7. Decisiones incómodas

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La música infantil resonaba a lo lejos desde los parlantes, Leonor se queda impactada con la petición de Adela.

— Adela no es momento de hablar de eso, es el cumpleaños de mi nieta, pero te prometo que después vamos a pensar bien y llegaremos a un acuerdo, ahora por favor tranquilízate, que nadie te vea en ese estado.

Desde un ángulo no muy lejano Demián veía que su madre cotilleaba en un rincón del parque con Adela, por la expresión corporal de ésta última no era nada agradable, entonces decide seguirla hacia el baño a donde se dirigía.

Adela en cuanto cierra la puerta, nota que ésta se abre automáticamente, no le da tiempo a decir que estaba ocupado cuando ve que es Demián, verlo ahí la paraliza.

— ¿Qué sucede?.—Pregunta él en tono preocupado, moría por besarla en ese momento, pero se había prometido no volverlo a intentar, entonces retracta de su mente ese pensamiento.

— No es nada, me sentí un poco mareada, pero ya estoy bien, enseguida regreso. — Ella se ahogaba en su propia respiración, aún temblaba por el deseo que la consumía de que él la vuelva a besar como solía hacerlo hace unos meses atrás, pero era conciente que no era el momento ni lugar.

Demián asiente con la cabeza aunque no le creía del todo de que se sentía mejor, sabía que aún algo malo le pasaba, pero decide respetar su palabra y se va a la fiesta.

Un mes después

Leonor y Adela se encontraban conversando acerca del divorcio en la sala de estar que se encontraba detrás del jardín principal de la casa.

— ¿Entonces ya que estoy divorciada, voy a ir a empacar ahora mismo para irme cuanto antes.

— Adela, estuve de acuerdo con el divorcio a lo que Demián se logró recuperar de su depresión, admito que nunca creí que fuera tan pronto, pero no es necesario que te vayas, aquí puedes quedarte hasta que encuentres otro trabajo, te estabilices económicamente y así poder vivir en un lugar más cómodo.

— No Leonor, te agradezco por todo, pero a lo que no he tenido grandes gastos tengo muchos ahorros y puedo pagar la pensión en la que estaba, tampoco es necesario que me sigas pagando el salario a partir de ahora.

Leonor asiente y manda a llamar a Demián con la mucama para informarle los últimos detalles, a éste le impacta la noticia, por un lado prefería que se fuera para no agonizar cada vez que la veía cerca y tener que contenerse de besarla pero a la vez sentía puñaladas en el pecho de solo pensar en no volver a verla.

Cuando firmó las hojas correspondientes no le había temblado el pulso porque no era conciente del impacto que tendría después, pero ahora que ya había llegado el momento no estaba tan seguro de dejarla ir.

Adela también sentía morir por los mismos motivos, además porque extrañaría demasiado a las niñas, se había encariñado tanto con ellas, le dolía abandonarlas, pensaba que tal vez ni se darían cuenta y dentro de unos meses no la recordarían, tampoco quería pensar demasiado en eso para no romperse ni arrepentirse.

Dejó a Leonor a solas con Demián, ya que no veía que fuera necesario estar con ellos, aprovechó a ir empacando algunas de sus pertenencias, por lo menos lo que no estaba usando con ese clima.

Más tarde ve por la gran ventana que Leonor se iba de la mansión, al siguiente instante siente que golpean a su puerta.

— Sí, pasa Lalita. — Se sorprende cuando se abre la puerta y quien entra era Demián, habían pasado demasiados meses que no la buscaba en su cuarto, realmente no esperaba que fuera él, su cuerpo se tensa, su respiración se entrecorta, entonces traga saliva.

— ¿Y te vas a ir así sin más? .— Le pregunta él en forma de reclamo.

— Es lo que debo, mi función aquí ya cumplió su ciclo, tu estás bien para cuidar de tus hijas. — Le dice viendo hacia otro lado buscando en las cajoneras, le dolía tocar el tema de las niñas en lo más profundo de su corazón, no quería que él lo notara.

