⭐Capitulo 18⭐

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Me despierto temprano, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad en el estómago

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Me despierto temprano, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad en el estómago. Margarita, mi sirvienta personal, entra silenciosamente en la habitación, llevando en sus manos el vestido turquesa que había elegido para hoy.

—Buenos días, señorita. ¿Lista para el gran día? —me pregunta con una sonrisa cálida.

Con ayuda de margarita me visto. —Más o menos... —admito, mirando mi reflejo en el espejo mientras ella cepilla mi cabello con cuidado, peinándolo en suaves ondas.

Miro de reojo a Sion, que sigue acurrucado sobre mi cama, respirando profundamente en su sueño. Cuando Margarita termina de peinarme, me acerco a él con cuidado.

—Despierta, dormilón —susurro, acariciando suavemente sus orejas. Él abre sus ojos azul hielo y estira sus patas con pereza antes de seguirme mientras bajamos juntos las escaleras hacia el comedor. El delicioso aroma a omelet y tostadas impregna el aire, lo que hace que mi estómago gruña. Al entrar, mis padres y mis hermanos, Dionel y Lionel, ya están sentados a la mesa. Todos saben lo crucial que es este día para mí.

Un sirviente se acerca con un cuenco lleno de carne de pato deshuesada, sellada por fuera y jugosa por dentro, y se lo ofrece a Sion, quien no tarda en devorarlo con gusto. Mi padre, tras darle un sorbo a su café, se gira hacia mí.

—Arlyn, me temo que no podré acompañarte hoy —me dice con una expresión seria—. Ha surgido un asunto urgente que debo atender. Pero tus hermanos estarán contigo en cada momento.

—Lo entiendo, padre —respondo con un ligero pesar, aunque aprecio la presencia de Dionel y Lionel a mi lado.

Dionel asiente con entusiasmo, siempre dispuesto a ser el hermano mayor protector. Sion, por supuesto, también será parte del viaje, y eso me da una sensación de calma. Después le coloque a Sion su collar.

Terminamos de desayunar, y caminamos juntos hacia el carruaje. La mañana está fresca, con el aire cargado de la promesa de un día soleado. Sion camina a mi lado, moviendo su cola mientras olfatea el camino. El carruaje, elegante y cómodo, nos espera en la entrada. Subimos, y pronto nos ponemos en marcha.

El viaje hacia la Torre Mágica es largo. Primero cruzamos el bosque, donde los rayos de sol se filtran entre las ramas, creando patrones dorados en el suelo. Sion se asoma por la ventana del carruaje, fascinado con los nuevos olores. Después, atravesamos la ciudad, bulliciosa y viva, con sus calles llenas de gente y puestos de comida que nos saludan con aromas tentadores.

—¿Nerviosa? —me pregunta Lionel, observándome mientras acaricio el pelaje suave de Sion para calmar mis pensamientos.

—Un poco, pero estoy lista. Al menos, eso espero —le respondo, mirando por la ventana.

Finalmente, la imponente Torre Mágica aparece ante nosotros. Sus paredes de piedra blanca se elevan hacia el cielo, con sus ventanas altas y estrechas que brillan con un resplandor arcano. En el exterior, hay dos grandes carpas: una para los nobles y otra para los plebeyos que también vienen a participar en la selección.

—Bien, aquí estamos —dice Dionel mientras bajamos del carruaje.

Sion salta primero, olfateando el aire con entusiasmo. Mis hermanos se quedan con él, permitiéndome concentrarme. Es la primera vez que veo tanta gente reunida en un lugar, y mi pequeño leopardo parece igual de fascinado, olfateando cada rincón del suelo y mirando a las personas con curiosidad.

El aire está lleno de expectación. Hay jóvenes de todas las edades, cada uno con la mirada llena de esperanza y determinación. Siento un ligero cosquilleo en el estómago, pero respiro hondo. Esto es lo que he estado preparando durante semanas.

—Buena suerte, Arlyn —me dice Lionel, dándome un ligero golpe en el hombro.

—Recuerda, sin importar lo que pase, estamos orgullosos de ti. —añade Dionel, sonriendo con sinceridad.

Les devuelvo la sonrisa y acaricio a Sion una última vez antes de dirigirme hacia la carpa de los nobles.

Camino hacia la carpa de los nobles, donde uno de los asistentes me recibe con una expresión formal. Me entregan una placa de plata, símbolo de mi estatus, mientras observo cómo aquellos que pertenecen a la carpa de los plebeyos reciben placas de cobre. Guardo la placa en el bolsillo de mi vestido, sintiendo su peso tanto literal como simbólico.

Me reúno con los demás aspirantes, esperando las instrucciones. El murmullo de las conversaciones es casi ensordecedor, todos ansiosos por demostrar sus conocimientos y habilidades. De repente, uno de los maestros de la torre, un hombre de cabellos grises y mirada severa, se adelanta.

Atención, aspirantes. En unos momentos, ingresarán al salón principal para presentar la primera prueba: un examen escrito sobre teoría mágica. Les deseo la mejor de las suertes.

Respiro profundamente, tratando de mantener la calma mientras espero a que nos hagan pasar al interior de la torre. Siento la tensión en el aire, pero también una extraña emoción que burbujea dentro de mí. Todo por lo que he trabajado está a punto de ponerse a prueba.

Varios aspirantes se preparan, algunos repasando sus notas, otros meditando en silencio. Me uno a ellos, sacando mi cuaderno y repasando mentalmente lo que he estudiado.

Mi corazón late rápido, pero mi mente se siente clara. Estoy aquí por una razón, y todo lo que he aprendido me ha llevado a este momento. Pase lo que pase, daré lo mejor de mí.

Miro hacia fuera de la carpa donde están mis hermanos y Sion, y al verlos allí, esperándome con confianza, siento que todo estará bien. El maestro aparece de nuevamente guiándonos hacia el salón principal.

El salón al que nos llevan es inmenso, con techos altos adornados con candelabros y paredes cubiertas de estanterías llenas de antiguos tomos.

Cada aspirante tiene una mesa individual con pergaminos con cincuenta preguntas escritas, cada pregunta tenia diferentes niveles de dificultad desde principiante hasta nivel intermedio, una pluma encantada que se mueve solo al contacto con nuestras manos. Me siento en mi lugar, observando a los demás instalarse. Algunos parecen confiados, otros apenas pueden mantener las manos quietas.

—Es hora de demostrar que todo mi esfuerzo vale la pena —me digo en silencio, recordando las largas horas de estudio en la biblioteca.

—Es hora de demostrar que todo mi esfuerzo vale la pena —me digo en silencio, recordando las largas horas de estudio en la biblioteca

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La Archi-maga del norte y sus tres EspososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora