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Salgo de clase con una necesidad apremiante de encender un cigarrillo decido dirigirme a los vestuarios del gimnasio. Camino rápidamente por el pasillo, cuando, de repente, alguien se interpone en mi camino. Sus grandes anteojos y el moño desordenado en su cabello destacan entre la formalidad de su vestimenta. Su mirada, fría y penetrante, me advierte que no es un buen augurio.
—¡Señorita Parker! —exclamo con una alegría que apenas disimula mi desdén—. Dios, qué hermosa está el día de hoy.
—Sí —responde, mientras me escudriña con esos ojos que parecen leer cada uno de mis pensamientos—. El director te necesita —suelta con un tono monótono antes de comenzar a avanzar.
Lo sabía. La intuición me dice que no puede ser nada bueno. La sigo a regañadientes mientras cruzamos el pasillo principal, hasta llegar a las imponentes puertas de madera oscura del despacho del director. Ella se detiene frente a ellas y toca la puerta suavemente. Desde el interior, la voz autoritaria del director nos indica que esperemos. No tengo tiempo para estas reuniones sorpresivas; ya imagino lo que va a decirme.
—Oiga, señorita Parker —la interrumpo, apremiante—. Necesito ir al baño. Dile al director que nos vemos mañana o pasado, o tal vez nunca. No tengo ganas de escuchar charlas tontas —digo mientras coloco una mano en su hombro y le ofrezco una sonrisa forzada.
Ella se ajusta los lentes con un gesto decidido y me mira con seriedad. Con delicadeza, toma mi mano con su pulgar y su índice y la retira.
—No —responde tajante antes de volver su atención hacia la puerta.
La señora Parker se asemeja a una roca gris y dura, tal cual como su actitud. Abre la puerta y entra al despacho del director. Yo, poniendo los ojos en blanco, la sigo sin muchas ganas. Al cruzar la puerta, el director me observa fijamente, como si estuviera evaluando cada parte de mí. Sin pedir permiso, me planto frente a su escritorio y me cruzo de brazos.
—Por tu cara, supongo que no querías venir, Kruk —anuncia el director con una media sonrisa que no logra calmar mi irritación.
—Supone muy bien, director —respondo con un resoplido que deja claro mi desinterés.
—Bueno, era urgente. Tenemos que hablar de algo muy importante —informa mientras rebusca entre sus papeles, buscando algo que seguramente no me va a gustar.
—Me imagino —replico con sarcasmo, intentando mantener la compostura.
Finalmente, saca una carpeta amarilla y me la entrega. La abro con desgano y mis ojos se encuentran con un mar de números en rojo. Ya sabía que las cosas no iban bien, pero verlo así solo confirma lo que temía. Cierro la carpeta y la lanzo de nuevo sobre su escritorio mientras me enderezo en la silla.
—¿Qué propone? Porque la verdad es que gastar tres mil zlotys mensuales se me hace difícil —digo nuevamente con ese tono mordaz que parece ser mi mejor amigo ahorita .
—Esto te lo dije desde que tenías once años: la decisión de seguir aquí es tuya. Y tú sigues aquí porque quieres, Kruk —dice con una mezcla de firmeza y resignación.
Es verdad, es toda mi maldita decisión. Pero no puedo dejar de pensar en la promesa que me hice hace tiempo: debo terminar el instituto, al menos, me falta un año para escapar de este martirio lleno de chicos ricos y locuras.
—Sí, me imagino que quiero malgastar mi dinero —digo soltando una risita sarcástica, intentando aligerar la tensión.
El director se toma un momento antes de responder.
—Bueno, como decía, estás muy mal en este último tiempo. Los coordinadores y yo hemos hablado sobre tu situación... ya sabes, lo personal y cómo te va con los demás aquí en el instituto. Creemos que no tener amigos ni nadie que te guíe por el buen camino ni te ayude es lo que no te está ayudando mucho a avanzar —suelta con ese tono que me hace acordar a mi psicólogo.
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Chocando Mundos
RomanceBridget es la alumna ejemplar del prestigioso instituto Luxor, considerada la hija perfecta por sus padres y admirada por sus compañeros. Sin embargo, su vida simple y perfecta se desmorona cuando un rumor falso amenaza con destruir su imagen y la d...