La rutina de Yoongi se mantuvo inalterable, pero los gritos que se filtraban a través de las paredes parecían oscurecer cada vez más su vida. Las noches eran lo peor. Jimin y su esposo discutían en murmullos, que a menudo se transformaban en voces elevadas y acusaciones. Yoongi, aunque lo odiaba, se había acostumbrado a ello, sintiéndose como un espectador impotente de una película que nunca terminaba.
Hasta aquella noche.
Eran casi las dos de la madrugada cuando Yoongi despertó de golpe. En un principio, no sabía qué lo había alarmado, pero entonces escuchó el sonido familiar de los gritos. Esta vez, no eran solo palabras; había algo diferente, algo mucho más intenso y desesperado en la voz de Jimin.
Se levantó de la cama y caminó hacia la pared que compartía con el departamento vecino, como si así pudiera entender mejor lo que sucedía. Entre las frases sueltas y las palabras ahogadas, distinguió lo que parecía ser una súplica por parte de Jimin, algo que hizo que el pecho de Yoongi se contrajera de rabia y desesperación. Sin embargo, tal como le había prometido, no intervino. Era el límite que Jimin le había pedido no cruzar, por mucho que doliera.
De repente, el silencio se hizo presente. Un silencio que resultó más perturbador que cualquier grito.
Unos minutos después, el sonido de un motor lo sobresaltó. Se asomó a la ventana justo a tiempo para ver el auto del esposo de Jimin alejándose rápidamente de la entrada del edificio. Yoongi miró el reloj, observando cómo pasaban los minutos, esperando ver las luces del auto regresar, esperando escuchar el suave paso de Jimin en el pasillo. Pero el edificio permaneció en silencio, y las luces del departamento vecino permanecieron apagadas.
Los días siguientes fueron una tortura para Yoongi. No había señales del esposo de Jimin, y este permanecía encerrado en su departamento. Yoongi intentó buscar excusas para verlo, llamando a su puerta bajo el pretexto de pedirle alguna herramienta o de ofrecerle ayuda con una de sus plantas, pero Jimin no respondió.
Entonces, en la madrugada del tercer día, Yoongi recibió una llamada inesperada.
—Señor Min, necesito que venga a la comisaría —dijo una voz que él reconoció como la del detective Lee, con quien había trabajado en otros casos—. Es sobre un vecino suyo, Park Jimin.
Yoongi sintió cómo se le aceleraba el corazón. Llegó a la comisaría rápidamente, y fue ahí donde recibió la noticia: el auto del esposo de Jimin había sido encontrado cerca de un bosque en las afueras de la ciudad. A unos metros del vehículo, los oficiales habían encontrado su cuerpo, en un estado que revelaba una lucha violenta. La ciudad se convirtió en un hervidero de rumores. Las personas susurraban que Jimin, el joven dulce y amable, había asesinado a su esposo.
Dentro de la comisaría, Jimin estaba sentado en una esquina, con el rostro oculto tras sus manos y el cuerpo encorvado como si tratara de desaparecer. Cuando Yoongi lo vio, sintió un impulso irrefrenable de protegerlo. No importaba lo que los demás dijeran; él no podía imaginar a Jimin como un asesino.
El detective Lee se acercó a Yoongi y le explicó la situación. Habían encontrado huellas de Jimin en el auto y algunas marcas en su cuerpo que sugerían una pelea. Con las pocas pruebas que tenían y la falta de una coartada sólida, Jimin era el principal sospechoso.
Yoongi se acercó a él, colocándose de cuclillas frente a su vecino para poder verlo mejor. Jimin levantó la cabeza lentamente, y Yoongi se encontró con unos ojos llenos de tristeza, pero también de una resignación que lo devastó.
—Yoongi-ssi… —su voz era apenas un susurro—. No tienes que estar aquí. No quiero arrastrarte a esto.
—Jimin —dijo Yoongi, con voz firme, mirándolo directamente a los ojos—, no pienso abandonarte. Vamos a demostrar que eres inocente.
Las palabras que Jimin pronunció a continuación dejaron a Yoongi helado.
—Yoongi… yo lo maté.
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La Luz en la Oscuridad
Historia CortaYoongi hará hasta lo imposible para demostrar que su dulce vecino es inocente.