4. La furia en acción

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Cuando Adela se encierra en su habitación no sabe que más hacer, su cuerpo estaba reaccionando cada vez con más fuerza cada vez que lo veía a Demián.

Ella no sabía nada acerca de la atracción física y sexual, le habían inculcado que únicamente entre un hombre y una mujer o había amor o nada.

Se decía a sí misma que no podía ser amor, no por él, ni siquiera lo conocía, además era el hijo de su jefa, es decir por más que estuvieran casados legalmente no dejaba de ser una farsa, era solo un trabajo para ella.

Tenía que empezar a controlarse para que no vuelva a suceder.

Por otro lado Demián que notó su rostro ruborizarse y los ojos deseosos de la jóven se había dado cuenta que ella quería algo con él, pero aún no estaba listo para estar con nadie, así que ella se tendrá que quedar con las ganas, pensaba.

Días después

Era denso el ambiente en la mansión, las únicas conversaciones que se oían era la de Aurora con la mucama y la niñera, Adela se lo pasaba encerrada en su cuarto al pendiente de las niñas a través de las notas que le pasaban por debajo de la puerta.

Todos los días se acercaba a las bebés cuando las veía solas en su habitación, le gustaba pasar para estar con ellas un ratito, las acariciaba, les cantaba y después se regresaba a su cuarto.

Demián seguía igual que siempre, su actitud era insoportable, parecía muerto en vida a veces.

En el pasillo solían encontrarse pero siempre terminaban en  discusiones, si no era por una cosa, era por otra.

— ¿Oye que te pasa? Mira por donde vas. — Le dice ella de mala manera, porque él de lo borracho que estaba se la había llevado por delante.

— Oye, fíjate tú, ésta es mi casa, yo puedo andar por donde se me pegue la gana.

— La casa ésta no es tuya, es de tu mamá. — Le dice ella haciéndolo enojar aún más.

— Mira pendeja, más te vale que no te vuelvas a cruzar en mi camino. — La acorrala él contra la pared, haciendo que ésta se incomode.

— Ya déjame en paz, hueles asqueroso a eso que tomas todo el tiempo. ¿Qué no te cansas? Siempre es lo mismo contigo, me tienes harta.

— No es tu asunto, después de todo, así te gusto ¿Verdad?. — Le dice él haciendo que ésta se sonroje aún más.

— No sé de qué hablas, tú a mí no me gustas, es más, hasta me resultas patético.

— Tu cuerpo habla por tí nena, apuesto a que ahora mismo estás caliente por mí y me tienes ganas. — Le dice llevando una de sus manos hacia la intimidad de ella a través del pantalón haciendo que ella se estremezca aún más.

— Basta por favor. — Le pide ella con la respiración agitada viendo hacia otro lado.

— Te lo dije, te mueres porque algún día te coja. — Le dice él con tono triunfante mientras se aleja viéndola, ella seguía sin querer verlo a los ojos, estaba un tanto incrédula y avergonzada.

Cuando nota que la presencia de él ya no está en el pasillo, aprovecha y se va corriendo a su cuarto, otra vez no pudo controlarse, no entendía como alguien repugnante como él, hacía que se estremezca así, admitía que le gustaba tenerlo cerca, que la toque, pero no se lo podía permitir, estaba mal.

Cuando tocan la puerta Adela sale de sus pensamientos, era la mucama.

— Adela, la abuela de las niñas está en la sala esperando para visitar a las bebés. Vino sin previo aviso ¿Qué le digo?

— Dame un momento, decile que enseguida bajo, antes pasa por la habitación de Demián, explícale que por favor no salga si aún no está en condiciones por la borrachera y si lo tienes que encerrar con llave mejor.

Era el momento de actuar por primera vez para lo que la habían contratado, el plan que había estado preparando todos esos días tenía que salir a la perfección para que Leonor esté satisfecha, no podía haber errores.

