-Llévame con Mabel, AHORA- Dije con furia, aún con los ojos llorosos.
Bill, chasqueó los dedos, haciéndonos aparecer en mi habitación. Sin siquiera pensar que había traido a uno de los demonios más peligrosos del universo a mi cuarto, corrí escaleras arriba.
Subí las escaleras casi sin darme cuenta, el sonido de mis propios pasos resonando en mi cabeza como un eco que no podía detener. Estaba tan aturdido, tan perdido en el caos de lo que acababa de suceder, que no pensaba en nada más que en llegar arriba, en ver con mis propios ojos si Mabel estaba bien, Si estaba viva.
Cada peldaño bajo mis pies parecía más pesado que el anterior, pero no me importaba. Mi respiración era irregular, mi pecho se sentía a punto de explotar. Si Mabel estaba allí, si de alguna manera ella seguía con vida... no podía dejar de pensar en eso. No podía pensar en nada más.
Al llegar al último escalón, me detuve un momento. No sabía qué esperaba encontrar, pero mis ojos se dirigieron automáticamente a la habitación. Y allí estaba ella:
Mabel.
Acompañada de Candy, Grenda, Pacífica Wendy y Soos, que preguntaban sobre su estado y le traían algunos regalos para hacerla sentir mejor.
Sana, sonriente, perfecta. No tenía ni una sola cicatriz, ni un rasguño, era como si nada hubiera pasado. Como si todo aquello que había sucedido, ese terrible accidente, esa oscuridad... Nunca hubiera existido. Solo ella, en su forma más Mabel, con su risa y esa energía que siempre tenía.
No podía creerlo.
Parpadeé varias veces, incapaz de procesar lo que veía. Mi mente se nublaba con una sensación que no podía describir, como si la realidad misma estuviera a punto de desmoronarse. Solo pude quedarme ahí, mirando, con el corazón latiendo tan fuerte que me dolía el pecho.
Cada paso hacia ella es un desafío a mi corazón. Ni siquiera me preocupa lo que Bill, pueda estar haciendo a mis espaldas, ni la razón por la que estoy aquí de pie. Solo veo esa sonrisa que me devuelve la vida, que confirma que no es un sueño ni un truco. Ella está aquí, viva.
Las lágrimas brotan sin permiso, y siento el dolor de cada una de ellas recorriendo mis mejillas. No puedo contener el sollozo que se me escapa, atorado en mi pecho desde el momento en que mis brazos la sostuvieron por última vez. Doy unos pasos hacia ella, casi temblando, y me acerco, apenas respirando, temiendo que si hago un movimiento brusco, ella pueda desaparecer.
Antes de que pudiera decir una sola palabra, la abracé. No me importaba nada más. Ni el miedo que aún me perseguía, ni el hecho de que todos los demás estaban mirando, ni siquiera el dolor que aún me quemaba por dentro. Solo la abracé, y de repente, todo el sufrimiento que había estado cargando durante tanto tiempo, todo el peso de las mentiras que había guardado, salió.
El abrazo se convirtió en algo más. Fue como si mi cuerpo estuviera gritando, como si estuviera pidiendo perdón por todo lo que había tenido que soportar, como si, por fin, después de tanto tiempo, pudiera sacar todo lo que estaba destrozado por dentro. Sentí cómo el dolor se acumulaba en mi pecho y amenazaba con desbordarse en lágrimas, pero no podía dejarlo salir, no podía dejar que los demás lo vieran. Mabel no sabía lo que pasaba en mi cabeza, y no podía saberlo. No quería que supiera cuánto había sufrido.
Simplemente aguantaría, como siempre lo he echo.
Mi respiración se volvió irregular, mis manos temblaban mientras la rodeaban con una fuerza desesperada, como si tuviera miedo de que en cualquier momento ella desapareciera, como si su presencia fuera la única razón por la que aún seguía de pie. El dolor era tan fuerte que sentí que me ahogaba, como si todo lo que había guardado, todo lo que había reprimido por tanto tiempo, finalmente quisiera escapar.
Quería gritarle, quería contarle todo, quería que supiera todo lo que había tenido que soportar, quería que supiera que, en muchos momentos, solo me quedaba mirarla en silencio, porque no podía mostrarle que yo también estaba roto por dentro.
Pero todo eso… Lo guardé.
En lugar de palabras, solo salió un sollozo. Un sonido ahogado, una especie de grito que nunca había podido dejar escapar. El nudo en mi garganta se apretó aún más, y por un momento, creí que me iba a desplomar.
-No me dejes, Mabel… por favor…Eres lo único que me queda...-susurré, casi sin darme cuenta, mientras mis manos apretaban con más fuerza su espalda, como si de esa forma pudiera asegurarme de que nunca más se iría.
Sentí como el calor de las lágrimas comenzó a arder en mis ojos. El dolor de esos años de silencio, de esas luchas internas, de todos los momentos en los que había deseado que alguien me viera de verdad, se derramaba sin control. Y aunque no quería que ella lo viera, aunque odiaba que mi vulnerabilidad saliera de esa forma frente a ella, no pude evitarlo. Las lágrimas, como si finalmente obtuvieran permiso para salir, cayeron con fuerza, una tras otra, como si el dolor finalmente tuviera una salida.
La vergüenza me quemaba. Todo mi cuerpo se tensaba por dentro, deseando poder esconderme. Porque nunca, nunca había mostrado lo que realmente sentía. No era algo que pudiera hacer, no en frente de ella. Pero aquí estaba, llorando en sus brazos, dejando salir todo lo que había guardado durante tanto tiempo, y no podía hacer nada para detenerlo.
No me importó si los demás veían mi vulnerabilidad. No me importó si Bill, o cualquier otro demonio, me estaba observando. Solo importaba ella, y esa era la única verdad que necesitaba en ese momento.
-Mabel… no sabes… no sabes cuánto te necesito… -Dije entre sollozos, mi voz quebrándose, mi pecho tan apretado que sentía que iba a explotar.
Cada lágrima que caía me dolía, pero a la vez, me aliviaba. Al fin y al cabo, había pagado un precio por ella, un precio que no comprendía por completo, pero que sabía que valdría la pena. Porque tenía a Mabel. Tenía su sonrisa. Y, aunque todo lo demás estuviera en ruinas, nada podía separarme de ella.
Por un momento, me había olvidado de todos los demás. de Bill, De la oscuridad, De la locura que se había desatado. Nada de eso importaba. No podía pensar en nada más que en ella, en mi hermana, que estaba a salvo. Y eso era lo único que realmente importaba ahora.
Nunca le había dicho algo tan directo. Nunca le había mostrado esa parte de mí, esa parte rota que nadie conocía, siquiera Bill lo hacía.
Finalmente, me separé un poco, solo lo suficiente para mirarla.
-¿Que tontería estás diciendo ahora? ¿Te golpeaste la cabeza en el accidente? Estoy aquí, viva y hermosa.- Dijo con su típico tono de burla.
No debería haberme desahogado. Por alguna razón, tenía esperanza, esperanza de que me calmaría, mientras me abraza y consolaba.
Wendy se acercó, al igual que las otras personas a mí alrededor:
-Hey chico ¿Te encuentras bien?- Dijo Wendy.
Seguido siguió soos y Candy.Esta era la razón por la que odiaba monstar mis sentimientos. Odiaba preocupar a la gente, odiaba que se burlaran o lo minimizarán. Aunque, no les culparía si lo hicieran, no es como si supieran algo.
-Gracias por su preocupación, estoy bien… -dije, con un intento de tranquilizar mi voz, aún rota.
Las palabras salieron de mi boca en un susurro, casi como una confesión que nunca había tenido el valor de decir. Me sentía ridículo, expuesto, y en ese momento, todo mi ser quería esconderse en una esquina. Mi vergüenza me quemaba las mejillas, me sentía torpe, como siempre cuando se trataba de mis propios sentimientos. Pero, al mismo tiempo, no podía hacer nada para evitarlo. Estaba demasiado frustrado. Demasiado aliviado y a la vez decepcionado. Lo único que quería era que ella supiera cuánto la necesitaba.
-¿Estás seguro de que estás bien?- Preguntó mabel, todavía con ese toque de burla, pero con una sonrisa que lo iluminaba todo.
Y aunque mi corazón seguía golpeando con fuerza, aunque aún podía sentir la presión de lo que había hecho para salvarla, solo le respondí con una sonrisa tonta, esa que no podía evitar cuando estaba cerca de ella.
-Sí… sí, estoy bien, ahora sí.-
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Una OBSESIÓN (Billdipp)
RomansaDespués de ser Abandonado por su familia, torturado física, mental y sexualmente hasta el límite y convertido en un juguete para su padre y un grupo de compañeros de curso, aprendió a sobrevivir sin esperar que nadie viniera a salvarlo. Su única luz...