Ginebra siguió en la espalda de Lancelot, mientras le hablaba, como si supiera todo sobre el. El rubio intentaba no tomarle atención, pero era imposible puesto que ella estaba pegada a el en todo momento y siempre se recostaba en su cuello lo que lo hacía poner aún más incomodo.
- Hueles tan bien, Lancelot - dijo Ginebra con un sonrojo evidente - tienes un ligero aroma a limón y eso me encanta.
Bien, eso lo había puesto muy avergonzado, y con un pequeño sonrojo intento no pensar en lo que habia dicho.
Pronto todas sus respuestas fueron respondidas. Esta niña de nombre Ginebra se hacia llamar su amada. Su amante. Su amor verdadero. Era molesto y confuso, no solo porque se hubieran conocido hace un día, si no porque sabía todo sobre el. De su padre, su madre, su experiencia en el lago con su maestra, sus amigos, el incidente con Tristán cuando tenían diez años. Ella sabía absolutamente todo y jamás falló en ninguna parte. Cada vez sentía más curiosidad sobre ella, aún más cuando comenzó a describir su relación: se reencontrarian cuando el tuviera 18 años y ella 14, a los 19 el le daba su primer beso en los labios, y a los 23.... No lo sabía, solo le hablo sobre un adios definitivo, ¿ Todo hiba a acabar ? ¿ Que ocurriría cuando cumpliera veintitrés ? No lo sabía, solo sabía que lo que le deparaba el futuro era incierto, pero si lo que Ginebra había dicho era cierto significaba que debía estar listo cuando cumpliera veintitrés años, y al parecer, el y Ginebra serían cercanos a partir de ese día.
Que idea más tonta.
Minutos después de que terminarán de hablar y que se despidieran, se la llevaron, lejos de el.
Arturo se la llevó para que se convirtiera en su esposa, cuando supuestamente ella era de el.
Se lo estaba quitando todo, primero su maestra, y ahora su supuesta amante.
Y con rabia en su interior se alejo de la casa de Ginebra y camino en dirección para ver a Meliodas.
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.Es horrible, este sentimiento de amar y no ser amado.
De dar y no recibir.
Su héroe, la persona que más apreciaba y admiraba en la tierra, aquel que siempre le daba esperanzas para seguir adelante, no lo miraría en la forma en que el lo miraba.
Ese era el mayor sufrimiento de Nasiens, su amor no correspondido.
Percival lo dejo en claro, el solo amaba a mujeres, con cinturas pequeñas, pechos grandes y muslos anchos con rostros bonitos. No como el. Si no como Angalhad. Ella era la indicada para Percival, no el, el, que no siquiera tenía género definido, no era hombre ni mujer y aún así pensaba que tendría una oportunidad con Percival. Ya era inútil seguir así, no lo miraría, por más maquillaje ropas finas o perfumes fragantes que usará Percival ni la vería como una mujer, solo como un hombre jugando a los disfraces.
Y se alejo de ahí, agarrando su bolso que había dejado caer al piso por el shock, tratando de fingir que esa escena no había ocurrido.
No sé dió cuenta de que Percival había notado su presencia.
La miro confundido y a la vez con pena, su amigo se veía triste y quería ir a consolarlo, pero estaba hablando con Anne, y no la podía dejar sola así como así.
- ¡ Ya fue mucho ! ¡ Suéltame ! - grito Anne con un sonrojo leve.
- ¡ Vamos, Anne ! ¡ Demos un paseo por el pueblo ! - grito Percival agarrando su mano.
- ¡¡ Espera !! - grito Anne avergonzada mientras era arrastrada por Percival.
Unas lágrimas de tristeza se asomaron por el rostro de Nasiens quien estaba escondido detrás de una pared mientras escuchaba toda la conversación.
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¿Puedo ser tu princesa? ( Tristán x Isolda )
De TodoEn un mundo medieval lleno de caballeros y leyendas, el principe Tristán Lioness huye de su reino, consumido por la culpa y el dolor. Su amigo, Lancelot, herido por su mano, es el recordatorio constante de su fracaso. Pero el destino tiene otros pla...