A los pocos minutos baja por la escalera principal vestida con una de las prendas finas que le había comprado Leonor para esas ocasiones con Mili en brazos y a su lado bajaba con ella la niñera quién sostenía a Candy de igual modo.

— Que tal buen día, mi nombre es Adela, soy la nueva esposa de Demián, él se encuentra en la recámara descansando, aquí están sus hermosas nietas, puede estar con ellas en cualquier parte de la casa, donde usted se sienta más cómoda. — Le dice ella con una mirada relajada y sonriente como si de verdad fuera la señora de la casa.

La señora sin saludarla, la mira de arriba hacia abajo con total soberbia, a Adela no le importaba, a ella solo le pagaban para fingir el papel, no para que la acepten ni mucho menos para que la quieran.

En la vida había aprendido a mantenerse en el lugar que le correspondía y no pretender nada de los demás, aún así si tenía que ser descarada, todo lo contrario a lo que le habían enseñado en el hogar, según ellos nunca podría ni siquiera mentir, entre otras cosas que aprendió aparte.

Adela puso a las bebés en la carriola doble con ayuda de la niñera, se la entregaron a la señora y ésta salía en dirección al jardín pidiendo que le lleven un refresco.

Adela fue a prepararse un café en lo que estaba al pendiente de las niñas con su abuela observando a través del cristal.

Más tarde después de que se fue la señora, Adela se relajó, llamó a Leonor para informarle que todo había salido a la perfección, según ella, más allá de que la agarró desprevenida por ir sin avisar.

Lo hizo a propósito, seguramente nunca se creyó que Demián se volvió a casar, espero que ahora no insista con quitarle la custodia, muchas gracias por haber actuado, las próximas veces tiene que ser así.

Dos meses después

Todo seguía igual en la mansión, excepto que Adela estaba mucho más con las niñas desde que había notado que la niñera diurna descuidaba su trabajo, eso le molestaba demasiado.

Le había informado a Leonor, así que estaban tratando de ubicar a otra niñera que sea además de discreta, responsable en su labor.

A Adela también la irritaba pelear todo el tiempo con Demián que seguía con esa actitud, estaba cansada de que a nadie le importaba nada.

Acababa de hacer dormir a las niñas cuando sintió la puerta de entrada, era Demián, otra vez borracho y encima entró a los gritos, esa fue la gota que derramó el vaso, había colmado la paciencia de Adela.

Entonces la jóven bajó la escalera hecha una furia, sentía que Demián andaba por la cocina, así que se dirigió a él de manera brusca, lo tomó del brazo para girarlo, éste la mira sin entender, no le da tiempo a preguntarle que le pasa porque ésta le pega una cachetada.

— Me tienes harta, termina ya de hacer todo ésto que haces. ¿Acaso no te da vergüenza?

— ¿Y a tí que te molesta? ¿Estás ardida porque aún no te he cojido?. — Ella lo mira incrédula, por supuesto que no se refería a eso, pero él que iba a saber si nunca estaba sobrio ni despierto.

— Me molesta porque no estás nunca, ésto en vez de ser una casa parece un hotel para tí, solo duermes, comes y te bañas, ya no puedes seguir así.

— ¿Estás caliente ahora? Para tu suerte yo también y te puedo dar gusto de cogerte en éste momento si quiéres. — Demián estaba totalmente ido, ni siquiera sabía lo que decía, sólo se dejaba llevar por la bronca de la situación, no tenía ganas de que nadie le diga lo que debía hacer con su vida.

Entonces la toma con una mano por la espalda baja atrayéndola hacia él y con la otra de la nuca uniendo ambos labios, comiéndole la boca con deseo, después del beso seco que habían tenido el día de la boda civil, ésta era la primera vez que se besaban de esa manera, ella le correspondía de igual modo, volviendo a manifestar exactamente los mismos síntomas de siempre pero multiplicado por tres.














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