la empujaba a buscar el amor y la aprobación de los hombres, como si llenar ese espacio pudiera sanar la herida que llevaba desde la infancia.

Durante su juventud, Nova fue una chica que disfrutaba del romance pasajero. Los amigos con derecho y las relaciones efímeras llenaban su vida, pero con cada historia de amor que se desvanecía, sentía cómo su alma se marchitaba, como una flor en medio de un desierto que anhelaba una gota de agua para seguir viva. Cada vez que entregaba su corazón, terminaba rota, convencida de que el amor verdadero solo existía en las películas.

No conocía de detalles románticos como rosas, peluches, cartas o serenatas. Para ella, esos gestos eran ajenos, distantes. En su mundo, siempre había sido vista como un trofeo, admirada por su belleza exterior, pero nunca por lo que escondía en su interior. Aunque muchos hombres la buscaban, ninguno parecía realmente interesado en conocer quién era en realidad. Nova, a pesar de todo el interés que generaba, se sentía vacía. Con el tiempo, empezó a creer que jamás sería amada por lo que era, solo por lo que aparentaba.

Y entonces llegó Bran. Él fue distinto, o al menos eso quiso creer al principio. Con su actitud arrogante y su vida caótica, Bran parecía ofrecerle algo diferente, algo que nunca había sentido antes. No era solo el deseo; Bran la hacía sentir especial, importante. Para Nova, él representaba una puerta de escape de la monotonía, de esa vida gris que tanto le pesaba. A pesar de las señales de advertencia, las ignoró. Se enamoró profundamente, con una intensidad que la consumía, casi hasta el punto de la obsesión.

Bran le ofrecía una vida llena de adrenalina y emoción, noches que se perdían en fiestas, luces brillantes y caos. Durante un tiempo, esa vida la hacía sentirse viva, como si todo el vacío de su interior pudiera llenarse con la emoción del momento. Pero, con el paso de los días, Nova comenzó a darse cuenta de que su relación con Bran era tóxica. Él no solo la quería; quería controlarla. La hacía sentir que debía ser solo para él, dictando cómo debía vestirse, con quién podía hablar y qué debía hacer. A pesar de todo, Nova se aferraba a él con miedo. El temor de perderlo la paralizaba, convencida de que no habría nadie más como él.

Aquella noche, sin embargo, algo cambió. Madrid se preparaba para la Navidad, y las calles brillaban con luces festivas. El gigantesco árbol en la Plaza del Sol era un recordatorio de lo que más amaba: la Navidad, ese espíritu de esperanza y renovación que la había acompañado desde niña. Pero, en los últimos tiempos, esa sensación se había desvanecido entre las sombras de su vida con Bran.

"Quiero salir un rato, Bran. Ver las luces, el árbol en la plaza. Necesito tomar aire", escribió en un mensaje, mientras terminaba su turno en el restaurante. Quería huir, aunque fuera solo por un momento, de la sensación de asfixia que la envolvía cada vez que estaba con él. Las luces navideñas y el aire frío de Madrid ofrecían la promesa de algo mejor.

La respuesta de Bran llegó al instante:

Bran: "¿Salir? ¿A dónde? Ya sabes lo que pienso de esas cosas, Nova. Si quieres aire, ve a la terraza de tu casa."

Nova: "Es solo el árbol, Bran. Siempre me ha gustado la Navidad. Quiero caminar un poco, sola."

Bran: "¿Sola? ¿Por qué sola? Siempre inventas excusas. Es solo un árbol, Nova. No entiendo por qué te empeñas en hacer cosas tan estúpidas. Ya sabes que no tengo tiempo para tonterías."

Nova: "No es una tontería para mí. Solo quiero salir. Me hace bien."

Bran: "¿Y a mí? ¿Me hace bien que me dejes solo en casa? Mira, si tanto quieres aire, nos vemos en el bar después, con los chicos. Deja el maldito árbol y vente, que ahí te espero."

Ese mensaje fue un punto de inflexión. Nova cerró los ojos, respirando hondo. Sabía que cada palabra de Bran era un intento de controlarla, de mantenerla atrapada en su mundo. Pero esa noche, algo dentro de ella se rebelaba. La Navidad siempre había sido su refugio, un momento para soñar con una vida diferente, más plena. Esa noche, no quería más caos ni fiestas. Solo quería paz.

Guardó su móvil y salió del restaurante, sintiendo que estaba tomando una decisión pequeña pero crucial. "Esto no es solo una salida, es una forma de recordar quién soy," pensó mientras caminaba por las calles frías de Madrid. A su alrededor, el brillo de las luces navideñas iluminaba las aceras, y pequeños detalles comenzaban a reconectar a Nova con su amor por la Navidad: el sonido de los villancicos de fondo, el olor a castañas asadas en un carrito cercano, y las sonrisas de los transeúntes. "Esto es lo que amo," pensó. "La simpleza de la Navidad, la ilusión."

Al llegar a la Plaza del Sol, el enorme árbol iluminado con miles de luces la recibió como un faro en medio de su oscuridad. "Aquí es donde siempre quise estar," se dijo a sí misma. Para Nova, la Navidad siempre había sido el símbolo de un nuevo comienzo, pero hasta ese momento, no había experimentado nada que le diera esa certeza.

Mientras se preparaba para volver al restaurante, un cliente solitario captó su atención. Sentado cerca de la ventana, observaba en silencio, ajeno al bullicio que lo rodeaba. Mientras todos los demás reían y conversaban, él permanecía tranquilo, sereno. Nova no pudo evitar sentir curiosidad.

Se acercó a su mesa con una sonrisa que intentaba disimular su propia turbulencia interior. "¿Algo más?", preguntó, su voz sonando más ligera de lo que realmente se sentía. Él levantó la mirada, y por un instante, sus ojos se encontraron. Fue breve, pero en ese segundo, Nova sintió que alguien, por primera vez en mucho tiempo, realmente la veía. No como el trofeo que otros veían, sino como una persona.

Él no dijo mucho, solo una respuesta sencilla antes de volver a mirar por la ventana. Pero ese pequeño intercambio quedó grabado en la mente de Nova. Mientras seguía atendiendo otras mesas, no pudo dejar de pensar en él. Había algo en su calma, en su forma de estar en el mundo, que la hizo cuestionarse aún más sobre la vida que llevaba. "¿Por qué me aferro tanto a Bran?" se preguntó. A pesar de ser un encuentro fugaz, Nova sintió que ese hombre representaba algo diferente, algo que no podía entender aún, pero que la hizo sentir, por primera vez en mucho tiempo, que algo dentro de ella también podía cambiar.

OSCURIDAD NOCTURNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora