𝚅𝙰𝙽 𝙶𝙾𝙶𝙷 | Cullen's

Capítulo 12

¿Qué tan mal se puede estar de la cabeza para sentir cual quier tipo de atracción por tu depredador? No lo sé, pero soy un claramente un ejemplo. No sé si culpar a mis problemas paternales o a las hormonas de la adolescencia por la humedad que estaba empezando a sentir entre mis piernas debido a la cercanía de Carlisle Cullen.

Me encontraba en el hospital para una revisión post-accidente, ya que según él me podrían haber quedado secuelas, y espero sinceramente que esto sea una de ellas y no la exitación.

Su mano se desliza con suavidad a la parte posterior de mi cabeza para revisar que los puntos se hayan caído solos, siento como deja la mano inmóvil durante unos segundos y me mira directamente a los ojos.

– Está todo correcto señorita Jones...— Mediante avanzaba la frase, iba bajando el tono de su voz hasta pronunciar mi apellido en un susurro, empeorando el desastre que ya era ahí abajo. – ¿Ha tenido algún dolor de cabeza estos días?

–Aparte de mi mejor amiga no. — Respondo nerviosa y el ríe levemente sin apartarse. Nos volvemos a quedar en silencio mientras nos miramos y siento que mi exitación empeora cada vez más.

Juraría que vi como sus ojos se oscurecian hasta ser casi totalmente negros.

De repente entra una enfermera a la consulta mirando un portafolios y Carlisle se aparta rápidamente de mi.

– Doctor si no le importa debe estar en la sala de quirofano en media hora. — La enfermera levanta la vista de los papeles y me saluda con una leve sonrisa.

–Esta bien, muchas gracias por avisar. — Ella asiente y se marcha. — Bueno señorita Jones, veo que todo está en orden por lo que no necesitará mas revisiones. Hechate la crema que te medique en la cicatriz para que sea innotable. —Ya me he quedado sin excusas para visitarlo.

–Gracias señor Cullen.

–Ya te he dicho que me llames Carlisle. —Dice riendo

–Pues dime Adhara. —Le respondo con una sonrisa.

Tras una última sonrisa de su parte, ambos salimos de la sala tomando diferentes caminos. Yo me dirigía hacia la salida, dónde Bella me esperaba junto con Edward para según ella "comentar cosas de adultos" algo que me hizo mucha gracia, ya que lo mas adulto que habíamos hablado fue la vez que discutimos si la leche iba antes o después de los cereales.

El tema de los vampiros parece más un drama adolescente que algo de adultos.

Salgo del hospital y los veo a ambos apoyados en el volvo plateado de Edward distanciados aproximadamente un metro con sus rostros serios haciéndome fruncir el ceño.

–¿Qué está pasando aquí? — Digo alargando la "i".

Edward sonríe ligeramente mientras frunce la nariz.

–Sube, tenemos cosas que hablar. — Ante el tono severo de Bella, me dirijo a la parte trasera del coche pero ella jala mi chaqueta y abre la puerta delantera indicando con la cabeza que me subiese ahí. Extrañada y sin ganas de discutir nada me subo sin preguntar.

– Vuelvo a repetir, ¿qué está pasando?. — Dije ya con el tono serio que me caracterizaba cuando algo no me estaba gustando nada.

– Sé que sabes lo que somos Adhara. — Empieza Edward. — Y también sé que te querías mantener al margen de todo, pero hay cosas que el ser un vampiro implica, y debes saberlas. La primera, y la más obvia, es que nadie más deberá enterarse de nuestra condición, si no, tendrás tres opciones, y personalmente ninguna es favorable, opción (a) Convertirte en vampiro ; opción (b) Matarte ; opción (c) llevarte con los Volturis, que son algo así como nuestra realeza quienes deciden las leyes, y que acabes como la opción (b) Muerta. ¿Entiendes?

Asiento con la cabeza y él me mira asintiendo. Miro a Bella en la parte trasera y ella se encontraba encogida en su asiento mientras me dirigía una mirada de disculpa.

–Lo segundo, es que hay tres tipos de vampiro: En primer lugar están los nómadas,  que son aquellos que se alimentan de sangre humana y no tienen un asentamiento fijo, normalmente suelen ser neófitos, los recién creados, pero aveces también son los mas antiguos ; En segundo lugar, están los que se alimentan de sangre humana pero no directamente de la vena, son pocos, la sangre la suelen robar de bancos o hospitales ; y la tercera somos nosotros, nos alimentamos de sangre animal para mantener un equilibrio con la humanidad.

Tras un segundo de silencio, no puedo evitar que un suspiro de alivio se escape de mi garganta. Por lo que rápidamente miro a Edward y me disculpo.

– ¿Por qué siento que eso no es lo único que me tienes que decir Edward? — Veo como la duda abarca su vista y comienza a morderse el labio nervioso, pongo una mano en su hombro y siento la misma corriente que con sus hermanos y el me sonríe.

–¿Crees en las almas gemelas?