Capítulo 10 - Protocolo Martin

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Violeta

Hoy es un lunes gris, y me encuentro sentada en el sofá de mi casa, rodeada de luces apagadas. El tiempo, nublado como es típico en esta época del año, parece acompañarme en mi estado de melancolía. En la tele, una película que ya he visto mil veces se reproduce sin que le preste atención. Mis amigos han estado insistiendo en que salga, que me merezco pasarlo bien después de la gira. Y lo intenté.

Nada más terminar, tras la celebración del cumple de mi hermana, fuimos todos juntos a casa, a Motril. A pesar de que compré un piso en el centro de Madrid, porque por trabajo es lo que más me convenía, sentí que necesitaba pasar unos días en mi casa de verdad, con mi familia y la tranquilidad que me brindaban. Al poco tiempo Denna y Arancha me cogieron por banda y me llevaron de sorpresa a una especie de escapada en la que pudimos desconectar en las montañas antes de volver a la ciudad.

Pero estaba sensible, y no me quería separar de ellas así que las invité a pasar unos días más en mi piso. Visitamos la ciudad, recorrimos sus calles y salimos alguna que otra noche. Como siempre, actuaron sin quererlo ni pretenderlo como un foco de luz que alejaba todas las sombras que en ocasiones conseguían atormentarme.

El problema es que, inevitablemente, cuando el foco de luz desaparece la oscuridad me vuelve a abrazar. Y con su partida llegaron mis inseguridades, mis dudas y mis miedos, alimentados además por la cantidad de tiempo y silencio que me rodeaba ahora que no tenía tanto volumen de trabajo.

Por eso en el sofá que lleva acogiendo mi cuerpo desde que me he despertado esta mañana, no puedo evitar que mis pensamientos viajen a unos ojos verdes. Estos últimos meses han sido varias las ocasiones en las que su imagen ha hecho acto de presencia; y lo ha hecho en sueños, pero también cuando, de forma consciente, me hallaba a mí misma pensando en lo extraño de nuestro encuentro.

No quise contarles nada a Denna y Arancha, principalmente porque pensé que sería un capricho del momento, algo pasajero. Alguien como Chiara es una persona difícil de ignorar para cualquiera, con su forma tan graciosa de hablar o su energía contagiosa. Pero ahora, cuando me encuentro sonriéndole al mero recuerdo de lo vivido, pienso que a lo mejor debería verbalizar cómo me siento.

Mi abuela siempre dice que cuando eliges a quién pedir consejo, ya has pedido medio consejo. Y sé que Denna, con ese afán que tiene de conocer una faceta mía que nunca ha visto, va a empujarme a la piscina sin asegurarse de que contenga el agua suficiente para suavizar el impacto de mi cuerpo. Y sé que Arancha, que ha sufrido a mi lado durante años y me ha curado heridas que no le correspondía haber curado, va a proteger hasta el extremo a quien tanto tiempo lleva cuidando.

Y pienso en lo que dice mi abuela, y en que con lo vulnerable que me siento ahora mismo no me viene bien desestabilizarme con el empujón que Denna me daría con toda su buena intención, pero que cerrarme en banda, como Arancha me recomendaría, es lo que me ha traído al punto en el que me encuentro.

Así que mientras me dirijo a la cocina a hacerme una taza de café, agarro el teléfono y marco el número de Martin.

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Escucho el ruido del timbre, y tras una inspección breve de mi salón, buscando algo que pudiera habérseme escapado y que esté fuera de lugar, me dirijo a la entrada. No me da tiempo de terminar de abrir la puerta cuando el cuerpo del del bigote se impacta contra el mío como si acaso no nos hubiésemos visto en años.

- Te echaba mucho de menos, Vayolet... - dice contra mí, apretando sus brazos a mi alrededor mientras respondo de la misma manera. Siento su voz entrecortada, un claro indicio de que está llorando. Y sé que esta sensibilidad es exactamente el medio consejo que necesito en este momento. Así que sin separarnos nos dirijo al salón, el escenario en el que espero recibir el otro medio.

The only one for me. - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora