Capítulo VII Confesión

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Ya habían transcurrido dos meses desde que Mu volvió al Santuario para ocuparse de su cargo como Caballero, guardián de la Casa de Aries y, para sorpresa de varios, reparador de armaduras. También tenía otros deberes y tareas por hacer, entre ellas, el de ir a ayudar a Saga en su despacho con archivos antiguos y de revisar el material de la biblioteca. Iba dos veces a la semana al recinto del Patriarca, casi siempre se quedaba todo el día y hasta el atardecer volvía a su templo. En ocasiones, visitaba a sus amigos en sus respectivas casas; en ciertos días, pasaba las tardes con Shaka, y en un par de ocasiones, llegó a salir incluso con Afrodita. Pareciera que las actividades dentro del Santuario transcurrían de manera normal y sin ningún incidente mayor. Y aunque desde hace un par de meses se había asignado un nuevo Patriarca, la mayoría de los Caballeros Dorados seguían sin estar del todo convencidos de que Saga tomara tal cargo. Los únicos que seguían sin dar alguna opinión al respecto eran Aldebarán, Aioria y Mu.

Una tarde en que Mu regresaba a su templo, el joven encontró a Afrodita fuera de su casa, recargado en una de las columnas, de brazos cruzados y sosteniendo una rosa roja. Pareciera que lo estaba esperando.

- ¿Sucede algo? –preguntó Mu

Mirándolo de manera seria, Afrodita dijo con tono casi irónico:

- Pasas mucho tiempo en el recinto del Patriarca.

- ¿Me estás vigilando?

Separándose de la columna a la vez que se acercaba al joven, el peliceleste respondió:

- Me preocupa un poco el hecho de que pases mucho tiempo con Saga. Te había dicho que no te conviene juntarte con él.

- Nunca me explicaste del todo el porqué.

- Sólo sigue mi consejo, Mu. Aquí en el Santuario ya comienzan a correr ciertos rumores respecto a tus visitas a la sala del Patriarca.

- ¿De qué rumores hablas, Afrodita? Y déjate de rodeos.

Mientras tomaba camino de regreso al duodécimo templo, y al tiempo que daba un par de palmadas en el hombro del pelilila, Afrodita respondió:

- Mantén la promesa que hicimos, Mu. Mantente puro como una rosa blanca.

De nuevo, la frase que Afrodita le dijo cuatro años atrás. Seguía sin entender del todo a qué se estaba refiriendo. Al ver que el joven ya estaba un tanto retirado, Mu simplemente optó por entrar a su templo a descansar ya que al día siguiente tendría libre y lo aprovecharía para ir al pueblo.

Al día siguiente, fuera de la Casa de Virgo, Mu y Shaka se encontraban platicando sentados en la escalinata. Al notar que ya casi era mediodía, el rubio preguntó:

- ¿Hoy no irás al salón del Patriarca?

Negando con la cabeza, Mu respondió:

- Esta semana estaré libre. Saga me dijo que debía ir a Star Hill.

- Oh, es verdad. En ocasiones deberá quedarse allá.

- Recuerdo que mi maestro llegaba a quedarse hasta cien días en ese lugar. No me gustaría volver a estar solo como cuando era un niño.

Levantando un poco el rostro al cielo, Shaka dijo:

- Recuerdo que me platicaste que en Jamir solías pasar mucho tiempo solo.

- Sí, pero a lo mucho era un par de meses... Pero tras mi llegada al Santuario, la soledad ya no es un problema a pesar de que vivo en un enorme templo sin compañía.

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