Después de veinticuatro horas juntos en la habitación del hotel, decidimos aventurarnos en el pequeño pueblo de Goose Bay. Nos enteramos a través de la mujer de la recepción que había una feria de invierno, así que seguimos la dirección hacia el complejo deportivo de la ciudad a tiempo para tomar ventaja de la competencia de cocina de chile. Había puestos instalados de artesanías y vendedores, y un DJ tocaba algo de música.
—¿Cómo decido si esto no me va a gustar porque no me agrada el chile o no me gusta porque este chile es particularmente malo? —preguntó Jake.
Lo miré de reojo. Llevaba de nuevo mi sudadera con capucha de los Colts ya que todas las ropas que había empacado eran más adecuadas para reuniones de negocios en Frankfurt que para una feria de invierno canadiense. Le quedaba enorme, pero se veía precioso. —Pensé que eras vegetariano.
Él se encogió de hombros y tomó otro bocado dudoso del chile. —Depende de mi estado de ánimo. Es mejor para ti mientras te agrade comer saludable y te gusten las legumbres.
Usé la cuchara de mi propio chile para señalar su bowl. —Ese es un plato de legumbres que no te gustan.
Jake arrojó el chile a medio comer en una caneca de basura cercana. —Creo que necesito algo dulce para limpiar mi paladar.
Solté una risa. —Eres un adicto al azúcar. Jamás había visto a alguien comer tantos dulces, especialmente a alguien que tiene un cuerpo tan tonificado.
Sus mejillas se colorearon. —He ganado algo de peso desde que me cambié a un trabajo de oficina. Probablemente debería parar con los caramelos. En mi anterior trabajo, estaba siempre de pie, moviéndome de un lado a otro, cargando pacientes. Llevaba a varios pacientes a caminar en cada turno, incluso si era alrededor de los corredores. Ahora paso tanto tiempo en un escritorio, que me sorprende que mi trasero no se haya aplastado del tamaño de un panqueque gigante.
Hice un gran gesto de mirar hacia atrás a su trasero. —No hay panqueques aquí. Solo un par de preciosos...
Jake me dio un golpecito en el costado, aunque se estaba riendo. —Para. Es un evento familiar.
—Pantalones —terminé —. Ikeu, ¿qué pensaste que iba a decir?
Él me pinchó nuevamente. —Estoy usando un par de jeans andrajosos y una sudadera tan larga que cubre mis panqueques y mis piernas de pollo, muchas gracias.
—Bueno, que conste que disfruto de los panqueques y las piernas de pollo, así que vale.
Vagamos alrededor de los stands de artesanías y nos detuvimos aquí y allá para comer algunos dulces locales. Jake se emocionó particularmente cuando descubrió a una pareja anciana que vendía hilo hilado a mano. Charló con ellos por unos sólidos veinte minutos, preguntándoles acerca de sus granjas y ovejas, su proceso de teñido del hilo, y que proyectos podía hacer mejor con la boca de hilo amarillo claro y cremoso que había escogido.
—¿Venden agujas también? —Él preguntó emocionado. Una vez lo ayudaron a tomar todo lo que necesitaba para lo que ahora veía sería un simple gorro de bebé, ellos nos desearon buena suerte a nosotros y a nuestro nuevo bebé.
—Creo que se cruzaron algunos cables allá —Le susurré mientras nos alejábamos.
—Cómo sea. Siempre he querido probar las agujas circulares, y esta es la excusa perfecta. Si puedo conseguirlo antes de nuestro vuelo de mañana, quizás pueda mantenerme distraído durante todo el vuelo a casa.
—¿Sabes tejer?
Él me miró con el ceño arrugado. Noté, no por primera vez, que tenía una pequeña y polvorienta marca de nacimiento marrón con la forma de Florida en el inicio del cabello, justo en la raya divisoria. —¿Pensaste que había comprado hilo y agujas por impulso?
Yo había estado mirando fijamente a sus ojos de nuevo. Los iris eran de un extraño verde claro que me recordaban a volar sobre las aguas cristalinas del mar caribe.
Me aclaré la garganta y di un paso hacia la fila para comprar un par de chocolates calientes y mantenernos cálidos en el viaje de regreso al hotel.
Mientras que era el inicio de la primavera en Chicago, definitivamente era pleno invierno aquí en Goose Bay.
—Asumí que era un regalo para tu madre o tu hermana —admití —.Ignora el descarado sexismo.
—No, está bien. Aprendí de una de mis pacientes hace tiempo. La artritis se volvió demasiado dolorosa para que pudiera acabar la mitad de la bufanda que había comenzado para su doceavo nieto. Había hecho bufandas para todos sus otros nietos, y este era el último. Después de uno de mis turnos, me ofrecí a quedarme e intentar terminarla por ella. Resultó ser maravilloso. Nos reímos muchísimo. Me tomó probablemente... no lo sé, dos semanas de trabajo aquí y allá. Y una vez que estuvo terminada, quedé enganchado. No sé hacer nada nada elegante, pero me gusta tener las manos ocupadas mientras veo TV.
Me imaginé a Jake sentado junto a una paciente en el asilo de ancianos, tejiendo durante una tormenta mientras ambos chismeaban sobre algún programa de juegos en la televisión. Era fácil imaginarlo de esa forma, disfrutando de escuchar viejas historias y apreciando genuinamente el tiempo que pasaba con ellos.—Yo juego a juegos tontos en mi teléfono —admití —. Paso muchas noches en hoteles, así que encuentro algo que ver en la TV y me pongo a jugar Candy Crush o Words With Friends o 2048. Mi vieja vecina, la señora Stickley, solía decir que nuestra generación se había criado con demasiadas habilidades de multitareas y por eso siempre teníamos que estar haciendo muchas cosas al tiempo.
Jake achicó los ojos hacia mí y sonrió ampliamente. —¿Nuestra generación?
Era nuestro turno de ordenar, así que le dije al joven detrás de la barra lo que queríamos y saqué algo de efectivo para pagar. Después de que él nos ofreció dos tazas reciclables, me ofrecí a cargar la bolsa de papel de Jake a cambio de pasarle su bebida.Él me la entregó sin pensarlo y comenzó a soplar su chocolate mientras caminábamos hacia la puerta para regresar al hotel.
—Así que, sí. Eres un poco más joven que yo —comencé a decir con una sonrisa —. No necesitas echármelo en cara.
—Creí que si estabas volando los grandes aviones de United, tendrías que estar al menos... ¿Qué? ¿A mitad de los treinta?
La sonrisa de Jake era adorable.
—De acuerdo. Puede que solo sea un pelín mayor que tú —dije, moviendo las asas de papel de la bolsa sobre mi brazo, para así poder dar un sorbo a la bebida caliente —, Pero, tienes que saber, que hay un capitán 777 que solo tiene veintisiete años.
—¿Eres tú? —Ikeu era cautivador cuando me molestaba. Me hacía desear que lo hiciera con más frecuencia.
—No, listillo. No soy yo. Tengo... —Hice un gran gesto de mirar alrededor para estar seguro de que nadie me oía, antes de inclinarme y susurrar —. Treinta y seis.
El sonido de la risita de Jake, opacada detrás de su mano, era lo mejor que había oído antes. Amaba hacerlo reír. Alcé la mano y revolví sus cabellos. —Ríete todo lo que quieras, joven padawan.
Él sacudió mi mano y se apartó lejos de mi alcance mientras continuaba riendo.
—Si te hace sentir mejor, estás envejeciendo muy bien.
La mirada que me regaló hizo que mi polla se endureciera. —Vas a tener que cargarme de regreso si no paras de mirarme de esa forma, porque no seré capaz de caminar.
Él agitó las pestañas hacia mí. —¿Mirarte cómo? ¿Cómo si fueras un delicioso acompañamiento de carne de res añejada o un riquísimo vaso de whiskey añejo?
Coloqué mi brazo alrededor de sus hombros y lo acerqué a mí, murmurando bajo mi aliento sobre irrespetar a los mayores. Nos molestamos el uno al otro en todo el camino de vuelta al hotel donde, inmediatamente lo empujé de cara al escritorio, le bajé los pantalones y la ropa interior hasta los tobillos y procedí a mostrarle con mi lengua, dedos y finalmente mi dura verga que algunas cosas, de hecho, se volvían mejores con la edad.
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End up here | Sungjake
Fanfic¿Cómo terminamos hablando en primer lugar? Dijiste que te gustaba mi camiseta de Cobain. Ahora caminamos de regreso a tu casa. Llámame afortunado porque al final, yo soy un seis y él un diez. Él está tan en forma que yo soy inseguro, pero él sigue v...