Juguemos a las traes en Rusia.

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Ginebra:

Tirarme en paracaídas de un avión fue siempre mi actividad favorita, pero lanzarme con Antonio fue algo diferente. En qué fue diferente?

- Antonio Bonatti, bienvenido de regreso a Rusia - que lo recibió Helio Voltav, con un rifle de largo alcance a limpios disparos. Digo limpios porque Antonio traía consigo un arma de largo alcance.

- Gracias por tan lindo recibimiento, Helio - ambos ya habíamos llegado a tierra - Yo también sé dar buenos recibimientos - saqué mi espada y comencé a matar a todos los hombres que pude a mi alrededor, a excepción de Helio.

- Qué linda pelirroja!!! - me miró impresionado - Es tu mujercita?

- Si - le contesté yo - Soy la mujer de Antonio. Soy Ginebra Bonatti, un gusto.

- Waoh, para ser Bonatti eres hermosa - caminó hasta mí - Qué te hizo Antonio para convencerte, follarte? Te juro que te puedo enseñar mejores cosas que las que te enseñó Antonio.

- Ay no, qué asco - no le hice caso, lo que provocó que Antonio se burlara de él.

- Helio, tu mujer entre mis piernas y la mía ni te quiere para follar - se burló en grande - Agárrate Ginebra, nos vamos a divertir mucho en Rusia - me cargó, me subió a uno de los autos que estaban con Helio - Nos vamos, cuídate mucho, Helio - pisó el acelerador y nos fuimos.

- Qué divertido - estiré mis brazos - Hace tiempo que no la usaba - limpié la sangre que quedaba en mi espada - No la usaba desde que la familia Inoarden me hizo trizas.

- El día que nos conocimos, estuvo de locos - sonreí.

- Y si jugamos a las traes? - le ofrecí.

- Por Rusia? - asentí - Acepto - era divertido, jugar con Antonio.

Narradora:

De todos los lugares que Ginebra había mirado en el camino a la casa de Antonio, descubrió un casino, casino en el que se quedó, donde finalizaba su juego con Antonio, supuestamente. Antonio entró al casino, y la encontró a ella, a Ginebra jugando póquer, y decidió sumarse.

Las luces del casino bailaban sobre las mesas de juego, el murmullo de apuestas y el tintineo de las fichas llenaban el aire. Ginebra, con un vestido rojo que realzaba su belleza, estaba sentada frente a Antonio en la mesa de póquer. Una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro mientras barajaba las cartas con habilidad. Antonio, con la mirada fija en ella, sentía una mezcla de admiración y frustración. Ginebra le había ganado la partida, una y otra vez. Su astucia, su seguridad en cada movimiento y la forma en que leía las cartas lo dejaban atónito.

- Parece que esta noche no es tu noche, Antonio - dijo Ginebra con una suave ironía, mientras extendía su mano para recoger la pila de fichas que acababa de ganar. Antonio, con una sonrisa resignada, dejó escapar una pequeña risa.

- Eres una rival formidable, Ginebra. No te preocupes, la próxima vez te ganaré - Ginebra, sin apartar la mirada de él, recogió las fichas con una mano y con la otra levantó una copa de champán, invitándolo a brindarla con ella.

- No estoy tan segura - respondió con picardía - Pero te voy a dar una oportunidad, una más, pero te advierto Antonio, si vuelvo a ganar, la próxima vez la apuesta no será en fichas - su mirada se posó en la de él, con una intención que le hizo sentir una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo.

- Entonces, Ginebra - respondió, sin apartar la mirada - Debería poner más atención a tu juego - su voz se volvió más ronca, dejando entrever un deseo que no podía disimular. Ginebra, con una sonrisa que prometía mucho más, respondió.

- No te preocupes, Antonio. Siempre habrá una próxima vez - La tensión en el aire era palpable. Un juego de apuestas se había convertido en un juego de miradas, donde la pasión se escondía entre cartas y fichas, esperando el momento preciso para salir a la luz.

Una Espada cubierta de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora