En una noche de velada lujosa, Kanao Tsuyuri, una elegante dama de compañía, se prepara para otra exitosa velada. Sin embargo, su mundo se trastoca cuando cruza con el hombre más poderoso y temido de Tokio, un mafioso sin escrúpulos. La noche que d...
¿Cómo puede rechazarme así?, ¿Por qué me hace esto?. Hoy había hecho todo para hacerla sentir especial: reserve el mejor restaurante, le regalé un anillo de compromiso exquisito y me comporté como un verdadero caballero, conteniéndome para no tomarla esta noche. Y aún así, me rechazó.
¿Qué le sucede?, me pregunté una y otra vez, caminando por la habitación, lanzando objetos por doquier, gruñe con frustración. Nada me costaba hacerla mía, como la noche anterior... pero no puedo obligarla.
Me dejé caer encima de la cama, pose mi mano a mi cabello, pero algo dentro de mí comenzó a detenerme. Un sentimiento inesperado que no podía ignorar.
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Alze ni vista al techo, recordé cuando la vi salir de la mansión, mi corazón se volcó. Mi apreciada prisionera era cada día más hermosa, incluso sin vestir elegante, era mucho más radiante.
¡MIERDA! ¿Qué me sucede?, me siento cofundido. Algo dentro de mi pecho duele y retumba con fuerza, era como si una daga se penetraba por mi pecho de una puñalada.
Negué con la cabeza, intentando sacudir ese pensamiento. Mi frente no paraba de sudar. No, no, no... No puedo tener estos sentimientos por ella. No es posible.
Pero la imagen de mi Prisionera, persistía en mi mente, y mi corazón seguía latiendo con una emoción que no podía controlar.
Esto me debilita, me hará un hombre débil. Mi abuelo me lo ha dicho: 'El amor es la peor arma de un hombre'".
Me negué a aceptar lo que sentía. No, no puede ser. Esto no era parte de mis planes, no va a resultar como lo había pensado.
Me levanté de la cama, con las manos cubriendo mi rostro, aquella sensación aún seguía en mi pecho.
¿Qué tengo que hacer?, me pregunté con una gran ola de angustia, pero me detuve en pensar en una alternativa y me decidí en tomar esa decisión y me dirigí hacia la habitación de mi prisionera. Me detuve frente a la puerta, dudando si era correcto lo que estaba a punto de hacer. Sacudí mi cabeza, intentando eliminar los pensamientos que me invadían por detenerme.
Abrí la puerta con lentitud y entré con pasos silenciosos. La habitación estaba oscura, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las ventanas, proyectando un tenue resplandor azul.
Me acerqué a la cama y me detuve frente a ella. Mi prisionera ya dormía, cubierta con una sabana que resaltaba su figura. Su rostro estaba sereno y tranquilo. Su cabello oscuro se extendía sobre la almohada como un abanico, y su respiración suave hacía que su pecho subiera y bajara ritmicamente.
Sin pensarlo, enfoque en mi objetivo, saqué el arma de mi porta-pistola y apunté a su pecho. Mi dedo se posó en el gatillo, listo para disparar. Pero mi mano comenzó a temblar.
