Cardo.

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Mateo se inclinó.

---En el sueño, adara me dio un cardo violeta---, dijo.

Ismael se sorprendió.

---¿Un cardo violeta? ¿Por qué crees que hizo eso?--- preguntó.

Mateo reflexionó.

---No sé... Pero recuerdo que el cardo era hermoso, con espinas delicadas y flores violetas. Y adara sonreía al dármelo---, explicó.

Ismael se interesó.

---¿Crees que tenga algún significado---preguntó.

Mateo se encogió de hombros.

---No sé... Pero siento que es más que una coincidencia. El cardo violeta ha aparecido en mi vida después del sueño---, dijo.

Ismael sonrió maliciosamente.

---¡Eres un romántico, Mateo! Te enamoraste de adara y por eso sueñas con ella---, dijo, burlándose.

Mateo se sonrojó intensamente.

---¡No es cierto! Solo fue un sueño raro---, protestó.

Ismael se rió.

---¡Vamos, tio! No te hagas el inocente. Estás enamorado---, insistió.

Mateo se defendió, riendo.

---¡No, no, no! Solo me intrigó el sueño, eso es todo---.

Ismael siguió burlándose.

---¡Claro, claro! Y el cardo violeta es un símbolo de tu amor eterno---, dijo, con sarcasmo.

Mateo se rió, sonrojado.

---¡Basta, Ismael! ¡No seas cruel!---

Ambos amigos se rieron, disfrutando del momento divertido.

De repente, la pizza llegó. Ismael se levantó.

---¡Perfecto! Ahora sí, vamos a hablar de algo serio... como la pizza---.

Mateo se rió, aliviado.

Después de la broma, Ismael y Mateo se sentaron a disfrutar de la pizza caliente. El aroma a queso derretido y salsa llenó la habitación.

---¡Mmm... esto está buenísimo!---, exclamó ismael.

Ismael asintió, con la boca llena.

---¡Sí, es la mejor pizza de la ciudad!---

Mientras comían, charlaron sobre sus planes para el fin de semana, el partido de fútbol del domingo y las últimas noticias de la escuela.

Después de terminar la pizza, se recostaron en el sofá, relajados.

La conversación se fue apagando, y el silencio se apoderó de la habitación. Los ojos de Mateo comenzaron a cerrarse.

---¡Vamos a dormir, tío! Mañana es un nuevo día---, dijo Ismael.

Mateo asintió, levantándose del sofá.

---¡Sí, es hora de dormir!---

Se dirigieron a la habitación, donde la luz suave de la luna iluminaba el espacio. Se acostaron en sus camas respectivas.

---¡Buenas noches, Ismael!---, dijo Mateo.

---¡Buenas noches, Mateo! ¡Que tengas sueños dulces... sin adara!---, bromeó Ismael.

Mateo se rió, apagando la luz.

---¡Cállate, Ismael!---

La habitación se sumió en el silencio, y ambos amigos se dejaron llevar por el sueño.

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