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"¿Yeji?" Su nombre sale de entre los labios de su novia de forma torpe, vacilante, y a ella se le antoja lo más tierno que ha escuchado nunca.
"¿Sí...?" Por su parte, la voz de Yeji es totalmente estable y suave, viene acompañada de un cálido jadeo que calienta el cuello de una aturdida Ryujin.
"Deberíamos... Deberíamos calmarnos..." Más que una proposición, suena a súplica. Y ésto se debe a que tiene a Yeji sentada a horcajadas sobre ella casi en bragas, meciéndose mientras le cubre el cuello y la cara de besos y lametones.
Ya hace rato que se le ha puesto dura bajo la ropa y le cuesta mantener el control de su respiración. Sus dedos se encuentran enredados en los costados de las bragas de Yeji; le maravilla tirar de la tela y amasar su culo, sentir la piel suave de sus nalgas en sus yemas.
Se suponía que iba a ser una despedida de esas largas en las que se acarician y se comen a besos antes de que Ryujin se escabulla por la ventana silenciosamente para dejarla dormir, como cada noche.
En un comienzo esos encuentros solo esresaban a Ryujin, quien solía poner las responsabilidades y el respeto por encima de los deseos. Se negaba a colarse en su cuarto en la noche para algo más que un par de besos inocentes a escondidas de los padres de su novia. Tenía principios y un muy buen sentido de la responsabilidad.
Hasta que Yeji le hizo la primera paja.
"Yo no te noto tan calmada por aquí abajo..." La voz de Yeji en su oído hace que le arda el pecho y nota cómo la polla se le endurece todavía más bajo el calor de su ajustada ropa interior. Y antes de poder replicar, Yeji se aparta levemente para deshacerse de la camiseta. Gracias a la ausencia de un sostén, Ryujin se encuentra con sus pechos en la cara y, sin pensarlo mucho, presiona con la diestra su espalda para apretarla contra sí misma y devorar sus pezones.
Las bragas de Yeji se empapan con cada latido de su coño, que se contrae con la intención de apretar algo en su interior mientras la lengua de Ryujin repasa el contorno de sus pezones.
Yeji hunde los dedos en la melena de su novia y aprieta su cabeza contra su propio pecho, aumentando el ritmo y la brusquedad del vaivén de sus caderas.
Ante la frustración de no poder sentir apenas la forma del miembro de Ryujin contra sus bragas, vuelve a apartarla con un gemido lastimero y se dispone a sacarle la polla de los pantalones.
"Yeji... Espera", jadea Ryujin, tomando las muñecas temblorosas y ansiosa de su novia. "Me tengo que ir, cielo".
Claro que su voz suave es lo más dulce e irresistible que ha oído, pero está cansada de quedarse a medias y de portarse bien. Yeji lleva mucho tiempo reteniendo las ganas de persuadir a Ryujin; sabe lo bien que puede hacerlo y si bien hacerle creer a su novia que ella tiene la voz cantante es un bonito detalle, Yeji se ha cansado de portarse bien.
