Final: Rompiendo el Cascarón

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Final: Rompiendo el Cascarón

Las semanas en el internado se convirtieron en meses, y aunque la rutina ayudaba, lo que realmente hizo la diferencia fue el diagnóstico: Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Nombrarlo fue como identificar al enemigo en medio del campo de batalla. Entender que mis pensamientos no eran pecados, sino síntomas, fue el primer paso para desafiar las creencias que me habían atormentado toda mi vida.

No fue fácil aceptar que no estaba poseído, ni era un pecador incurable. La señorita Rose me explicó que el TOC se alimenta del miedo, y que había algo en mí que le había dado fuerza durante tantos años: la culpa. Pero también me dijo que, al igual que el pájaro que rompe el cascarón, para encontrar mi verdadera libertad, debía destruir el mundo que conocía.

Pensé en Demian, en cómo Sinclair luchaba contra las sombras de su propia mente para alcanzar la luz. Me di cuenta de que había pasado mi vida en un cascarón de reglas, dogmas y miedos. Tal vez mi destino no era seguir encerrado ahí para siempre.

Con el tiempo, la terapia, la medicación y el apoyo de mis nuevos amigos hicieron que la voz del TOC disminuyera. No desapareció, pero ya no era un monstruo incontrolable, sino una presencia más, como un eco que poco a poco se desvanecía. Mi relación con Dios también cambió. Dejé de verlo como un juez implacable y comencé a verlo como un padre que me amaba, incluso con mis imperfecciones.

Sarah y yo mantuvimos contacto a través de cartas y llamadas, a pesar de la distancia. Ella también estaba en su propio proceso de sanación. Hablábamos sobre nuestras sesiones de terapia, compartíamos nuestras lecturas y descubrimientos. Fue ella quien me regaló una copia de Demian, diciéndome que me haría entender muchas cosas. Y tenía razón.

Sarah me contó que había comenzado a vivir por fin su propia vida, lejos de la presión constante de la  familia y la iglesia. Había decidido estudiar psicología, motivada por su propio diagnóstico de autismo y la forma en que había aprendido a entenderse a sí misma. Fue como si ella también hubiera roto su cascarón, y ahora, su espíritu volaba libre, como un pájaro que encuentra el cielo por primera vez.

El día que me aceptaron en la universidad, fue Sarah la primera persona a la que llamé. Ella gritó de emoción al otro lado de la línea y me dijo:

—Isaac, lo hiciste. Rompiste tu cascarón. El mundo entero te espera.

Y por primera vez, sus palabras no me causaron ansiedad, sino un profundo alivio. Habíamos crecido juntos, como dos partes de una misma alma, enfrentando nuestros propios demonios, y ahora estábamos listos para volar hacia diferentes destinos, pero siempre conectados por ese hilo invisible que formamos desde niños.

En el aeropuerto, mientras esperaba mi vuelo, miré el cielo gris y sentí una calma que nunca antes había experimentado. No era una paz completa, claro; el TOC seguía ahí, susurrándome al oído, tratando de encontrar nuevas formas de sembrar dudas. Pero ahora entendía que yo tenía el poder de decidir cuánto escucharlo.

Cuando abordé el avión y me senté junto a la ventana, observé cómo nos elevábamos. Era mi primer vuelo, y no pude evitar sentir que mi corazón se elevaba junto al avión, dejando atrás todo lo que había sido mi vida hasta ese momento. Pensé en las palabras de Demian: “El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es su mundo. Quien quiera nacer, debe destruir un mundo”.

Yo había destruido mi mundo de miedos, de creencias limitantes, y ahora estaba naciendo a algo nuevo. No sabía exactamente qué me esperaba en Santiago, pero sabía que estaba listo para averiguarlo. Sabía que ya no necesitaba ser “perfecto” para sentirme amado. No necesitaba ser puro para merecer una vida feliz.

Miré por la ventana, hacia el horizonte que se expandía ante mí, y sonreí. Este era solo el comienzo. El cascarón estaba roto, y ahora el mundo entero era mío para explorar.

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Lo Que El Mundo No Te Cuenta Del Toc Y La Religión,  Isaac Donde viven las historias. Descúbrelo ahora