Me iré de Rusia, Antonio.

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Ginebra:

Me había dejado llevar tan fácil. Por qué por algunos momentos pensé que Antonio podría cambiar por mi? Soy una estúpida. Antonio había jugado conmigo todo este tiempo y yo como si nada, sin decirle nada. Al fin y al cabo, desde el principio ya ambos sabíamos lo que quería el otro.

No sé en qué momento ésto se complicó como para tener estos sentimientos de por medio. Antonio me había dejado un auto con sus hombres que me llevaron a un hotel casi cercano a la casa de de Antonio, como a 5 minutos. Desde la habitación del hotel se veía la casa de Antonio. Qué estaría haciendo ahora mismo? Estaría pensando en mí? Seguro que no. Más que seguro, debe estar pensando en cómo volver a hacerme caer en sus redes.

Yo ya había caído en el encanto seductor y atrayente de Antonio. Es un hombre que sabía cómo jugar con la vida, un maestro de la improvisación. Posee un ingenio agudo y mordaz, que le permite sortear las dificultades con humor y picardía. Sus ojos, color café, brillaban con una chispa traviesa que invitaba a la complicidad.

En su mirada se entremezclaban la picardía y la sensualidad, una mezcla explosiva que atraía a cualquiera que se cruzara en su camino. Su cuerpo, atlético y firme, emanaba una fuerza contenida que se traducía en una presencia imponente. Podía ser un seductor irresistible cuando quería, usando sólo su encanto natural y su sonrisa pícara para conquistar corazones.

Pero bajo esa apariencia de pícaro mujeriego, se escondía un hombre de profunda seriedad. Cuando la situación lo requería, podía ser frío y calculador, una fuerza inflexible en su decisión. Su lado serio se mostraba en su mirada penetrante, en la forma en que analizaba a sus planes tan cautelosamente, buscando siempre la verdad detrás de las palabras.

Antonio era un enigma para mí, un hombre que combinaba la ligereza de la diversión con la profundidad de la seriedad. Un camaleón que se adaptaba a cualquier escenario, con la capacidad de cautivar con su sonrisa y de imponer respeto con su mirada. Un hombre que, a pesar de su lado travieso, guardaba un secreto: un corazón herido por la muerte de sus padres. Algo que yo, hija de la familia que los asesinó, no puedo curar.

- Creo que he tomado una muy mala decisión - miré toda la habitación. Mi espada se me había olvidado en el auto de Antonio - Es lo mejor. De todas maneras, ya ella tenía recuerdos que me duele mucho recordar - Debería regresar a Nueva Orleans. De todas formas, mamá ya debe saber que estoy viva a causa de Antonio - De verdad que eres una estúpida, Ginebra Falcone - me sequé las lágrimas. No tenía sentido llorar por algo que jamás existió entre Antonio y yo, sólo era sexo, algo que ambos queríamos. Yo sólo me dejé llevar y así me volví una tonta.

- Para qué lugar es su boleto, señorita?

- Ginebra Falcone y me regreso a Nueva Orleans. Consígueme un viaje privado. Me iré sola - ella asintió y así fue. Llegué a Nueva Orleans en la mañana siendo recibida allá por miles de regalos en la entrada.

- Bienvenida a la vida de nuevo, Ginebra. Estás espléndida  - mi madre me había ido a recibir - Cómo te fue en tu viaje a Rusia? - y al parecer, lo sabía todo.

- Me encantó mucho estar allá mamá - le sonreí. Ella mandó a recoger cada uno de los regalos para mí para llevarlos a la mansión. Al entrar a mi casa, lo que me esperaba me recibió con las puertas abiertas. Mi madre me había dado una patada en la barriga, haciéndome toser sangre.

- Te has vuelto débil a su lado - volvió a golpearme. Yo me puse de rodillas para aguantar todo ese dolor - Ginebra, qué te advertí sobre los hombres?

- Que son unos seres sin corazón con los cuales no me debería meter, madre - está vez, me lanzó la patada en la mejilla que me hizo caer al suelo.

- Y luego qué? Qué fue lo que hiciste, Ginebra Falcone???!!! - me gritó, mi madre estaba enojada, muy enojada.

- Me acosté con Antonio Bonatti, madre - se inclinó delante de mí y me acarició el cabello - Mi niña de cabellos rojizos cometió un pecado y yo, su madre no pudo protegerla? Te hicieron daño mi amor, te destruyó por completo. Ahora eres débil, eres perfecta para Antonio Bonatti.

- No es así madre. No soy de Antonio. Yo no soy una Bonatti, soy una Falcone y que quede claro, no tengo nada que ver con Antonio Bonatti - mi madre me abrazó en ese momento.

- Es un alivio que siento, enormemente. Mi niña no está con un Bonatti - suspiró - Tuve miedo de que volviera a pasar un acto tan atroz como un Falcone con un Bonatti.

- Qué acabas de decir? - no podía ser.

- Estoy hablando en serio Ginebra. Hay una historia que te he estado ocultando, y creo que ya deberías saber qué fue lo que pasó realmente con tu hermano mayor, Giorgio Falcone.

Una Espada cubierta de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora