⭐Capitulo 19 ⭐

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El maestro avanzó hasta el centro de la sala y, con su voz grave y pausada, explicó las reglas del examen: —La prueba escrita tendrá una duración de tres horas

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El maestro avanzó hasta el centro de la sala y, con su voz grave y pausada, explicó las reglas del examen:
—La prueba escrita tendrá una duración de tres horas. Habrá un descanso de media hora antes de que se trasladen al campo de entrenamiento para la segunda prueba práctica.

Mientras escuchaba, mis ojos se posaron sobre el enorme pergamino que ya estaba sobre mi escritorio. Sentí cómo mi estómago se encogía ligeramente al ver la extensión de las preguntas. Me recordaba tanto a los exámenes de admisión de la universidad en mi vida anterior que no pude evitar suspirar. "Esto ya lo superaste una vez", me dije para calmarme.

Me acomodé en el asiento, dejando la ansiedad a un lado, y comencé mi estrategia: leer rápidamente todas las preguntas para identificar las más difíciles. Era una táctica que siempre me funcionaba. Alrededor, los demás aspirantes se inclinaban sobre sus pergaminos, algunos escribiendo frenéticamente, mientras que otros sudaban frío, incapaces de avanzar.

Con la pluma en la mano, empecé a responder primero las preguntas más complicadas sobre flujos mágicos y fórmulas arcanas, reservando las más fáciles para después. La sala estaba envuelta en un silencio pesado, roto solo por el sonido rítmico del raspar de las plumas. Miré a mi alrededor. Las expresiones variaban: concentración férrea en unos, desesperación creciente en otros. Podía sentir la presión palpable en el aire, pero no dejé que me afectara.

Cada vez que terminaba una sección, respiraba profundamente y me aseguraba de no perder la concentración. Sabía que cada respuesta bien formulada era un paso más cerca de mi objetivo.

Con las dos horas y cuarenta y cinco minutos transcurridos, levanté mi mirada hacia el reloj. Había terminado. Di una última revisión a mis respuestas, asegurándome de que no hubiera errores, y luego me levanté para entregar mi pergamino al maestro.

Él lo recibió con un gesto leve, sin decir nada, y me indicó la salida con un movimiento de la mano. Me permití un suspiro de alivio mientras abandonaba la sala. El aire fresco en el pasillo me dio la bienvenida como una ola de calma después de la intensa concentración.

Mis hermanos, Dionel y Lionel, estaban esperando afuera junto con Sion, quien se lanzó hacia mí en cuanto me vio. Lo acaricié entre las orejas, sintiendo el suave pelaje bajo mis dedos, lo que ayudó a relajarme aún más.

—¿Qué tal te fue? —preguntó Dionel con curiosidad, entregándome una cantimplora de agua.

—Terminé con quince minutos de sobra. Creo que hice un buen trabajo —respondí con una sonrisa ligera mientras bebía un sorbo.

Lionel se cruzó de brazos, observándome con una expresión de orgullo y diversión mezclada.
—Sabía que lo harías bien. Ahora, ¿qué sigue?

Me senté en un banco cercano mientras Sion se acomodaba a mi lado, su cabeza pesada descansando sobre mis rodillas.


La próxima es una prueba práctica —les dije—. Nos llevarán al campo de entrenamiento después del descanso. Probablemente nos pidan lanzar hechizos para demostrar control y precisión.

La Archi-maga del norte y sus tres EspososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora