"Es hora de la purificación", había dicho esa mujer. Pero quién era ella.
La batalla contra el rey de las maldiciones había iniciado e Ijichi había conjurado un velo potente que había ocultado un ataque combinado de Satoru y Suguru; ataque que había sido potenciado por la técnica ritual de la señorita Iori y el director Gakuganji, sumado a la extensión de la técnica de Protección de Cuerpos que hacía de escudo sobre los Gojo.
Los demás participantes esperaban expectantes para interferir cuando fuera necesario, aunque en lo profundo de sus almas, esperaban que no fuera así. Habían acordado que cada cierto tiempo, se levantaría un nuevo velo que oculte ataques combinados de las técnicas de los demás o algún ataque cuerpo a cuerpo.
La lucha había sido ardua, el esfuerzo había valido la pena, le estaban dando una buena contienda a Sukuna. Por otro lado, Hakari y Urahume se batían a duelo en algún lugar de la "arena". La energía proporcionada por Ijichi y varios más, servía de respaldo para Satoru y Suguru, sin embargo, Ijichi se estaba agotando, el suministro ya no era suficiente justo cuando le habían conectado unos buenos y muy fuertes ataques a Sukuna.
Kento había estado en un estado de estupefacción todo ese tiempo. Empezó a sentir un terrible ardor en los pulmones, de pronto. La sensación de que Kiyotaka estaba sufriendo, le recorrió. Él había sabido ser estoico toda su vida, creía que ya no lo era. Justo ahora necesitaba volver a serlo. Si se desesperaba no podría pensar con claridad, ahora mismo necesitaba hacer algo para llegar con Kiyotaka y ayudarlo. La vida, su vida, había sido más bella con Kiyotaka, había sido más sana gracias a él. Debía ser valiente y sereno nuevamente, necesitaba ser quien era, la mejor parte de sí para ayudar y proteger a su omega y a todos aquellos a quienes consideraba amigos. Sólo entonces salió de su estupor y corrió hacia su armario, se vistió con uno de sus típicos trajes y se enfundó bien su espada en su arnés en la espalda. Salió hacia su auto en el patio y manejó a toda velocidad hacia Shinjuku. Frenó de golpe al ver la barrera cerca de las indicaciones que le había dado Kiyotaka, en caso no saliera bien librado y tuviera que ir a recoger sus restos.
El miedo y las ansias por salvar a Kiyotaka lo recorrían de punta a punta, bajándose del auto y con la corbata bien envuelta en su mano corrió hacia la barrera. No permitiría que su preciado lirio sufriera, sus miedos e inseguridades no podrían detenerlo de ayudar a quien más amaba. No estaba dispuesto a dejar sufrir ni perder a su luz.
Hay sucesos dolorosos en la vida que generan barreras mentales en algunos, puesto que todos y cada uno somos un mundo diferente y Kento, era un hombre muy sensible, su temple siempre lo había mantenido sereno en las adversidades pero muchas veces se fragmentaba por dentro. Para huir de todo el daño que le causaba el exterior, porque consideraba injusto el tener que vivir combatiendo con las maldiciones por una insignificante recompensa emocional, su mente se bloqueó alejándolo de la energía maldita y de las maldiciones. Pero ahora, necesitaba aquello de lo que tanto había renegado, porque finalmente había encontrado la utilidad y la recompensa emocional tan grande que necesitaba, ayudar y proteger a Kiyotaka. Ayudar a sus compañeros. Ver regresar con vida a cada una de esas personas que conoció y que aprecia, esa era su mayor recompensa.
A unos pasos de la barrera, Kento volvió a sentir sobre su cuerpo el peso que le faltaba , le ardían las manos, tenía los vellos erizados, deseaba con todas sus fuerzas poder ayudar a Kiyotaka. Repitiendo mentalmente "Soy un hechicero" una y otra vez como si fuera un mantra, volvió a sentir la energía maldita fluir por todo su cuerpo. Atravesó la barrera con toda la energía que le recorría y a una distancia corta logró ver un grupo de personas realizando sus rituales, alejados del combate cuerpo a cuerpo contra Sukuna. Corrió velozmente, podía sentir su brazo y pierna moverse como si jamás hubieran estado dañados. Divisó a Kiyotaka y aumentó la velocidad de su carrera. Casi llegando a ellos vio el rostro de su lirio, estaba pálido, comprendió rápido que el ritual de Iori estaba potenciando a Kiyotaka, pero la energía de este se estaba agotando. Lo más seguro era que Kiyotaka estuviera cediendo parte de su energía en favor de los luchadores.
ESTÁS LEYENDO
El Estoico y El Leal
FanfictionKento es un hombre recto, amable y testarudo, que se ha quedado estancado en los dolorosos recuerdos de un acontecimiento trágico. Aunque a ojos de los demás sea una persona poco expresiva y menos emotiva, en lo profundo de su ser, su alma llora por...