XXI

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Había pasado un día, era viernes y Satoru parecía haberse perdido. Salió en la mañana dejando un beso en la sien de su Omega y partió hacia un lugar previamente planeado. Yuji se había despertado enfadado de no tener al alfa a su lado, gruñendo se frotó en el nido nuevo, había ido de compras el dia anterior; compró tres edredones, un tatami tamaño grande, muchas almohadas y cobijas para cubrirse del frío. Luego lo montó en su habitación privada en solitario, el tatami casi cubrió toda la habitación, coloco las almohadas formando un circulo y luego no mucho esfuerzo cargó los pesados edredones ubicando uno sobre el otro hasta poner la cobija. Luego procedió a marcar su nido y dejar algunas prendas de Satoru, el resto lo mandaría a la lavandería. Se cercioró de que Satoru dejara su aroma en el nido y le dió muchos besos en recompensa. Ahora era un Omega feliz por su nuevo nido construido con amor.

Yuji se encontraba bufando en la calidez de su cama, abrazo la ropa de Satoru y continuó gruñendo. Se sentía solo, abandonado, en el tiempo que llevaba su marca jamás se había despertado sin ver al Alfa a su lado, mirándolo fijamente con una sonrisa marcada en el rostro deseándole buenos días. Gimoteo y se ocultó bajo la cobija, todo el aroma ameno del bosque y la dulzura de la toronja estaba concentrado, lo aspiró con la necesidad de sentirse seguro y protegido. Se giró, aún bajo las cobijas, para quedar de frente a su gato blanco de peluche, abrazándolo y sintiéndose reconfortado por los aromas espesos.

—Alfa bobo...

[...]

Satoru se aseguraba de que las preparaciones estuvieran en orden.

El día estaba bastante cálido, se había despertado únicamente por la luz que entraba a la habitación. Vió un buen rato a su Omega dormilón, lo besó y marco con su aroma antes de salir, tenía un compromiso que no podía posponer más.

Viendo los últimos detalles, las decoraciones. En un parque rodeado de sauces que daban una exquisita sombra tenía una manta para picnic, habían un par de cajas en medio, estaba ordenando en medio las flores que pondrá y asegurándose que la vasija fuera la correcta. Sonrió satisfecho de ver su trabajo, se levantó sacudiendo sus manos y se dirigió de vuelta a la mansión. Iría a por su Omega y le mostraría la sorpresa que había preparado. Todo fue arreglado por él, desde el lugar hasta ordenar los utensilios, lo único que no pudo hacer fue la comida, pero para eso había contratado al mejor chef, Yuji comería siempre lo mejor de lo mejor.

Había estado sintiendo una opresión en el pecho desde hace unos momentos y sabía que se trataba de Yuji, estaba molesto y se sentía abandonado. Corrió y en menos de cinco minutos había llegado a la habitación de Yuji, tocó esperando el permiso para entrar que llegó al poco tiempo.

—Yujii —se acercó lentamente, metiéndose en el nido.

—¿Me dejaste? —sorbeteó la nariz, estaba muy emocional esos días.

—Claro que no, jamás me atrevería. Salí a hacer unas diligencias, ahora necesito que te levantes —besó su coronilla, abrazándolo por la espalda.

Yuji se giró quedando frente al pecho del alfa, ocultándose en su cuello. Aspiró todo ese aroma concentrado y se sintió tranquilo. Subió una de sus piernas a las de Satoru y rodeó con sus brazos la cintura del otro, apretujandolo. Satoru sonrió ante la ternura de su Omega, como siempre que veía o pensaba en su Omega, su ritmo cardíaco se aceleraba y su cerebro expulsaba aún más serotonina por su cuerpo, logrando que se sintiera en una nuda. Amaba a Yuji, agradecía cada día a la Luna por ser capaz de tenerlo entre sus brazos.

—Vamos, Omega, hay que levantarnos. Te tengo una sorpresa —besó y aspiró el aroma de su cabello.

—¿Que cosa? ¿A dónde vamos?—alzó el rostro emocionado.

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⏰ Última actualización: Nov 07 ⏰

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