— ¿Estás segura de que son sólo mías?. — Le dice él con una leve cristalización en los ojos y la voz temblorosa. Ella seguía sin poder verlo.

— No sé a qué te refieres..— Le dice ella en un tono apenas audible.

— Cuando llegaste a ésta casa te tomaste atribuciones que no te correspondían, una de esas era estar con las niñas, de eso se tenía que encargar la niñera de turno, creaste un vínculo con ellas y ahora van a sufrir tu partida, te siguen a tí como si realmente fueras su madre.

Adela se rompe a llorar, pensaba en lo que había sentido toda su vida por el abandono de su propia familia, le dolía pensar que el día de mañana las niñas sepan que ella hizo lo mismo.

— No sé que es lo que sugieres, yo aquí siento que estoy de más. — Le dice ésta vez viéndolo a los ojos con el rostro empañado de lágrimas.

— Que tienes mi consentimiento para seguir viviendo aquí para poder estar con ellas, ni siquiera es necesario que busques un trabajo, aquí no te va faltar nada, sé que adoras pasar tiempo con las pequeñas, te he estado observando.

Adela se sorprende de sus palabras, no se esperaba todo eso y es que tenía toda la razón, esas niñas eran todo para ella, amaba compartir momentos con ellas, eran su refugio, más allá de que siempre estaba triste porque él la ignoraba, pero esas pequeñas hacían que se olvidara de todo.

Ella asintió con la cabeza aceptando quedarse, ni siquiera sabía el por qué, en el fondo no estaba segura si era lo correcto o no, lo hacía solo por las niñas, por ellas tenía que aguantar lo que viniera por delante, al menos internarlo.

Demián tampoco sabía lo que hacía ni por qué, tuvo la oportunidad de que se fuera para no seguir viéndola con ese deseo que lo carcomía por dentro, pero sentía que era injusto que se fuera dejando a las niñas, hubiera sido mejor que las visitara mientras él trabajaba, pero la realidad es que no estaba seguro de querer dejarla ir.

Adela sintió ahogarse nuevamente cuando Demián se fue de la habitación cerrando la puerta detrás de él.

No sabía como iba a hacer para seguir conviviendo en esa casa teniéndolo tan cerca y a la vez alejado, la angustia la exasperaba.

Semanas después

Adela al notar que todo seguía igual entre ellos, entonces se le ocurrió buscar en el Internet del teléfono moderno que Leonor le regaló las formas de poder acercarse a él, necesitaba lograr tener las agallas y animarse, dar la iniciativa, pero no sabía de que manera, jamás había hecho algo semejante.

Mientras las niñas estaban en la casa de su abuela materna, aprovechó que estaban solos en la planta alta y se puso un bikini, por primera vez decidió meterse en la pileta climatizada, sabía que Demián estaba dentro de su habitación, desde el ángulo donde ella estaba se veía la puerta.

Se sentía algo incómoda con esa prenda diminuta en su cuerpo, caminaba de un lado a otro porque en realidad no sabía nadar, sumergía la cabeza para mojarse el pelo y la cara, solo quería que él salga lo antes posible, necesitaba intentar seducirlo para provocarlo, estaba desesperada por llamar su atención, quería entregarse al amor que estaba sintiendo por primera vez en su vida.

Ya había pasado demasiado rato, como Demián no salía, decidió salir de la pileta decepcionada, cuando estaba a punto de agarrar la bata, siente que se abre la puerta, se gira en dirección a él que también estaba en traje de baño, ambos se funden en una mirada que luego se desvía mutuamente a ambos cuerpos semidesnudos.

Adela se pone nerviosa, empieza a temblar sintiéndose un tanto incómoda y avergonzada, se daba cuenta que no servía para seducir.

Pero ella no sabía que su plan sí estaba surtiendo efecto, Demián se encontraba atraído completamente, nunca la había visto de esa manera con poca ropa, se moría de ganas por estar encima de ésta y mucho más al ver la mirada llena de deseo en los ojos de Adela por primera vez.



















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