Capítulo 11 , El mal Ladrón

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No dejaba de pensar en lo que Copi me había dicho mientras caminaba junto a Sarah hacia la iglesia. Era como si esas palabras estuvieran grabadas en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez. Algo en esa conversación me había dejado una sensación incómoda. No era solo lo que había dicho sobre Caín y su marca, sino el hecho de que, por primera vez, me veía obligado a cuestionar algo que había dado por cierto durante toda mi vida. Desde que empecé con las catequesis, y más aún desde que mi devoción se había convertido en una obsesión, nunca me había detenido a reflexionar sobre las historias de la Biblia. Simplemente las aceptaba tal cual, como si fueran verdades inmutables.

Pero ahora, después de esa charla en el baño, no podía dejar de pensar en lo que Copi había dicho. ¿Y si la marca de Caín no era un castigo, sino un reconocimiento? ¿Y si el mal no era tan simple como lo pintaban en las clases de catequesis? La idea me inquietaba, me carcomía por dentro. Recordé las veces que converse con Yael y lo que el habia dicho sobre Jesús. "¿Jesucristo es una forma de controlar a la sociedad?", me había dicho una vez. En ese momento, lo había ignorado, convencido de que todo en el mundo era blanco o negro, sin tonos grises. Pero ahora, por primera vez, empezaba a dudar.

-Isaac... -La voz suave de Sarah me sacó de mis pensamientos.

La miré, notando que habíamos estado caminando en silencio durante un buen rato. Sus grandes ojos, siempre llenos de nerviosismo, me miraban como si estuviera debatiéndose entre decirme algo importante o quedarse callada.

-¿Qué pasa? -pregunté, intentando concentrarme en el momento.

-Quería pedirte un favor -dijo, con una pausa que me hizo temer lo que vendría a continuación-. ¿Me dejas ir al Shabbat en casa de Cristal?

Fruncí el ceño al escuchar eso. La casa de Cristal, una familia de raíces hebreas del barrio, no era precisamente el lugar que el señor Carrasco aprobaría. Sabía que Sarah estaba interesada en otras religiones, pero esto... esto era desobedecer directamente las reglas de su padre. El señor Carrasco era un hombre rígido, tan estricto en su fe como pocos. Nunca permitiría que su hija participara en una celebración así.

-Sarah, no puedes. Tu papá... -Intenté hacerla entrar en razón, pero en cuanto vi la súplica en sus ojos, supe que iba a ser difícil negarme.

-Por favor, Isaac -me interrumpió, su voz temblando-. No soporto más estas clases de catequesis. Necesito ver algo diferente. Solo esta vez, no se va a enterar.

Suspiré, sabiendo que lo que me pedía era un riesgo enorme. No podía soportar verla tan desesperada, con ese brillo apagado en sus ojos. Sabía lo que significaba para ella; su curiosidad siempre la llevaba a querer conocer más allá de lo que su familia le permitía.

Después de unos momentos de duda, finalmente asentí, aunque me sentí como si estuviera traicionando la confianza del señor Carrasco.

-Está bien, pero solo esta vez -le dije en voz baja, como si decirlo más alto pudiera hacer que las consecuencias se volvieran inmediatas.

Sarah sonrió, y antes de que pudiera reaccionar, me abrazó con fuerza. Luego salió corriendo hacia la casa de Cristal, dejando una sensación de culpa pesada en el aire.

Cuando llegué a la iglesia, inventé una excusa para la señora Isabel, diciéndole que Sarah estaba enferma. Aceptó mi mentira sin cuestionar demasiado, y la clase de catequesis continuó. Estaban celebrando Pentecostés, con juegos y actividades "divertidas", pero para mí, todo parecía aburrido y sin sentido.

Me senté en una esquina, tratando de no llamar la atención. Estaba perdido en mis pensamientos, dándole vueltas a lo que había pasado, cuando Copi se me acercó.

-¿Te aburres tanto como yo? -me preguntó con su tono despreocupado, dejándose caer a mi lado.

Solté una risa corta, sin ganas. -No sé cómo soportas esto.

-No lo soporto -dijo con una sonrisa torcida-. Solo finjo.

Hubo un silencio entre los dos, y luego Copi, con su ya habitual tono enigmático, retomó la conversación sobre Caín.

-¿Has pensado en lo que te dije? -preguntó, mirándome de reojo.

-Más de lo que me gustaría -admití.

-Es normal -continuó, inclinándose hacia mí como si compartiera un secreto-. La Biblia tiene historias que parecen claras a primera vista, pero si piensas en ellas... te das cuenta de que el bien y el mal no son tan absolutos.

Volvió a quedarse callado un momento, antes de añadir: -¿Has oído hablar del concepto del "Mal Ladrón"?

Sacudí la cabeza, confundido. -¿El Mal Ladrón?

-En "Demian", hablan del Buen y el Mal Ladrón. El Buen Ladrón se arrepiente al final, pero el Mal Ladrón no. Acepta su destino sin remordimientos, sabiendo quién es realmente. -Copi me miró fijamente-. Quizás Caín era así. No trató de ser alguien que no era. Aceptó su oscuridad.

Esas palabras se quedaron flotando en mi mente. No era una idea fácil de digerir, especialmente después de años de ver el mal como algo de lo que había que huir. ¿Y si todo no era tan sencillo?

La clase terminó, pero mi mente estaba en otro lado. Salí caminando sin prestar mucha atención a lo que pasaba a mi alrededor, hasta que mi teléfono sonó. Al ver que era mi madre, respondí de inmediato.

-¿Isaac? -La voz de mi madre sonaba preocupada-. El señor Carrasco está furioso. Sarah llegó llorando a su casa.

El miedo me golpeó en el estómago. -¿Qué pasó? -pregunté, tratando de mantener la calma.

-No lo sé, pero tienes que venir rápido.

No lo pensé dos veces. Empecé a correr en dirección a la casa de Sarah, sintiendo que algo había salido terriblemente mal.

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Continuará...

Lo Que El Mundo No Te Cuenta Del Toc Y La Religión,  Isaac Donde viven las historias. Descúbrelo ahora