Una siesta.

222 15 37
                                    

Siento una extraña comodidad, me hundo sobre las sabanas que me rodean, disfrutando de estas al máximo. Entonces, recuerdo lo recien sucedido.

Despierto de golpe, como si hubiera salido de una pesadilla solo para caer en otro aún peor. Mi respiración es errática, y me siento desorientado mientras intento comprender dónde estoy.

La cama bajo mí es más suave de lo que jamás he sentido, pero esa suavidad resulta incómoda, Casi parece que quisiera atraparme, aferrándose a mi piel como una prisión invisible. Me incorporo con esfuerzo y lo primero que hago es examinarme; mis manos, mis brazos, mi pecho... no hay nada, No hay heridas, ni siquiera un rasguño. Todo está perfecto, como si el accidente nunca hubiera ocurrido...

Un escalofrío me recorre cuando miro a mi alrededor. La habitación es oscura, con sombras que parecen cobrar vida propia en los rincones. Pero lo que realmente llama mi atención es un cuadro enorme en la pared. Es imposible no reconocerlo. Ahí está él, Bill, con una corona dorada en la punta de su cabeza triangular, un centro de oro, y lo que parece ser un planeta en sus pies.

Y esa mirada de victoria en su ojo arrogante e imponente que me hace sentir pequeño, insignificante..Me observa desde ese retrato con la misma intensidad con la que me atormenta en mis pesadillas. Me obliga a apartar la vista, y es entonces cuando noto algo peor; Mabel no está aquí.

El pánico me sacude, y busca frenéticamente algún indicio de mi hermana con los ojos por la habitación, Como, al parecer, con el miedo de que si me levantaba de la cama sería comido por alguna especie de criatura. Entonces, me giro bruscamente...

Y entonces lo veo. Está ahí, a un lado de la cama, ni siquiera lo había notado antes. El me observa en completo silencio, con una sonrisa inquietante, la cual, podría devorarme de un bocado, con esa mirada penetrante que parece atravesarme. No sé cuánto tiempo lleva viéndome, pero la intensidad de sus ojos me paraliza. Sin pensarlo, me arrojo hacia el primer cojín a mi alcance y se lo lanza a la cara. Lo sigo con otro cojín, aún sabiendo que es inútil, pero todo lo que hace es reír. Esa risa suya, burlandose de mi intento de protección con cojines, retumba en la habitación, fría, profusa.

- ¿¡QUÉ HACES AQUÍ!? -le grito, con el miedo y la frustración retorciéndose en mi garganta

- ¿¡DÓNDE ESTA MABEL?!-ni siquiera le doy tiempo a contestar.

Antes de que pueda reaccionar, Bill se mueve con una rapidez que no me deja tiempo para procesar. En un instante, está sobre mí en la cama, inmovilizándome con una facilidad aplastante, sujetando mis muñecas con sus manos firmes.

Ahora que está tan cerca, puedo ver los detalles de su nueva forma, ya no es el triángulo de un solo ojo al que estoy acostumbrado. Su piel es morena, el cabello dorado, con mechones negros que caen rebeldes sobre su frente. Pero lo que más me atrapa son sus ojos, es el dorado ardiente que proyectan sus ojos, con sus pupilas verticales como las de un gato, fijas en mí con una intensidad que casi me roba el aliento. Lleva un traje oscuro y elegante, con detalles dorados que capturan la poca luz de la habitación, resaltando cada movimiento. Todo en él parece diseñado para atraerme y aterrarme al mismo tiempo.

Trago saliva, Bill mete la mano por dentro de mi camiseta, colocándola sobre mi pecho, como si marcara su territorio.

-¿Realmente creíste que el trato sería tan simple? -dice Bill con esa voz tan burlona que odio

-Te dije que te salvaría, y eso hice. Ahora, tú me perteneces. Ella está bien, está con tus tíos.-

-¿Cuánto... cuánto tiempo llevas observandome?

-Desde que te desmayaste.- Dice, acercándose su rostro más al mío.

-¿Que tiene de Interesante una siesta?- digo mientras aún intento mantener la calma, intentando que mi tono no se note tembloroso.

Una OBSESIÓN (Billdipp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora