Prólogo

1.9K 110 4
                                    


La primera vez que Max se acercó a mí en la biblioteca fue como un rayo de sol atravesando una nube oscura. Recuerdo que estaba sumido en mis pensamientos, rodeado por el suave murmullo de las páginas y el ligero aroma a papel viejo, cuando sentí su presencia. Era inconfundible: un brillo que iluminaba el rincón más sombrío de mi vida. Me miró con esos ojos azules que parecían reflejar el cielo despejado, y me sentí expuesto, como si él pudiera ver todo lo que había en mi interior. ¿Cómo era posible que alguien como él, con su familia perfecta, sus excelentes calificaciones y esa sonrisa que podría iluminar cualquier habitación, se dirigiera a mí?

Mis inseguridades se agolpaban en mi mente. Max era el chico más popular de la escuela. Todos lo admiraban, y su círculo de amigos siempre estaba lleno de risas y miradas envidiosas. En contraste, yo me sentía invisible, un espectador en mi propia vida. Mis días transcurrían en un limbo de soledad, mi familia era un caos y no tenía a nadie a quien recurrir. A veces, me preguntaba si alguna vez tendría un lugar en este mundo.

Cuando Max se sentó a mi lado, no podía creerlo. La idea de que se interesara en mí era desconcertante, pero me dejé llevar. Hablaba con tanta facilidad sobre su día, compartía anécdotas sobre sus amigos y sus clases, y yo me encontraba escuchándolo con atención, disfrutando de cada palabra que pronunciaba. Me hacía sentir importante, como si lo que tenía que decir realmente importara. Con cada conversación, sentía que me sumergía más en su mundo, un mundo que parecía tan brillante y lleno de posibilidades.

A medida que pasaban las semanas, nuestros encuentros se hicieron más frecuentes. Las tardes en la biblioteca se convirtieron en algo sagrado para mí. Eran momentos de paz en medio del caos que rodeaba mi vida. Me hablaba con entusiasmo sobre sus planes, sus sueños, y, por un instante, me hacía olvidar que estaba atrapado en una existencia que a menudo me parecía desoladora. Sus historias eran como un puente hacia un lugar donde todo parecía posible.

Sin embargo, había algo en la forma en que Max se comportaba que me hacía sentir cada vez más seguro a su lado. Sus sonrisas eran como un bálsamo para mis heridas, y su atención era una droga que no podía dejar de buscar. Comenzaba a anticipar esos momentos, contando las horas hasta que pudiera verlo. Me hacía sentir como si finalmente perteneciera a algo, como si, a su lado, las sombras de mi vida se desvanecieran, aunque fuera por un breve tiempo.

Una tarde, mientras estábamos sentados en un rincón apartado de la biblioteca, algo cambió en el aire. La conversación fluyó con un tono diferente, una especie de electricidad que vibraba entre nosotros. Sentía su cercanía, su aroma, un sutil rastro de algo fresco y limpio. Nuestros ojos se encontraron y, en un instante, el mundo exterior se desvaneció. La biblioteca, con sus estanterías llenas de libros, desapareció. Solo estábamos nosotros.

Y entonces, ocurrió. Con un movimiento suave pero decidido, Max se inclinó hacia mí. Sus labios, cálidos y suaves, se encontraron con los míos. En ese beso, experimenté una mezcla de emociones: sorpresa, euforia y una vulnerabilidad que me asustó. Era un gesto simple, pero en ese momento, el mundo dejó de girar. Era como si él me hubiera atrapado en una burbuja, un refugio donde las inseguridades y el caos de mi vida no podían penetrar.

Cuando nos separamos, su mirada brillaba con una chispa que nunca había visto antes. Era como si, en ese breve instante, hubiera sellado un pacto entre nosotros, un acuerdo tácito que me ató más a él. Su sonrisa, tan brillante como siempre, me hizo sentir como si flotara. No podía dejar de pensar en lo que había significado ese beso: era un símbolo de que, por fin, había encontrado a alguien que me quería, alguien que me había sacado de la oscuridad en la que había estado sumido.

Sin embargo, con cada día que pasaba, la felicidad que sentía se entrelazaba con una sombra de inquietud. Aunque Max había iluminado mi vida, también había comenzado a darme cuenta de que, a medida que me adentraba más en su mundo, mis propias sombras empezaban a seguirme más de cerca. Me sentía cada vez más atrapado en la luz que él irradiaba, como si mis propias inseguridades comenzaran a reflejarse en sus ojos. Era un juego peligroso, y aunque estaba emocionado por lo que habíamos compartido, no podía evitar sentir que, él era mi salvavidas.

Así que, mientras continuaba navegando por ese nuevo camino, me encontré luchando en un mar de emociones contradictorias, aferrándome a Max, su luz, pero consciente de que cada día, cada momento compartido, me alejaba de mi propio reflejo.

  I believe you || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora