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De manera similar a un déjà vu, al día siguiente despertó en la casa de su amigo, aunque con la sensación de haber olvidado algo importante.
-¿Tienes la mala suerte de hacer el ridículo frente a mi hermanito? -murmuró Suguru, recordando cómo su mejor amigo había causado un gran alboroto la noche anterior.
-Bueno... solo dime, ¿qué fue lo que hice?
Deseaba que la tierra lo tragara; una vez más, su mal control con el alcohol lo había llevado a hacer locuras.
-¿Por dónde empiezo?-tomó aire antes de explicar. -Manchaste las paredes y las alfombras, y lo más importante, vomitaste sobre Megumi y entraste en su habitación-se rasca la frente, sin poder creer las locuras que su amigo había hecho en tan solo una hora.-Él tuvo que cuidarte y dejarte en su cama. Agradece que fue comprensivo y no te echó a patadas.
-¿Hice... todo eso?-realmente desea que la tierra lo tragara. -Perdóname, pagaré por las cosas que ensucié y me disculparé con Megumi-chan.
Inclinó su cuerpo y bajó la cabeza por un momento, consciente de que había actuado de manera inapropiada.
-No se trata del dinero, sino de Megumi.
-¿Dónde está él?-mira a su alrededor.
-Ya se fue a la escuela. Seguramente piensa mal de todos mis amigos, especialmente de ti, que eres un esquizofrénico.
Solo de imaginar cómo lo ve su hermano menor, siente una profunda vergüenza.
-Como no tenemos clases, si quieres, puedes quedarte. Puedo prestarte mi ropa-se levantó de donde estaba sentado, mostrando que llevaba un delantal.
-Gracias-respondió, frotándose los ojos y estirando los brazos, escuchando un crujido.-¿Puedo quedarme hasta mañana?
-¿Hasta mañana?-se giró para mirarlo.-Bueno, dormirás aquí, ya que la habitación de huéspedes está sucia.
-Ningún problema, a menos que traigas a una chica-añadió, ese último comentario más para sí mismo.
-Tengo novia, no soy infiel-le sacó la lengua mientras salía de la habitación.
«¿Eres perfecto, no?»
Después de asearse, salió a la cocina, donde el aroma del café y las tostadas lo recibió, preparado por su amigo.
-¿Te gustaría un panqueque? -le mostró una pequeña bandeja con una torre de panqueques bañados en miel.
-Si rechazara unos panqueques, sería porque no soy yo-bromeó, sirviéndose cuatro panqueques y añadiendo más miel.
-¿Cómo es que no te hace mal comer tanto dulce?-dijo, levantando una ceja. Solo de ver tanta miel, le dio un pequeño temblor en el estómago.
-No lo sé, me encantan los dulces -contestó con dificultad, ya que había metido un panqueque entero en la boca.