Esa noche, me vestí sin prisa, pero con cuidado. Quería estar presentable, pero también algo relajado, sin dar la impresión de que había hecho un esfuerzo. Opte una chaqueta de cuero, una camiseta negra que resaltaba mis brazos tonificados por el ejercicio y mis tatuajes, acompañada de unos jeans oscuros. Mi cabello negro estaba un poco despeinado, pero no lo suficiente como para verme mal, especialmente con mis ojos: el derecho azul y el izquierdo verde con toques amarillos. Mis cejas gruesas y labios rojos y voluminosos, acentuados por un piercing, me daban ese aire de chico malo que, en conjunto, me hacía lucir bastante atractivo. Un look casual, pero lo suficientemente llamativo para captar la atención de Lucía, aunque, en realidad, ella no fuera precisamente quien debía notarme. Me miré en el espejo antes de salir y, por un segundo, me reí de mí mismo. ¿Qué estaba haciendo? ¿A qué juego peligroso estaba apostando?
Cuando llegué a casa de Claudia, me recibió con un beso cálido. Sonreí y le devolví el beso, dejando que por un momento la tranquilidad de estar con ella borrara la inquietud que me quemaba por dentro. Pero al entrar al comedor, ahí estaba ella. Llevaba un vestido azul oscuro que se ajustaba a cada curva de su figura con una elegancia sensual. El tono profundo resaltaba su piel trigueña y la tela caía con una sutileza que hacía difícil apartar la mirada. Su cabello castaño suelto caía en ondas suaves, y al verme, me dedicó una mirada breve y una sonrisa que fue todo menos casual. Esa sonrisa... Ahí estaba de nuevo, como una invitación, como un misterio que no lograba descifrar.
—Llegaste a tiempo —dijo mientras ponía unos platos en la mesa—. Ya estaba a punto de decirle a mi hija que su novio había decidido hacerme esperar.
—Nunca haría algo así —respondí con una sonrisa algo provocadora, sosteniendo su mirada unos segundos más de lo necesario. Había un tono en mi voz que no pude ocultar, algo que hacía que esa "broma" tuviera un sentido mucho más profundo.
Lucía mantuvo su sonrisa, pero vi en sus ojos un destello de advertencia, como si me recordara en silencio dónde estaba parado y qué estaba en juego.
Mi novia, sin notar nada, se sentó a mi lado mientras lucia comenzaba a servir la cena. Durante un rato, la conversación fue ligera, centrada en anécdotas de su infancia, historias familiares y recuerdos compartidos. Pero en todo momento, sentí la presencia de Lucía como una sombra cálida. Cada vez que ella hablaba, el tono de su voz parecía cargar cada palabra con un peso especial, uno que solo yo parecía notar.
—¿Y qué planes tienes para este semestre? —me preguntó de repente, mirándome con esa intensidad que tanto me desconcertaba.
—Bueno, sobrevivir, para empezar —respondí con una sonrisa despreocupada—. Mis clases están algo aburridas, pero uno se las arregla para hacerlas interesantes.
—¿Y qué estás estudiando exactamente? —añadió, arqueando una ceja, claramente intrigada.
La miré, con una leve sonrisa en los labios.
—Psicología —respondí, manteniendo el tono serio y misterioso—. Parece que tengo cierta habilidad para entender lo que otros no dicen en voz alta.Lucía levantó una ceja, captando el subtexto en mis palabras, y me regaló una sonrisa cómplice. Fue un momento breve, casi imperceptible, pero estaba ahí, cargado de algo más. Claudia no se dio cuenta, pero yo sí: esa sonrisa no era mera cortesía; Escondía algo que parecía reservado solo para mí.
Durante el resto de la cena, hice algunos comentarios, bromas y, de vez en cuando, miradas que ella parecía captar. Al final, cuando Claudia se levantó para traer el postre, quedamos solos en el comedor, y por un instante, el silencio se hizo tan pesado que me costaba respirar. Lucía me miró con esa misma expresión enigmática de la primera vez.
—Gracias por venir —dijo en voz baja, su tono suave pero cargado de algo que no podía ignorar.
—Me alegro de estar aquí. Y verte —respondí, directo, sin filtro. No intenté suavizar mis palabras, y lo vi en sus ojos: ella entendía el mensaje.
Ella abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero en ese momento, mi novia volvió con una bandeja de postres, rompiendo la tensión. Observé cómo Lucía recuperaba su compostura en un segundo, como si nada hubiera pasado.
La noche terminó y, al despedirme, le di a Claudia un beso en la mejilla, asegurándome de que ella no viera la última mirada que le dirigía a su madre. Lucía me devolvió la mirada con la misma intensidad de antes, y en ese instante supe que algo había comenzado entre nosotros, algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir en voz alta, pero que ambos sentíamos como una corriente eléctrica imposible de ignorar.
¿Qué es lo que realmente conecta al protagonista con Lucía, más allá de la atracción física que ambos parecen compartir?
¿Por qué el protagonista decide ocultar su última mirada hacia Lucía, y qué significado tiene este gesto en el contexto de su relación con ella y con Claudia?
¿Qué consecuencias podría tener este vínculo creciente e inconfesable entre el protagonista y Lucía, especialmente para su relación con Claudia?
Conoscan mas de esta parejita en los siguientes capitulos, ya con esto me despido
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"Entre el silencio y el deseo"
RomanceCuando conocí a Claudia, jamás imaginé que mi vida tomaría un giro tan oscuro y complicado. Ella lo tenía todo: inteligente, divertida y llena de energía. Estar a su lado me hacía sentir completo... al menos, eso pensaba. Pero el destino, con su nat...