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Subir las escaleras hasta su residencia fue de las cosas más difíciles que pudo hacer. Y con un Alfa que pesaba el doble de un lobo, más a su favor. La espalda ya no la aguantaba, y su bata, que anteriormente era blanca, ahora tenía una ligera mancha roja.

Perfecto.

Sacó las llaves de su mochila y abrió la puerta, tiró al Alfa en el suelo y cerró la puerta tras de sí con un sonoro estruendo.

—¿Eres consciente de que me estoy desangrando y tú me has tirado al suelo como un perro? —escuchó decir. El Alfa le miraba molesto, claramente indignado por la reacción poco profesional de este mocoso.

—Agradece que te subí por las escaleras. ¡¿Quién arregla mi cervical?!

—Tsk. Tan joven y quejándote. Cuando tengas mi edad, te arrepentirás de quejarte tanto siendo tan joven aún.

Jimin rodó los ojos, notoriamente frustrado. Lo ayudó a colocarse de pie y lo llevó al sillón de la sala mientras se apresuraba a ir por el botiquín. El Alfa quedó recostado, mirando la pequeña sala y cocina. Era más un dormitorio que una casa, pero, para alguien que probablemente pagaba un alquiler individual, estaba bien. No veía ceniceros ni latas de cerveza, tampoco había señales de otro hombre.

Sin duda, era un Omega soltero.

Jimin regresó con el botiquín en la mano. Se arrodilló frente al hombre, quien enseguida comenzó a reír, sacándolo de sus cabales.

—Sé que soy un Alfa y tú un Omega, ¿pero no te parece que arrodillarte delante de mí de esa manera, puede mal interpretarse?

—¿Pero qué dices? —Jimin se levantó rápidamente— Estaba tomando una posición más cómoda para ayudarte.

—Ya, de rodillas. Comprendo.

—Agh, eres insoportable. —se sentó a su lado, dejando el botiquín sobre sus piernas— Quítate la camisa para revisar la herida, y no pienses nada malo.

El Alfa hizo lo pedido y se despojó de su camisa. Jimin tragó grueso tras ver su cuerpo, lo admitía, era de buen cuerpo, con grandes pectorales y músculos definidos. Se veía delgado, pero sus pechos lo compensaban.

«¿Pero qué rayos piensas, Jimin?»

Disipó tales pensamientos intrusivos y le echó un ojo a la herida.

—No está muy profunda, parece una cortada con una navaja mediana, punta afilada pero circular. A juzgar por la forma, fue hecha en diagonal. Tuviste suerte, pudo haber perforado algún órgano. De este lado se encuentra el hígado.

—Vaya, al parecer si estudias. —se burló, su intención era aligerar un poco el ambiente. Pero este Omega era bastante amargado como para caer en su chiste.

—Procederé a limpiar, no te muevas. —le advirtió.

Comenzó a limpiar la herida, desinfectando primero la zona para poder tomarle los puntos necesarios. Mientras trabaja en ello, el Alfa lo miraba en silencio, su pecho subía y bajaba ante los pequeños pinchazos y ardor, pero nada que no haya sentido antes. Sin embargo, sentía mucha curiosidad por saber un poco más de este Omega.

Sin duda alguna, era único en su especie. No podía sentir sus feromonas por más que intentara oler de cerca su cabello. Sólo percibía el aroma del shampoo y el Suavitel de su ropa.

—¿Cuántos años tienes, mocoso? —decidió preguntar.

—Veintiuno. —respondió sin ganas.

—No eres tan pequeño, a juzgar por tu estatura y tu delgadez, pensé que tenías menos de veinte.

Belong to me © Kookmin Omegaverse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora