cap 18

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Ya habían pasado algunos días desde aquel incidente. Lando estaba en casa de Daniel, acostado. Daniel le prohibió hacer fuerza y le recomendó reposo absoluto.

— Amor, te dije que estamos bien, puedo levantarme —reía Lando mientras su novio entraba con una bandeja llena de cositas dulces.

— Pero yo quiero tener una cita aquí contigo —Daniel hizo puchero y se acostó a su lado mientras dejaba la bandeja.

— Eres tan lindo —Lando se acercó y besó los labios de este.

Estaban felices juntos. Si bien Lando solía sentirse mal en las noches recordando a su papá y comenzaba a llorar, ahí estaba Dani a su lado, abrazándolo y demostrándole que está bien llorar y que es necesario hacerlo; que si está triste, él estará ahí para él.

Otra situación era la casa de los Wolff y Horner, porque cada vez pasaban más tiempo juntos. Los dos mayores parecían uña y mugre, y los dos menores, bueno, ellos sufrían.

Toto castigó a George por lo de la universidad, sin ver a Lewis por una semana y media. Según él, era un castigo fuerte para que entendiera que jamás debe mentir, y menos para hacer feliz a Toto.

Y Checo... Checo tiene a su papá en la nuca. Siempre está presente cuando él está con Max, y su mentira se va desvaneciendo poco a poco.

— Horner, amor, sabes que no puedes alejar a Checo de Max —estaban en el sofá de la sala tomando una copa de vino.

— Lo sé, pero tengo miedo, ¿sabes? ¿Qué tal si dañan a Checo? Tú también tienes el mismo miedo que yo y lo sabes —Christian le reprochó a su pareja mientras tomaba un poco de vino.

— Sí, pero la vida es así. Si tiene que pasar, tiene que pasar. Si no dejamos que nuestros hijos vivan la vida, no podrán afrontarla como es. No podemos tener a nuestros hijos en una burbuja —Toto parecía que había aprendido de Sebastián, por primera vez.

— ¿Dónde está mi Toto que le prohibió a su hijo tener novio hasta los 50? —Christian rió levemente y se acercó para dejar un pequeño beso en los labios de Wolff.

— Sigo aquí, solo que me hago viejo y me gustaría tener un mini George corriendo por casa de nuevo. Seríamos muy felices, ¿no? Un mini George y un mini Checo —Toto se imaginó a niños corriendo por esa casa y solo suspiró ilusionado—. La verdad, la única vez que vi a mi hijo tan feliz fue cuando le compré una heladería Creizel Supra y cuando está con Hamilton.

— Sí, me gustaría tener un nieto. Extraño ver a nuestros hijos correr por casa y jugar, y pelear también —rió levemente mientras se apoyaba en el hombro de Toto.

— ¿Recuerdas cuando encontramos a los chicos durmiendo en el patio porque querían ver si Santa entraba por la chimenea? —suspiró con nostalgia recordando las travesuras de su hijo y sus sobrinos.

— Y cuando los llevamos a pedir dulces y lo único que hacían era tocar los timbres y salir corriendo —ambos rieron con nostalgia.

Tal vez sería bueno un nuevo niño en casa, que los alegre un poco; volver a vivir esos berrinches como los de George o volver a vivir los inventos de Checo: las travesuras de Óscar, volver a tener a alguien tan gracioso como Lando o alguien tan tierno como Charles.

— Pronto tendremos un nuevo bebé en la familia, Landito está embarazado —Toto estaba feliz por el próximo bebé.

— Dile a Hamilton que te haga un nieto —Horner rió al ver la cara de indignado de Toto.

— Dile mejor a Max que nos dé un nieto —Horner entrecerró los ojos levemente y le levantó el dedo del medio a su novio.

— ¡Papás, pueden venir Lewis y Max a cenar?! —George llegó a la sala y se sentó en el sillón, haciendo puchero y mirando a los mayores. Cuando estaban los cuatro solos, solían decirles papás a ambos; eran los únicos que sabían que los mayores eran novios desde hacía mucho tiempo y, bueno, fueron criados por los dos hombres.

Amores un tanto prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora