Esconder, sufrir, mentir.

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El momento en que Bill apareció fue tan predecible como exasperante. Su sonrisa burlona, esa inclinación casi teatral hacia nosotros. Sabía que iba a intentar algo, pero no me esperaba lo que dijo:

— Pero miren nada más... parecen una adorable parejita de tortolitos— dijo, con sus típicos movimientos teatrales acompañados de sus asquerosas carcajadas.

"¿Tortolitos?" Ese término era nuevo para mí. Mi interés por entender los detalles del lenguaje humano me llevó a buscar su significado en menos de un milisegundo. Y cuando lo comprendí, desvié la mirada hacia Dipper, esperando su reacción. No porque me importara lo que pensara, sino porque... bueno, me interesaba.

Lo que pasó después no era algo que ni Bill ni yo habríamos anticipado.

Dipper se levantó rápidamente, casi tropezando con una de las sábanas de la inmensa cama, y se arrodilló en el suelo frente a nosotros. Su voz, temblorosa, rozaba el borde del llanto mientras comenzaba a hablar.

—Lo siento. —Su tono era dolorosamente sincero, como si cada palabra le costara un pedazo de sí mismo—. Sé que era parte del trato, y simplemente debería haberme quedado quieto y esperar a que terminaras.

Fruncí el ceño. ¿Qué estaba diciendo?

Dipper bajó la cabeza.

Su voz era baja. Entre dientes.

Me quedé helado.

Bill parpadeó. Sorprendido.

—¿Perdón?

—Lo siento. —repitió Dipper. —No quería… No quise… Perdón.

—Fui un exagerado, se que habeces puedo parecer un niño llorón, lamento haber llorado por esa tontería. Es solo que...

Su voz se quebró, y noté cómo Bill, a mi lado, tensaba ligeramente los hombros, aunque mantenía su sonrisa vacilona.

Algo me subió por la garganta. Un mal presentimiento, un nudo de incomodidad que no había sentido en siglos.

Dipper no sonaba nervioso.

Sonaba… entrenado. Cómo si hubiera echo esto un millón de veces.

Y entonces lo vi.

La forma en la que encogía los hombros, la forma en la que no me miraba a los ojos, ni a Bill, ni a nadie.

Como si se estuviera haciendo más pequeño a propósito.

Como si esperara que lo golpearan.

—No lo volveré a hacer. —Dipper bajó aún más la cabeza, como si intentara hundirse en el suelo—. Si estás enfadado, no voy a resistirme. Sé que te debo todo... mi vida. Por lo que hiciste por mí. Estoy agradecido, de verdad lo estoy.

Hubo un silencio tenso.

La sonrisa de Bill, esa repugnante mueca manipuladora que siempre llevaba como una máscara, se desvaneció por un momento. No completamente, claro. Intentó disfrutar de la escena, del espectáculo de sumisión que Dipper le ofrecía, pero yo podía ver más allá. Vi cómo sus labios temblaban ligeramente, cómo sus ojos evitaban los míos. ¿Vergüenza? ¿Bill chiper avergonzado?

—Oh, vaya… No esperaba esto.

Se agachó, colocando dos dedos bajo el mentón de Dipper para levantarle la cara.

Y Dipper no se resistió.

Solo lo dejó hacer.

Bill chasqueó la lengua.

—Esto es nuevo.

No podía procesar lo que estaba viendo.

Dipper. Dipper Pines.

Una OBSESIÓN (Billdipp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora