Capítulo 5: Entre Líneas

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La cena con la madre de mi novia seguía dando vueltas en mi cabeza, y esa noche apenas logré dormir. Había algo en su manera de mirarme, de responderme, que no podía quitarme de la mente. Me estaba volviendo loco. Claudia era maravillosa, y estar con ella era sencillo, casi natural; pero Lucía... ella era un misterio, una atracción peligrosa que me jalaba sin que yo pudiera resistirme.

Al día siguiente, llegué temprano a la universidad, con la cabeza aún aturdida. Intenté concentrarme en mis clases, pero era inútil. Me encontraba divagando, pensando en esa última mirada que Lucía me había lanzado al despedirnos, y en la chispa que había visto en sus ojos, como si ambos supiéramos que habíamos cruzado una línea.

Cuando terminé de fumar un cigarro en el patio, mi teléfono vibró. Era un mensaje de Claudia.

Princesa: "Mi mamá dice que olvidaste tu chaqueta en la casa. Si quieres puedes pasar a recogerla hoy en la tarde. Yo tengo clase hasta tarde, pero seguro ella estará".

¿Olvidé mi chaqueta? Fruncí el ceño, porque estaba bastante seguro de haberme ido con todo, pero era la excusa perfecta. No había duda de que Lucía quería que volviera a su casa sin Claudia. La idea me llenó de una mezcla de emoción y nervios, pero no podía evitarlo; Me sentí atraído hacia ese peligro, como un imán que no lograba resistir.

Yo: "Perfecto. Paso en la tarde entonces."

Al salir de la universidad, tomé el camino hacia la casa de mi novia. Todo el trayecto intente convencerme de que estaba actuando como un idiota, pero la emoción crecía en mí. Al llegar, respire hondo antes de tocar la puerta. No tardé en verla aparecer al otro lado. Llevaba una camisa sencilla que destacaba su esbelta cintura. La prenda tenía un pequeño detalle que dejaba entrever sutilmente sus senos, lo que me hacía imaginar un sinfín de cosas. Sacudí ligeramente la cabeza, intentando despejar esos pensamientos y evitar que mi mente se desbordara, pues no quería parecer inapropiado y tener un serio problema en mis pantalones. En su lugar, dejé que mi mirada recorriera sus piernas, cubiertas por unos jeans ajustados que resaltaban su silueta hasta llegar a su rostro donde su sonrisa era suave, pero sus ojos hablaban de algo más profundo.

—Hola —dije, manteniéndome casual, pero sentí la tensión en el aire al instante—Claudia me dijo que olvidé mi chaqueta.

Ella me hizo un gesto para que entrara, y cerró la puerta tras de mí. Al instante, el ambiente se volvió casi tenso, como si ambos estuviéramos a punto de cruzar un límite invisible.

—Aquí tienes —dijo, entregándome la chaqueta. Sus dedos rozaron los míos, y esa pequeña conexión fue suficiente para que el pulso se me acelerara. Ella lo notó, porque una sonrisa casi imperceptible apareció en sus labios.

Decidí no apartar la mirada y, en cambio, di un paso más hacia ella. Quizás era una locura, pero algo en mí ya había decidido no retroceder. Lucía sostuvo mi mirada, sin moverse, como si estuviera esperando algo.

—¿Por qué siento que me llamas aquí por algo más que la chaqueta? —solté, director. Mi tono era bajo, como si cada palabra que decía estuviera cargada de una insinuación que ambos entendíamos.

Ella se quedó en silencio, pero no se apartó. Su mirada era profunda, y en ella noté la misma lucha interna que estaba viviendo yo.

—Eres atrevido, ¿no? —murmuró, en un tono que casi sonaba divertido. Pero su voz tenía una nota de advertencia, como si me estuviera retando a seguir, a cruzar esa línea entre lo que estaba bien y lo que no.

—Depende de con quién esté hablando —respondí, manteniendo mi sonrisa desafiante.

Hubo un momento de silencio, una pausa tan intensa que me pareció eterna. Ambos estábamos ahí, conscientes de lo que estaba pasando, de la atracción que ninguno quería nombrar, pero que estaba a punto de estallar.

—No deberías jugar con fuego, ¿sabes? —dijo finalmente, mirándome fijamente. Pero su voz temblaba apenas, como si ella misma estuviera a punto de ceder a algo.

—Tal vez me gusta el peligro, Lucía —contesté, pronunciando su nombre despacio, disfrutando de la manera en que reaccionaba a mis palabras. Algo en mí se sintió vivo, emocionado de estar en ese límite tan delicado.

Pero justo en ese momento, sonó el teléfono de Lucía en la sala, y ella dio un paso atrás, como si el sonido la hubiera devuelto a la realidad. Apartó la mirada y se volvió hacia el teléfono, dejando la conversación en el aire.

—Será mejor que te vayas —dijo, su voz ahora fría, controlada.

No discutiré. Sabía que lo mejor era irme antes de que esto se complicara más. Pero mientras salía de su casa, supe que esto apenas comenzaba. Había algo en ella que me llamaba, algo prohibido y tentador, y sabía que no iba a detenerme hasta descubrirlo completamente.


¿Qué es eso en ella que lo atrae tanto, a pesar de saber que es algo prohibido y tentador?

¿Qué será lo que lo impulsa a no detenerse, a pesar de la advertencia de las complicaciones que podrían surgir?


"Entre el silencio y el deseo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora