Capitulo Primero

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Los golpes no cesaban, mas no los sentía.

Estaba sumida en un sueño interminable, en un bucle de pesadillas dónde mi madre me recordaba lo miserable que era. Pero esta vez lo sentía diferente.  Había algo mal en mí, ya no sentía tristeza, solo encontraba en mí unas ganas inmensas de querer acabar con esto, acabar con ella. Cansada de esta abrumadora pesadilla, obedezco.

Salto hacia ella cómo si de un animal me tratase y con una mirada de pánico de su parte,  despierto.

Todo era increíblemente hermoso, y no hablaba de la gran habitación en la que me encontraba, sino de cómo las motas de polvo disueltas en el aire bailaban formando una preciosa constelación cada vez que el sol las golpeaba, mientras que los ruidos que provenían del bosque parecían sincronizarse en perfecta sinfonía con ellas.

Me encontraba más que maravillada.

Claro, hasta que recordé lo que había sucedido. Y el odio se apoderó de mi ser.

Que estúpida soy, los podría haber ignorado. Podría simplemente haber desaparecido de sus vidas, como si nunca hubiese estado ahí.

Pero a quien le iba a mentir, no hubiese podido. Los amaba demasiado para hacerlo, pero ahora mismo, simplemente me pregunto: ¿Lo hago? ¿Los amo?.

—Señorita debería calmarse. — Dirijo mi mirada hacia quien había entrado al cuarto. Se trataba de Jane, la chica que nos había conducido hasta aquí. — Es normal que se encuentre... Sobreestimulada, y que sienta sus emociones a flor de piel. Debe estar calmada.

— ¿Cuántos días llevo aquí, Jane?. — Ella me observa con seriedad, cómo si realmente pensara en ello.

— Una semana, lleva aquí una semana. Llegamos a pensar que no iba a despertar. —Asiento ante su respuesta y finalmente me levanto de la cama.

— ¿Alguien a venido o preguntado por mí?— Ella sólo nego con la cabeza.— Bien, ¿me podrías llevar con los reyes?.

— Mírate en el espejo antes Adhara, y observate, estás maravillosa. — Me dice Jane con una pequeña sonrisa.

Camino lentamente hacia el espejo que se encontraba en la otra punta del cuarto y levanto la mirada.

Era impresionante.

Me encontraba con una bata blanca que se amoldaba perfectamente a mis nuevas (aunque ligeras) curvas, las cicatrices de mi infancia y las marcas de acné habían desaparecido por completo de mi rostro. Mi piel podría ser comparada con una pieza de porcelana y mis ojos, antes marrones, ahora eran de un vivo color carmesí.

—Preciosa...— Susurré antes de girarme emocionada a Jane.

— Concuerdo contigo Ada. Los reyes te están esperando impacientes, acompañame.

𝚅𝙰𝙽 𝙶𝙾𝙶𝙷 | Cullen'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora