Espina del Corazón II

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Intentó ignorar la punzada que sentía en su corazón. Aquella palabra lo había desestabilizado, haciéndolo tambalearse por un momento. Sin embargo, con un esfuerzo visible, decidió hacer como si no le importara en absoluto, ocultando su dolor tras una máscara de indiferencia.

-Solo quería saber si te encontrabas bien... ¿Aquellos niños?... -intentó entablar una conversación, su voz cargada de preocupación y nerviosismo.

Sin embargo, Satoru lo ignoró por completo y se adentró en la habitación con pasos decididos. Suguru lo siguió, cerrando la puerta tras de sí. La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas. El ambiente era tenso, cargado de una mezcla de emociones no expresadas.

Satoru se detuvo en el centro de la habitación, su mirada fija en un punto indeterminado. Suguru, por su parte, se apoyó contra la pared, observandolo con una mezcla de preocupación y resignación.

-Eso no te incumbe -dijo Satoru finalmente, su voz apenas un susurro, pero cargada de una firmeza inquebrantable

Intentó ser paciente, respirando hondo para calmarse.

-Podría ayudarte -dijo con voz suave, intentando tender un puente.

Una risa seca y burlesca resonó en la habitación, cortando el aire como un cuchillo.

-¿Ayudarme? -replicó Satoru con desdén-. Solo eres un simple mocoso.

Suguru se tragó sus palabras, sintiendo el peso de la humillación. Intentó comprenderlo, buscando en su interior la fuerza para no responder con la misma dureza.

-La misión... No importa, estás vivo -dijo con sinceridad, su voz temblando ligeramente.

Pero sus palabras solo parecieron avivar la furia de Satoru. Con un movimiento brusco, Satoru se giró hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de ira y frustración.

-¡¿Tú qué sabes de la maldita misión, Suguru?! -gritó, su voz llena de tensión-. No sabes nada. El que seas mi prometido no te da el derecho de meterte en mis cosas.

Suguru, con una mezcla de frustración y dolor, intentó acercarse a Satoru, pero este se mantuvo distante, su mirada helada y penetrante.

-Intento entenderte, Satoru -dijo Suguru, su voz cargada de emoción y desesperación-, pero tú no me dejas. Nunca estás aquí, nunca podemos hablar. Solo quiero saber qué te pasa.

Satoru, con los ojos llenos de ira, estalló como un trueno en una tormenta.

-¡NO QUIERO QUE ME ENTIENDAS! -gritó, su voz resonando en la habitación-. ¿Tú qué sabes?

Las palabras de Satoru golpearon a Suguru como un mazazo. Su voz tembló mientras intentaba defenderse.

-Pues es que nunca me quieres decir nada -replicó, sintiendo cómo su corazón se rompía un poco más con cada palabra.

Satoru se acercó, su rostro una máscara de furia contenida.

-Eres un maldito niño, Suguru -escupió con desprecio-. No sabes nada del mundo.

Suguru sintió cómo su orgullo se desmoronaba, su voz quebrándose mientras las lágrimas llenaban sus ojos.

-No me digas así -gritó, su voz cargada de dolor-. ¿Por qué tienes que ser tan grosero? ¿Acaso me detestas?

Satoru se burló, su voz llena de veneno.

-Eres un maldito dolor de cabeza -dijo con frialdad-. Me tienes harto. No sabes ayudarme porque no te ayudas a ti mismo. Eres un niño que no sabe qué hacer, solo una marioneta sin sentimientos. ¡ERES UNA PERSONA TAN DÉBIL...!

𝐿𝑎𝑧𝑜//𝑆𝑎𝑡𝑜𝑆𝑢𝑔𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora