7. La noche está llena de ventanas con historias

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Connor

No puedo dormir.

No sé si es porque no consigo encontrar una postura cómoda o porque no puedo dejar de pensar en Hazel. Creo que es la segunda opción, porque llevo toda la maldita noche sin ser capaz de pensar cualquier otra cosa que no sea lo guapa que estaba Hazel está noche con ese vestido que tanto me ha gustado.

Nota para el futuro: Preguntarle a Hazel donde se ha comprado ese vestido para comprarle mil más para que solo se ponga eso durante el resto de su vida.

Suelto un largo suspiro al volver a imaginármela. Creo que mañana tampoco voy a dejar de pensar en ella durante ni un maldito segundo, así que espero que eso no interfiera en mis clases. A quien voy a mentir, no voy a poder escuchar al profesor y pensar en Hazel al mismo tiempo. Solo voy a poder hacer una cosa, y elijo pensar en ella sin meditar sobre el asunto.

Miro el techo de la habitación mientras sonrío embobado pensando en que volveré a cruzarme con Hazel por el campus.

Escucho un ruido que llama mi atención, me acomodo en la cama para ver como Sam se dedica a mirar por la ventana mientras se fuma un cigarro. Llevo mi vista a la cama de Lucas, el cual sigue completamente dormido. El suertudo de él duerme plácidamente, no como nosotros dos. Me destapo y me levanto, camino hacia mi amigo dando pequeños pasos para no despertar al otro. Cuando llego a su lado, le toco el hombro haciendo que se sorprenda.

—¡Joder! —grita, pero al darse cuenta de que soy yo, se tranquiliza—. Me cago en tus muertos, Connor. Casi me matas del susto. Como sigas así, voy a tener que ponerte un cascabel colgando del cuello como a los gatos para saber por dónde vienes.

—Lo siento —me disculpo.

Vuelve a dirigir su mirada a la ventana para después darle una calada más al cigarro ignorándome que estoy ahí con él. Mira detenidamente como el humo escapa por sus fosas nasales para después desaparecer junto a la oscuridad de la noche.

—¿Quieres? —me pregunta.

—No, gracias —se encoge de hombros y vuelve a darle una calada al cigarro.

No sé cómo preguntarle a Sam si todo le va bien, tengo miedo de que me ignore. Sam siempre ha sido muy reservado sobre su vida privada, nunca le ha gustado hablar sobre él mismo. Lo poco que sé de él es que a su madre le encanta cocinar y que tiene problemas con su padre por obligarle a estudiar medicina. También sé que cada vez que lo nombro o digo su nombre me dice que me calle. Pero aparte de eso, no sé casi nada de él. Llevo siendo su amigo por muchos años y no sé cuál es su color favorito.

—¿Estás bien? —le pregunto, al fin.

—Sí, perfectamente —me dice, pero yo sé que miente, he pasado el suficiente tiempo con él para darme cuenta de esas cosas.

—No me mientas, Sam. No a mí. Sé que estás mal, pero últimamente estás peor de costumbre. Y me gustaría saber qué te pasa. ¿Tiene que ver con tu padre?

—No hables de él —murmura entre dientes—. No vuelvas a hablar de él nunca más, Connor.

Decido que he hablado de más, así que permanezco en silencio mientras él sigue fumando tranquilamente. Yo quiero seguir hablando, pero sé que si sigo haciéndolo solo voy a conseguir enfadarle más todavía. Y no quiero eso.

—¿Hazel es la chica que viste en los pasillos? —me pregunta al cabo de un largo tiempo de silencio.

—Sí, es ella.

—Parece buena persona —añade.

—Sí, sí que lo es.

—Me gusta para ti —me sonríe.

Lo que no soporto de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora