6.- Andrómeda

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Stella.

No creí que pudiera volver a este sitio. Desde esa noche no lo he hecho.

Me prometí que no lo haría, los recuerdos de las últimas horas que pasé aquí vuelven a mi mente, todo sigue exactamente igual.

Las lágrimas se agolpan en mis párpados, pero me niego a derramar ni una sola, porque prometí que dejaría de llorar.

El centro holístico me recibe de la misma manera en la que siempre lo ha hecho, solo que ahora no encuentro la calidez entre las paredes, no encuentro confort en los colores y las piedras que están perfectamente acomodadas.

Tampoco lo hago en las cartas que están esparcidas por la alfombra, aprieto los párpados cuando recuerdos fugaces de ese momento vuelven, recuerdos que me conducen al momento en el que entendí que la muerte de Frank fue culpa mía.

El dolor agudo aún permanece en mi pecho cuando abro los ojos, tomo una inhalación en un fallido intento por recuperar el control.

—¿Stella? —la voz de Jully me obliga a recomponerme, a fingir que estoy bien —¿todo en orden?

—Sí —fuerzo una sonrisa —supongo que debería de empacar todo.

Mi amiga me observa con comprensión.

—Sabes que no tenemos que hacerlo si no te sientes lista, ni siquiera tienes que vender este sitio...

Sacudo la cabeza.

—Tengo qué —corrijo —no podría conservarlo, aunque quisiera, tiene demasiados recuerdos.

Jully ladea la cabeza, se aproxima y cuando su mano toca uno de mis hombros, la fragilidad me envuelve y creo que puedo echarme a llorar, es como una especie de dolor contenido, que simplemente está esperando el mejor momento para desbordarse.

Luchar con el duelo de por sí ya es demasiado complicado como para sumarle un peso de culpa que no me abandona nunca.

—Stella, Frank no hubiese querido esto, él...

—Él no creía en esto —señalo a nuestro alrededor —y la primera vez que lo hizo, la única vez en la que confió en esto...terminó muerto.

—No —me interrumpe —estás culpándote a ti misma por algo de lo cual no tienes responsabilidad, han pasado meses y sigues torturándote con la idea de que tú fuiste responsable cuando lo cierto es que no podías hacer nada para evitarlo.

Quiero responder, pero el nudo en mi garganta me lo impide. Aprieta tan fuerte que me arrebata la respiración.

Vuelvo la mirada a las cartas esparcidas, a esos trozos que por años se sintieron como una parte de mí, una parte que ahora he arrancado con fiereza de mi corazón, tratando desesperadamente de eliminar cada rastro, en un inútil intento de dejar de sentir la apremiante sensación de culpabilidad.

—Claro que fue culpa mía —susurro —yo le dije que tendría una noche maravillosa, ni siquiera me molesté en terminar la lectura, es un error imperdonable, estaba tan feliz que olvidé las reglas, olvidé que nunca se debe dejar una lectura incompleta, si hubiese bajado la siguiente carta, si tan solo hubiese llegado al final tal vez Frank hubiese sabido que en realidad esa sería su última noche.

La mano cálida de Jully se envuelve en la mía.

—O tal vez no —susurra —hay cosas que ni las cartas pueden decirnos, Stellie, tienes que perdonarte.

Siento las lágrimas deslizarse, me las limpio con rapidez.

—Nunca podré hacerlo —Jully me observa con tristeza —y nunca podré volver a este sitio, ¿cómo podría continuar leyendo el destino de las personas si no pude hacerlo bien con Frank?

Cuando las  estrellas colisionan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora