La habitación, envuelta en una penumbra suave, era un santuario de placer. Lucía y yo yacíamos entrelazados, nuestros cuerpos desnudos brillando bajo la tenue luz de la luna que se filtraba por las cortinas. Sus respiraciones se entrelazaban, creando una melodía sensual que resonaba en el aire.
Comencé a trazar círculos suaves con la yema de los dedos en su espalda, siguiendo la curva de su columna. Ella se estremeció ante el contacto, arqueando la espalda y dejando escapar un suspiro. "Eres tan hermosa", murmuré, mis labios rozando su oreja.
Nuestros labios se encontraron en un beso profundo y apasionado, explorando cada rincón de la boca del otro. Con movimientos lentos y seguros, descendí por su cuello, dejando un rastro de besos húmedos hasta llegar a sus pechos. Con cuidado, tomé uno de ellos en mi mano, masajeándolo suavemente mientras la observaba con ojos llenos de deseo. "Hazme tuya", susurro con los ojos cerrados por el placer.
A medida que la intensidad aumentaba, me deslicé por su cuerpo, explorando cada curva y cada rincón. Sus manos se aferraron a las sábanas, sus uñas arañando ligeramente mi espalda. Con cada caricia, cada roce, la tensión crecía, preparando el terreno para lo que estaba por venir.
Finalmente, me posicioné sobre ella, nuestros cuerpos ajustándose a la perfección. Con un movimiento suave, me introduje en ella, llenando cada centímetro de su ser. Lucía soltó un gemido gutural, arqueando la espalda y aferrándose a las sábanas. "Siempre serás mía", susurré en su oído.
Los movimientos eran lentos al principio, permitiendo a ambos disfrutar plenamente de cada sensación. Pero poco a poco, el ritmo se aceleró, la pasión se intensificó. Nuestros cuerpos se movían al unísono, buscando un punto de fusión perfecto. Cada embestida era una afirmación de nuestra conexión, una celebración de nuestra unión.
El sudor resbalaba por nuestros cuerpos, mezclándose con las sábanas. Nuestras respiraciones se volvieron agitadas, nuestros corazones latían al unísono. En ese momento, no existía nada más que nosotros dos, perdidos en un mar de sensaciones.
La madrugada llegó demasiado rápido, como siempre lo hace cuando todo parece estar a punto de explotar. Lo único que sabía al despertar era que mi mente seguía atrapada en la imagen de Lucía, en cómo su cuerpo se había entregado al mío como si, por un momento, todo lo que había fuera de esa habitación ya no importara. Pero sabía que lo que había hecho no tenía vuelta atrás, y la pregunta era si quería o no seguir en este juego peligroso.
Ahora, con la luz del día bañando la habitación, la realidad se hacía más presente. Las consecuencias de nuestros actos comenzaban a tomar forma. Pero en sus ojos, en la forma en que me miraba, encontraba una complicidad que me hacía sentir vivo, peligroso.
Nos besamos nuevamente, un beso cargado de promesas y advertencias. Sabíamos que estábamos jugando con fuego, pero la adrenalina nos empujaba hacia adelante. En ese momento, no importaba el qué dirán, ni las miradas juzgadoras, ni las posibles consecuencias. Solo existíamos nosotros dos, unidos por un deseo que parecía consumirnos por dentro.
Vaya, al final se dejaron llevar por ese deseo.
¿Qué piensan ustedes?
¿Habrá consecuencias?
¿Sentirán culpa o seguirán adelante con su relación prohibida?
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"Entre el silencio y el deseo"
RomanceCuando conocí a Claudia, jamás imaginé que mi vida tomaría un giro tan oscuro y complicado. Ella lo tenía todo: inteligente, divertida y llena de energía. Estar a su lado me hacía sentir completo... al menos, eso pensaba. Pero el destino, con su nat...