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—Bridget... —la voz de mi madre resuena a lo lejos, como un eco en mi sueño—. Bridget, cariño, ¡se te hace tarde!
Despierto con los ojos entrecerrados, todavía atrapada en la bruma del sueño. La imagen de mi madre se dibuja ante mí, su mirada fija en mí, con los labios apretados en una línea tensa. Dios mío santo ¿Q... qué hago aquí?.
—Bridget, ¿a qué hora llegaste anoche? —pregunta mi madre con un tono serio que me hace estremecer. Esa misma inquietud me asalta.
—Ma... mamá —logro articular con voz entrecortada. Mi garganta está tan seca que parece que me raspan con un cuchillo.
—¿Qué sucede? —indaga, su preocupación palpable. Cierro los ojos con fuerza al tragar saliva, sintiendo el ardor que se intensifica.
Niego con la cabeza en un gesto de respuesta. Ella asiente levemente, un suspiro escapa de sus labios mientras me observa.
—Es mejor que te apresures. Tu desayuno está listo abajo —me dice, inclinándose para dejar un suave beso en mi frente—. Me voy; cuando regrese, hablamos. Pero por ahora parece que todavia sigues dormida.
Cierro los ojos y me revuelvo en la cama, el sonido de la puerta cerrándose tras mi madre resuena en el silencio.
Me obligo a sentarme, y al hacerlo, me doy cuenta de que aún llevo puesta la misma ropa de anoche. No puede ser. Mierda, ¿por qué cada vez que bebo un poco de alcohol termino así? La memoria se me escapa como arena entre los dedos; no recuerdo absolutamente nada en este momento.
Me levanto y mis pies tocan el suelo frío de la habitación. Con pesadez, empiezo a despojarme de las prendas que aún llevo. Camino desnuda hacia el baño, sin importarme quién pueda entrar; estoy sumida en un trance de pensamientos confusos.
Abro la ducha y dejo que el agua fría me envuelva por completo, sintiendo cómo cada gota me despierta. Masajeo mi cabello mojado con ambas manos, haciendo círculos que me relajan un poco. Que se joda Luxor; hoy llegué tarde y eso es todo. La ansiedad comienza a apoderarse de mí, un pequeño ataque burbujea en mi interior al no saber lo que como llegué anoche aquí, ni siquiera recuerdo eso.
No puedo imaginarme que yo haya cometido alguna imprudencia que me haya hecho pasar tanta vergüenza, todo esto sin estar en mis cabales.
Una vez bañada, me envuelvo en una toalla y, como último paso de mi rutina, me dirijo al lavamanos. Tomo mi cepillo de dientes, lo lleno de crema dental y lo meto en mi boca. Alzo la mirada hacia el espejo y me encuentro con mis ojos, marcados por profundas ojeras . Necesito un buen corrector mate para encubrir este desastre.
Inspecciono un poco más mi rostro, para ver lo desastroso que se ve . Es entonces cuando mi mirada se detiene en un moretón en mi brazo izquierdo. Abro los ojos con sorpresa, sintiendo cómo el corazón se me acelera. Bajo la mirada para examinarlo mejor y enseguida me doy cuenta: es la marca de una mano, los dedos bien definidos aún en mi piel. Un escalofrío recorre mi espalda mientras intento recordar cómo llegué a este punto.
—No puede ser —susurro, el sonido apenas escapando de mis labios.
Me cepillo los dientes con rapidez, casi de forma automática, mientras mi mente da vueltas intentando recomponer los fragmentos de la noche anterior. Salgo del baño a toda prisa y me dirijo directo al teléfono que reposa en mi mesita de noche. Lo tomo con manos temblorosas, marco el número de Vera y lo coloco en altavoz. Mientras espero su respuesta, me apresuro a abrir mi clóset y sacar mi uniforme.
—Buenos días, rubia —me saluda Vera, su voz entrecortada por un bostezo.
Carraspeo para aclarar mi garganta y lograr articular algo coherente.
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Chocando Mundos
RomanceBridget es la alumna ejemplar del prestigioso instituto Luxor, considerada la hija perfecta por sus padres y admirada por sus compañeros. Sin embargo, su vida simple y perfecta se desmorona cuando un rumor falso amenaza con destruir su imagen y la d...