XX

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Habían pasado unos días en dónde alfa y Omega se habían regocijado con la presencia y calidez del otro, mimandose y haciendo el amor. Yuji se había asegurado de que el Alfa le diera los hijos que él quería, gruñendole cuando se atrevió a acabar sobre su estómago y no en su interior. Pasaron una semana entera en completa reclusión para poder fortalecer el vínculo y que ninguno de los dos cayera en depresión por la falta de atención. Habían visto un par de veces al patriarca al ir a la sala donde comía para acompañarlo en sus cenas, todas las veces mencionaba lo ansioso que estaba por las buenas noticias y Yuji solo asentía positivo encogiéndose en su lugar con un sonrojo total, con un Satoru gruñendo por haberle provocado vergüenza.

Pasada la semana, por obligación fue llamado al trabajo, tenía responsabilidades que cumplir si quería seguir dandole la vida de rey que merecía el Omega. Con mucho pesar y amargura se despidió el primer día de vínculo separado, Satoru estuvo despierto casi toda la noche mirando a Yuji por la ansiedad de tener que separarse.

Yuji lo había sentido y había sido él quien lo calmó y lo hizo dormir con sus dulces y aromáticas feromonas, abrazándolo y dándole confort.

—No quiero, mejor dejaré que Nanami siga esforzándose en mantener el orden —gimoteó abrazado a su Omega.

—No puedes ser tan cruel, tus subordinados te necesitan —comentó disfrutando de la atención extra.

Estaban afuera, en frente de la casa, un auto esperaba a Satoru para salir. El patriarca estaba cerca de la pareja, hastiado por la ansiedad de fumar un puro, pero había decidido por cuenta propia que el humo afectaría la salud del Omega ahora que estaba tratando de concebir. Gruñó a Satoru.

—Deja al chico y vete a trabajar, tienes mucho que arreglar por la semana que te tomaste —su voz reprendedora afectó en nada al alfa menor.

—El patriarca tiene razón, ve a trabajar. Yo estaré aquí cuando vuelvas —trató de mirarlo hacia arriba, pero Satoru estaba sobre él con todo su cuerpo y no le permitía ver casi nada.

—Vamos, te llevaré a trabajar conmigo —bromeó.

—Pero yo no quiero —puchereo, necesitaba recuperar fuerzas. Por culpa del alfa sus reservas de energía se habían agotado.

—Te necesito siempre —susurró solo para Yuji.

—Yo igual —lo abrazó fuertemente.

Estuvieron un momento más abrazados, habían pasado por una exhaustiva lluvia de feromonas, quedando ambos tan marcados que ninguno que pudiera olerlos sería capaz de acercarse a hablarles. Satoru lo besó una última vez, murmurando "te amo" un par de veces, antes de meterse al auto y salir por la entrada.

Yuji suspiró pesado viendo cómo las puertas se cerraban, volvió a la mansión acompañado del patriarca. Iban a pasar el día juntos, poniéndose al día en los juegos y comiendo bocadillos.

—¡Volví a ganar! —chilló Yuji.

El Omega tarareaba llevándose sus premios; galletitas de gato, mientras era observado por el alfa mayor. Sonrió levemente por su condescendencia hacia el menor, tenía que admitir que lo había dejado ganar varias veces, aunque en otras tuvo suerte. Se había vuelto un viejo débil con el pasar de los años, pero Yuji tenía su encanto, siempre respetuoso y a la vez fuerte, ya nada parecido a lo que era en un principio. Había logrado adquirir más poderío con su primera orden y cuando resolvió el problema con los padres que vinieron a impugnar el castigo demostró su valía por completo. Más ahora, parecía haber domado por completo a su nieto, podría usar esa información a su antojo de ahora en adelante.

—¿Damos un paseo, muchacho? Este anciano quiere ver el avanzado mundo exterior —habló suavemente mientras se levantaba, sacudiendo su kimono.

Yuji asintió, se levantó y planchó con sus manos las arrugas de su haori; tenía varios de esos con el emblema del clan Gojo en la espalda. Decidió salir con el vestuario que tenía puesto, pantalones de tela, camisa blanca y haori negro con estampado de lirios grises a un costado.

Usurpar |•GoYuu•| Omegaverse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora