☐ | Entre los pasillos de la universidad corría el rumor de que Min Yoongi, el capitán de baloncesto, había caído por el chico nuevo.
Y mientras Yoongi se empeñaba en negar lo dicho, Jimin poco a poco se cansaba de aquello, hasta que los papeles se...
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Jimin abrió la puerta de su casa con una furia que apenas podía contener. El dolor y la traición que había sentido al escuchar a Jackson hablándole de esa manera lo seguían persiguiendo. Al entrar, se encontró con el familiar bullicio de su hogar. Su madre estaba en la cocina, y su padre leía el periódico en la sala. Pero lo que más le molestaba era la presencia de Roseanne, quien estaba sentada en el sofá, mirando su teléfono con una expresión de despreocupación.
—¡Mira quién llegó! —exclamó Roseanne con una sonrisa burlona—. ¿Se perdió en el camino? O tal vez solo fuiste a buscar algún chico que te rescate de tu triste vida.
Jimin sintió cómo la ira se acumulaba en su pecho. Sin quererlo, había llegado a un punto de ruptura. No iba a dejar que su hermana lo humillara de esa forma, no esta vez. Se acercó a ella, incapaz de contenerse.
—¿Por qué siempre tienes que hacer esto, Roseanne? —dijo, tratando de mantener la voz firme—. Siempre estás burlándote de mí frente a mamá y papá, como si yo no fuera lo suficientemente bueno para nada.
Roseanne levantó la vista, sorprendida por su desafío. —Oh, ¿así que ahora te sientes valiente? —replicó, con una risa despectiva—. ¿Qué pasó? ¿Te dijeron que eres especial o algo así?
Los padres de Jimin miraron hacia ellos, confundidos por la tensión repentina. Su madre dejó de cocinar y se acercó, frunciendo el ceño. —¿Qué está pasando aquí?
—Nada, mamá —respondió Roseanne rápidamente, haciendo un gesto con la mano—. Solo le estoy recordando a Jimin lo que es la realidad. Alguien tiene que hacerlo.
Jimin no podía dejar que esto continuara. —No, en realidad hay algo que quiero decir. —Se volvió hacia sus padres, buscando su atención—. Roseanne siempre me hace sentir como si no valiera nada. ¿Por qué siempre la ven como la mejor hija? Todo lo que hace es burlarse de mí.
Los ojos de sus padres se abrieron con sorpresa. Su padre, que normalmente defendía a Roseanne sin dudar, alzó una ceja. —¿Es cierto lo que dice Jimin?
Roseanne, claramente incómoda, intentó cambiar de táctica. —Papá, solo estoy bromeando. No hay motivo para preocuparse por Jimin. —Su tono era despectivo, pero Jimin ya había decidido que no iba a dejar que se saliera con la suya.
—No son solo bromas —intervino Jimin, sintiendo que cada palabra era un acto de liberación—. Te he escuchado decir cosas crueles, no solo a mí, sino también a Jennie. No sé por qué siempre tienes que intentar menospreciarme para sentirte mejor.
En ese momento, Jennie, su hermana menor, quien había estado observando en silencio, se unió a la conversación. —Es verdad, Roseanne. A veces, lo que dices es realmente hiriente. No sé por qué siempre tienes que hacer que Jimin se sienta mal.
Roseanne la miró con desdén. —Oh, ¿y tú qué sabes, Jennie? No te metas en esto. Solo estás tratando de jugar a la defensora.
—No estoy jugando —respondió Jennie, levantando la barbilla con determinación—. Solo estoy diciendo lo que todos vemos. Jimin no merece ser tratado así.
