5. Una acompañante para la noche

4 4 0
                                    

Connor

No sé cómo he acabado aquí.

Mi plan de viernes-noche era quedarme en casa mientras veíamos alguna película. Pero noooooo, Sam ha tenido la gran idea de ir a una discoteca cuando los tres sabemos que la última vez que fuimos a una, tuvimos que separarle de una pelea. Sí, esta fue la pelea por la que acabó encerrado con Megan en el jardín botánico. Al parecer el chico al que estaba pegando era el hijo del decano, y él no se tomó muy bien el hecho de que su hijo volviera a casa lleno de heridas. Lucas y yo nunca supimos la razón por la que empezó la pelea, ni siquiera ahora que ya ha pasado un mes desde la pelea. Sam nunca nos ha querido hablar de ello, pero para que se cabree tanto, ha tenido que ser algo grave.

De todos modos, perdono a Sam y a Lucas por haberme arrastrado aquí en contra de mi voluntad porque gracias a ellos he vuelto a ver a la chica misteriosa. Aunque bueno, supongo que ya no es la chica misteriosa, ahora es Hazel. «Hazel». Qué nombre tan bonito tiene. Podría acostumbrarme a oír ese nombre a diario.

—¡¿Quieres algo más para beber?! —me pregunta Sam, casi gritando, porque con la música tan alta es casi imposible escucharlo.

—¡No, gracias!

—Aburridooo —canturrea.

—Déjale, Sam —interviene Lucas—. ¿No ves que está pensando en Hazel?

—¿Quién coño es Hazel? —pregunta Sam, confuso.

—La chica misteriosa —aclara.

—Ahhhhh, es verdad. Se me había olvidado —dice y luego se mueve de un lado a otro al ritmo de la música, ignorándonos.

Tengo que ser sincero, me estoy aburriendo un huevo. Bueno, creo que los tres lo estamos. Mientras que Lucas mira embobado a un chico moreno y bastante alto que está hablando con una chica, Sam y yo bailamos -más bien lo intentamos- sin saber que más hacer con nuestras vidas. Lo único que me consuela en momentos como este es el alcohol y saber que Hazel está en la misma discoteca que yo. Las posibilidades de encontrármela son muy grandes.

Miro a todos lados como un loco, intentando ver a Hazel bailando o hablando con su amiga. Pero anda, mire a donde mire no la veo por ninguna parte.

—Uy, ¿a dónde miras tú, Connor? —me sonríe, pícaro.

—A ningún lado, estás alucinando por el alcohol.

—Eso es mentira —me señala con el dedo de la misma mano que sujeta el vaso—. Soy perfectamente consciente de lo que hago, incluso borracho

—Repítemelo cuando tengamos que sacarte de otra pelea.

—Admito que no fue mi mejor momento.

—No, no lo fue —añade Lucas sin dejar de mirar al chico.

—Pero era plenamente consciente de lo que estaba haciendo y no me arrepiento en absoluto de mis decisiones —vuelve a beber.

Justo en ese momento, cuando estoy planteándome si salir corriendo para volver a mi habitación es una buena idea. Veo a Hazel sentada en un sillón de terciopelo rojo mientras bebe de su vaso. Me sorprendo al verla sola, me sorprendo al ver que ningún chico se ha acercado para hablar con ella cuando está guapísima. El vestido verde oscuro que me deja ver gran parte de sus pechos, y por no hablar de lo bien que se ajusta a su cuerpo.

Tengo que admitir que cuando tuvimos el encuentro fuera, se me fueron un poco -por no decir bastante- los ojos. Lo admito, estuvo fatal. Pero no sé a dónde se supone que tengo que mirar si se me pone delante con ese escote. Lo siento, pero se me van los ojos. Soy débil.

Lo que no soporto de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora