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El tiempo pasa II

Satoru caminó con paso decidido hacia el auto donde Ijichi lo esperaba pacientemente. Al abrir la puerta y acomodarse en el asiento, el motor rugió suavemente al encenderse, y el vehículo se puso en marcha.

El destino era una guardería privada, la más cara y prestigiosa de Tokio. Al llegar, Satoru bajó del auto con una elegancia innata. Ajustó sus gafas con un gesto que denotaba confianza y sofisticación. A pesar de llevar el uniforme de la escuela metropolitana, su porte y presencia eran inconfundibles. Cada movimiento suyo irradiaba una mezcla de autoridad y gracia, capturando la atención de todos a su alrededor. La luz del sol reflejaba en sus gafas, añadiendo un toque de misterio a su ya imponente figura.

Se quedó de pie, observando con calma la salida de los niños cuando el timbre resonó por todo el recinto. Un torrente de pequeños salió disparado, algunos corriendo con ansias de libertad, otros caminando lentamente mientras buscaban a sus madres, y unos cuantos llorando desconsolados por la pérdida de una paleta o algún otro pequeño desastre infantil.

Entre la multitud, un niño destacaba por su tranquilidad y seriedad. Caminaba con paso firme, llevando una mochila en forma de lobo blanco que resaltaba su ternura. Su cabello negro peinado en puntas, y sus ojos grises brillaban con una intensidad serena. Al verlo, Suguru levantó la mano en un saludo, y una diminuta sonrisa se dibujó en su rostro, casi imperceptible para todos excepto para el niño.

El pequeño, al reconocer al alfa, aceleró el paso con entusiasmo contenido. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Suguru se agachó a su altura y lo envolvió en un abrazo cálido y protector. El niño, sin dudarlo, correspondió el gesto, dejando que la calidez del momento los envolviera a ambos en una burbuja de afecto y seguridad.

Satoru se inclinó para tomar la mochila de Megumi, su expresión suavizándose al ver al pequeño. -¿Cómo te fue hoy, Megumi?-preguntó con una sonrisa. El niño, con su habitual seriedad y timidez, asintió levemente. A sus cinco años, Megumi era un niño reservado, casi siempre en silencio, pero su ternura era innegable.

-¿Quieres que vayamos a comer? Luego iremos por Tsumiki. ¿Qué te parece?-continuó Satoru, esperando una respuesta.

-Sí-respondió Megumi, sus mejillas sonrojadas por el calor del día. Justo cuando Satoru iba a tomar la mano del pequeño, una mujer se interpuso en su camino.

-Buenas tardes, señor Gojo-dijo una mujer, su rostro iluminado por una sonrisa de emoción, como si hubiera encontrado un tesoro. Satoru la miró con curiosidad, pero pronto adoptó una expresión más amable, aunque ligeramente fastidiada.

-Buenas tardes, Maestra. ¿Pasó algo con Megumi? -dijo con cortesía, aunque su tono dejaba entrever su impaciencia.

-No, para nada. Es un niño muy inteligente, solo quería felicitarlo-respondió la mujer, riendo. -Me gustaría que nos viéramos un poco más seguido... para hablar de Megumi y tal vez, otras cosas-La mujer cambió de rumbo la conversación. Satoru, ya sabiendo por dónde iba el rumbo, decidió unirse al juego de coqueteo. Como un Alfa, necesitaba atención y admiración, y sabía que esta noche sería la oportunidad perfecta para satisfacer ese deseo.

Con una sonrisa astuta y seductora, Satoru se inclinó ligeramente hacia adelante, su sonrisa se volvió más encantadora, sus ojos brillaban con un toque de picardía.

-¿Otras cosas?-repitió, su voz suave y seductora. -Me parece que podríamos encontrar tiempo para eso. ¿Qué le parece si nos vemos después de las clases?

La maestra se sonrojó ligeramente, pero no apartó la mirada. -Me encantaría, señor Gojo. Después de las clases suena perfecto.

Satoru asintió, satisfecho con la respuesta. -Entonces, es una cita-dijo, su tono lleno de promesas.

𝐿𝑎𝑧𝑜//𝑆𝑎𝑡𝑜𝑆𝑢𝑔𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora