Capítulo 4

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Al no encontrar a nadie en la oficina de Farah, Rhett buscó con premura por todo el bufete durante diez minutos, hasta que logró ubicar a Erin en la oficina de fotocopiado.

—Hola... —dijo sin recordar el nombre de la chica, como esperando a que la secretaria completara la frase.

—Erin... Erin Belmonte. Soy la asistente de Farah... —Se lamentó de redundar. Era obvio que él ya lo sabía.

—Sí... Lo sé —replicó Rhett—. Acabo de pasar por su oficina, pero Farah no está. ¿Salió?

—Ah... Ella salió con la joven que llegó nerviosa. Me pidió que fotocopiara el expediente del caso. Estoy precisamente en eso. En un momento más se lo entregaré.

—Sí. No hay problema, puedo esperar. Entonces... ¿Decidió ayudar a la chica? —Rhett se enfocó en el tema que le interesaba.

—Será mejor que eso se lo pregunte a ella, abogado. A Farah no le gusta que nadie se meta en sus asuntos, ni siquiera yo. Eh... No puedo decir nada al respecto.

Erin tenía órdenes de callar este tipo de trabajos extras que su jefa tomaba. No eran parte de su labor en el bufete y los desarrollaba en paralelo a todo lo que hacía.

—¿Sabes a dónde fueron? —preguntó Rhett, siendo directo.

—Tampoco puedo revelar esa información.

El Espartaco se acercó un poco hacia Erin, con un rictus amenazante en el rostro, y le habló de cerca y en voz baja.

—¿Qué pasará con usted, señorita Erin, cuando el señor Ward se dé cuenta de que encubre a su hija en estas misiones secretas? Y si algo le ocurriera a Farah... ¿Sobre quién caerá la responsabilidad?

—Señor Butler... —Erin se mostró nerviosa.

—El señor Ward indicó que debía trabajar con su hija y eso pretendo hacer. Este es, seguramente, un caso en el que está inmiscuida la policía. Y... si no me equivoco, Farah puede estar en peligro. Ahora bien, si no está dispuesta a decirme, tendrá que explicárselo al jefe mayor.

Erin exhaló. No tenía cómo escapar de esta, por lo que cedió.

—Me dijo que iba a la estación de policía de Forest Park. No sé más. Creo que allí mantuvieron detenido al hombre extraviado y se le vio por última vez.

Rhett pidió el número telefónico de Farah, agradeció la información, y se apresuró hacia su oficina. Su secretaria, Melissa, le informó que tendría una junta, pero no terminó de escucharla. Tomó la chaqueta de su traje y partió. Debía alcanzar a Farah. Un presentimiento le decía que había algo muy turbio en el caso y se preocupó por todo lo que pudiera acarrearle a él, por supuesto.

Se comunicó con su mejor amigo e investigador, Maximilian Marshall. Se conocían desde muy jóvenes. Cuando Rhett lo perdió todo, fue Maximilian quien lo acompañó al encarar tantas desventuras, pues él también las vivió. Compartieron hasta el hambre, luego, el trabajo que los sacó de la miseria y, ahora los casos, uno investigaba y el otro defendía.

—Max... Necesito que me des la ubicación de un celular —dijo Rhett desde su teléfono, concentrado en la carretera.

—Viejo... Eso es ilegal. —Y se escucharon risas al otro lado de la línea.

—Jamás te ha detenido, ¿o sí?...

—A ver... Y ¿de qué chica es ese número? —Conocía a Rhett.

—De nada más y nada menos que Farah Ward, la hija del comealmas Joseph Ward.

—¿Qué? Viejo... Esa gente es peso pesado. Si descubren que rastreamos su teléfono, podríamos estar en serios problemas —argumentó Maximilian, teniendo la razón.

Entre ceja y cejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora