CAPÍTULO OCHO - SUNGHOON

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Maratón 3/3

Era él. Reconocería esos dulces ojos verde claro en cualquier lugar. Mis labios recordaban la calidez de las curvas de su piel y el sabor de sus besos. Él se veía tan sorprendido como yo cuando nos miramos el uno al otro a través de la puerta de la cabina.

Me forcé a concentrarme en la tarea en cuestión. Necesitábamos poner este avión en el aire. Mientras más rápido llegáramos a Frankfurt, más rápido sería capaz de rogarle que me diera algunos minutos de su tiempo para obtener su información de contacto. Mientras tanto, la voz del capitán se quebró en mis auriculares, lo cual me ayudó a mantenerme concentrado durante el carreteo y despegue. Una vez nos encontrábamos en altitud de crucero, mi mente bajó de regreso a Nurseikeu. ¿De verdad había sido él?

Los ojos de ciervo sorprendido habían sido inconfundibles. Ese hombre era sensual como el infierno e irresistible. Me preguntaba por qué estaba volando hacia Frankfurt. ¿Tenía familia en Europa? ¿O negocios? ¿Y si él era un enfermero como había asumido, cómo era capaz de pagar un vuelo en un jet privado? El otro pasajero que yo había visto era el anciano Sr. Lee, cuya compañía era dueña del avión. Ya había conocido otros miembros de la familia que trabajaban para la empresa, así que no creía que Ikeu fuera parte de la familia Lee, Pero, quizás, ¿trabajaba para la compañía junto a Mr. Lee?

Quizás Ikeu era el enfermero del hombre. Pero, ¿qué si era más? Mr. Lee podría ser el sugar daddy de Ikeu, por lo que sabía. ¿Cómo me hacía sentir eso? Definitivamente eso podía explicar su necesidad de tener relaciones sexuales conmigo. Incluso aunque estuviera solo, él había sido inflexible sobre no tener contacto durante nuestro encuentro, ¿Sería injusto de mi parte acercarme a él? Quizás tendría que ser cauteloso y fijarme en su lenguaje corporal.

Mi piel picaba con la necesidad de salir de la cabina de vuelo y hablarle, pero no podía. Solo había estado en este trabajo por algunas semanas y todavía tenía ansiedad por probarme a mí mismo como alguien enfocado y dedicado, incluso aunque a mi compañero piloto no le importara. Ya me había percatado de que este capitán era diligente y profesional, pero no se tomaba su trabajo muy seriamente. Era lo que me había atraído a este puesto. Esperaba poder aprender sobre el balance entre vida y trabajo de pilotos como él, y ya había disfrutado los pocos viajes en los que Ricky y yo habíamos volado juntos. Él había sido un piloto de la fuerza aérea quien se había cambiado a volar para Delta. Ya habíamos compartido algunas historias de nuestro tiempo en el servicio, así como de vuelos locos y aún más locos, pasajeros en los pocos viajes que habíamos hecho juntos, pero gracias al cielo, me dijo que no muchas cosas inesperadas ocurrían en el lado de los vuelos ejecutivos. Su esposa, Vanessa, quien resultó ser nuestra asistente de vuelo en este viaje, estaba de acuerdo con él. Era más predecible y callado.

Y hasta ahora lo había sido. Hasta como dos horas y media de vuelo. Comenzó como un sonido duro en el motor izquierdo. Las alarmas comenzaron a sonar.

—¿Qué diablos fue eso? —preguntó Ricky.

—¿El choque de un ave? —pregunté —. Así fue como se sintió, ¿pero no estamos muy alto?

Reaccionamos con rapidez, evaluando la situación y ejecutando acciones de memoria para extinguir el fuego en el motor. Vanessa llamó para portar un olor a humo en la cabina.

—Aguanta —le dije —. Hubo fuego en el motor de babor, pero ya no. Nos desviaremos a otro lugar para echar un vistazo —No había forma en que nos arriesgáramos a cruzar el océano bajo estas circunstancias.

Otros golpes más y nos quedamos sin el motor de babor por completo. Las alarmas en el motor de estribor también se encendieron, pero eran solo de advertencia. Pasó todo muy rápido. Pasamos de un crucero sin esfuerzo por el norte de la ciudad de Quebec a decidir desviarnos a Goosey Bay preguntándonos si siquiera lograríamos llegar a una pista de aterrizaje real antes de tener que llevar el avión a mitad de la nada.

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