Unilateral.

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Para Wang Yibo era costumbre ver a su esposo desde temprano en la mañana perfectamente vestido y arreglado mientras tomaba su desayuno.

Cada mañana compartían la mesa y aunque incluso en aquel tiempo el silencio y la distancia reinaba entre ambos, Wang Yibo se tomaba uno que momento para darle una mirada al que se sentaba al otro extremo de la mesa.

Siempre atiborrando su boca de alimentos provocado que sus mejillas crecieran como si fuera una pequeña ardilla la cuál de forma diligente siempre trataba de acaparar hasta la última ración. Aún así manteniendo aquella imagen elegante, fina y atractiva.

Por eso aquella mañana le hizo algo de ruido verlo llevando aquel traje deportivo de color blanco mientras se encontraba allí sentado en el balcón que daba al jardín trasero.

Incluso su pelo el cuál siempre estaba perfectamente peinado, ahora se encontraba distinto mientras los largos mechones negros casi cubrían los oscuros ojos de aquel blanco rostro.

Era una imagen que muy pocas veces podían apreciar sus ojos. No porque era algo difícil de ver en aquel pelinegro sino que antes había preferido ignorar.

- ¿No vas a trabajar?.- Se detuvo en el umbral y bajó su mirada al que estaba sentado.

- No.- Levantó su mirada. Sus ojos seguían ocultos detrás de sus largos mechones.- Me voy a tomar unos días libres.

- Señora Shen.- Se dio la vuelta y caminó hacia el comedor.- Ya puede traer el desayuno.

- En un momento.- El ama de llaves pasó junto al castaño y se dirigió hacía el pelinegro.- ¿Va a desayunar?.- Preguntó con una tierna sonrisa.

- Ahora no.- Respondió con la misma sonrisa.- Más tarde.

- Bueno...- La mujer hizo una pausa mientras se le quedaba viendo.- Entonces...- Levantó su mano y acarició el pelo del castaño.- Solo déjeme saber cuando y que quiere comer.

- Gracias.- Volvió a sonreír ante el gesto.

El castaño observó la interacción de estas dos personas desde su lugar.

Desde que habían empezado su vida de pareja, la interacción entre la señora Shen y su esposo había sido la misma. La mujer le daba un trato por demás cariñoso al pelinegro, como si de alguna manera lo viera más como un hijo que como su jefe.

Esto era algo que de cierta manera le molestaba, no solo por la señora Shen sino por todos aquellos que lo rodeaban. Cuando se trataba de Xiao Zhan todos parecían caer ante un hechizo.

Todos lo amaban, todos lo cuidaban y todos lo mimaban. El pelinegro tenía un encanto único que lograba atrapar a todos y esto de cierta forma le desagradaba.

Porque para Yibo no existía algo como la perfección o alguien que pudiera ser un ser completamente bueno y este pensamiento era algo que siempre venía a su mente cuando pensaba en su esposo.

- ¿Tu tampoco iras a trabajar?.- Zhan bajó la mirada a su reloj.

- No. Hoy iré al club. Tengo un almuerzo con un posible cliente.

- Ya veo.- Sonrió.- Ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que visité el club. Recuerdo que me gustaba mucho ir a jugar tenis antes de casarme contigo.

- ¿Acaso el matrimonio te cortó las alas?.- Habló con cierto sarcasmo.- Porque desde que eso ocurrió te la pasas metido en la oficina o en la casa.

- No...- Su sonsira se volvió tenue.- Es solo que...el entusiasmo por algunas cosas disminuyó.- Dirigió su mirada al cielo con cierta nostalgia.

- En pocas palabras el matrimonio te volvió así ¿Cierto?.- Dejó los cubiertos y se levantó.- Entonces no debiste casarte desde un principio.- Camino hacía las escaleras qué daban al segundo piso notablemente molesto.

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