28.- La soledad del final

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Harry.

Sé que lo he jodido. Puedo darme cuenta de eso en el segundo en el que miro sus ojos. Soy muy consciente de eso, y mientras la observo, mientras Stell me mira con los ojos llenos de algo parecido a decepción, el arrepentimiento se abre camino a pasos agigantados en mi interior.

—Supernova...

—No me llames así ahora —dice cerrando los ojos por un par de segundos —por favor, solo no me llames así.

—Lo siento —susurro —joder, Stell... yo...

Sacude la cabeza en una negativa.

—Es sencillo disculparse cuando todo ha pasado, ¿cierto? —inquiere.

—Stell...

—Sé que lo sientes —me interrumpe —pero saberlo no hace que duela menos.

Doy un paso hacia ella, no se mueve, permanece de pie mirándome de una forma en la que no lo ha hecho jamás.

—Lo que dije es verdad —dice y el corazón se me apachurra —no voy a seguir con esto si la herida seré yo.

—Nunca quise herirte, nunca fue mi intención —avanzo hasta ella, pero esta vez sí se aparta. —Yo no quise...

—No quisiste hacerlo, pero de igual forma me lastimaste —dice y el recelo es demasiado evidente en su voz. —Sabías perfectamente lo que estabas diciendo.

La culpa me aplasta.

—Después de todo, ¿realmente crees que puedo mentirte con tanta facilidad? ¿Realmente crees cada palabra que dijiste?

—No, no lo creo en lo absoluto. Fue un momento complicado Stell, no estaba pensando en lo que decía. Estaba herido, mi cabeza es un lío y apenas y puedo manejar todo a la vez. Sé que no tengo el derecho de lastimarte, mucho menos de usar tu dolor en contra tuya, y me arrepiento profundamente de haberlo hecho.

El dolor sigue latente en sus ojos y ahora mismo quisiera hacer algo, cualquier cosa para retroceder en el tiempo y no decir todas las estupideces que le dije. Desearía retroceder el tiempo para nunca haberla lastimado.

Porque de todas las personas en el mundo, Stella es la última persona que merecía ser lastimada por mi egoísmo.

—Tu hermano estaba pasando un momento complicado, y sé que aún tienes muchas cosas que resolver con él, pero eso no hace que yo tenga que ignorar cuando parecía necesitar apoyo. Lamento que eso te lastime, lamento que eso signifique un problema para ti.

—Fui un idiota, lo sé. Y quiero arreglarlo, déjame arreglarlo...

—Claro que tienes que arreglarlo —dice con firmeza —pero no conmigo. Yo sé que lo sientes, puedo verlo en tus ojos, pero...—sacude la cabeza —creí que tú eras la persona que mejor me conocía, me abrí por completo contigo, te conté mis miedos, ¿y qué hiciste tú?

La culpa vuelve a atravesarme, me siento avergonzado, hago el ademán de decir algo, pero ¿qué puedo decir ahora? Realmente no hay una justificación para lo que hice, para el dolor que causé.

Me sostiene la mirada, y durante ese tiempo extraño ver la calidez en ellos. Extraño tanto la forma en la que solía verme hasta hace unas horas, el dolor explota en mi pecho con más fuerza, porque sabía que era cuestión de tiempo antes de que todo lo que he cargado conmigo al fin colapsara.

—Nunca debí de haber dicho eso —susurro dando un paso hacia ella —no es lo que creo sobre ti, necesito saber que lo entiendes, Stell. Porque nunca me perdonaría hacerte dudar de la persona que eres.

Cuando las  estrellas colisionan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora