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Los cuatro amigos se reunieron en la casa de la playa, buscando refugio de la resaca que los había golpeado sin piedad. La luz tenue del sol entraba por las ventanas, iluminando el espacio acogedor.

Se sentaron alrededor de la mesa de madera oscura, rodeados de las paredes blancas y decoraciones marineras. El aroma a café recién hecho llenaba el aire, reviviendo sus sentidos.

Mateo, con una taza de café en la mano, cerró los ojos, dejando que el calor y el sabor le calmaran la cabeza. Su cabello estaba despeinado, y su barba necesitaba un afeitado urgente.

Ismael, junto a él, agregó azúcar a su café, mientras Adara se recostó en su silla, con una expresión de alivio en su rostro. Kevin, frente a ella, sorbía su café con cuidado, como si temiera que su estómago se rebelara de nuevo.

La mesa estaba llena de tazas de café, botellas de agua, y cajas de medicamentos para la resaca. Un plato de tostadas y frutas frescas completaba el desayuno improvisado.

Adara abrió los ojos, mirando a sus amigos.

---¿Alguien recuerda algo de anoche?--- preguntó.

Ismael negó con la cabeza.

---Nada... solo que bailamos y bebimos mucho.---

Kevin se rió débilmente.

---Y cantamos... mal.---

Mateo sonrió.

La conversación fluyó lentamente, mientras su memoria comenzaba a regresar.

De repente, Kevin se levantó.

"Mi teléfono...", dijo, buscando en sus bolsillos.

La búsqueda de los teléfonos comenzó con una mezcla de ansiedad y desesperación. Los cuatro amigos registraron cada rincón de la casa de la playa, revisando sofás, mesas, y hasta debajo de las almohadas.

Mateo se desesperaba, pensando que su teléfono podría estar en el fondo del mar o, peor aún, partido en mil pedazos.

---¡Mi teléfono! ¡Mi vida está en ese teléfono!--- exclamó.

Ismael se unió a la búsqueda, revisando cada bolsillo de su ropa.

---¿Cómo vamos a sobrevivir sin nuestros teléfonos?--- preguntó, con una sonrisa nerviosa.

Adara se sentó en el sofá, con la cabeza entre las manos.

---Esto es un desastre. Todo está en mi teléfono... fotos, contactos, mensajes...--- enumeró.

Kevin, mientras buscaba, se imaginaba lo peor.

---¿Y si los perdimos para siempre? ¿Y si alguien los encontró y los hackeó?--- preguntó, con una mirada de pánico.

La habitación se llenó de murmullos y susurros, mientras cada uno pensaba en la catástrofe que sería perder su teléfono.

---Mi Instagram... mi Facebook... mi vida online...--- se lamentaba Mateo.

---Mi música... mis playlists... mi Spotify...--- agregaba Ismael.

---Mi familia... mis amigos... mis contactos...--- enumeraba Adara.

---Mi negocio... mis correos... mi vida laboral...--- se preocupaba Kevin.

La búsqueda continuó, con una sensación de desesperación creciente.

De repente, Kevin gritó.

---¡Lo encontré!--- exclamó, levantando su teléfono del suelo.

Los demás se acercaron, ansiosos.

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