El aire era suave, fresco, y el sonido del agua contra las orillas del lago llenaba el ambiente con una serenidad que parecía envolverlo. Wei Wuxian caminaba despacio por el puente de Lotus Pier, sus pasos resonaban levemente sobre la madera. El aroma a loto flotaba en el aire, dulce y nostálgico, llenándolo de una extraña calma. Pero en el fondo de su mente, algo no encajaba.
¿Cuándo llegué aquí?
Miró a su alrededor. Todo parecía tan familiar, pero también distante, como si estuviera observando una versión idealizada de su hogar. El puente que cruzaba el lago, las flores de loto flotando en el agua, incluso el suave tintineo del viento en las campanas colgantes. Todo era como un sueño.
Entonces, lo escuchó.
Un llanto.
Un sonido que desgarraba el aire tranquilo como una flecha. Era un bebé, su llanto cargado de angustia y desesperación. Wei Wuxian sintió su pecho apretarse. Algo dentro de él respondió instintivamente, una necesidad primitiva de consolar y proteger.
—¿Quién... quién está ahí? —Llamó pero su voz pareció ser tragada por el viento.
El llanto se intensificó, llenando cada rincón de aquel lugar. Wei Wuxian no pudo contenerse. Sus pies comenzaron a moverse, primero despacio, luego más rápido, hasta que estaba corriendo hacia el sonido.
El puente lo condujo hasta un kiosko en el centro del lago. Allí, bajo el techo decorado con acuarelas de flores de loto, vio una cuna. Era hermosa, delicadamente tallada, cubierta con sábanas blancas que relucían bajo la tenue luz. Wei Wuxian sintió un destello de alivio.
—Ya voy... estoy aquí. —Su voz tembló mientras avanzaba hacia la cuna.
Se inclinó, con las manos temblorosas, y levantó las sábanas para encontrar al bebé que lloraba con desesperación, pero la cuna estaba vacía.
El llanto no se detuvo. Se transformó en un eco, resonando en su mente, multiplicándose hasta que sintió que no podía pensar con claridad.
—¿Dónde estás? —Murmuró desesperado,sus ojos recorriendo cada rincón del kiosko y el lago más allá.
Tomó las sábanas entre sus manos. Eran blancas como la nieve, bordadas con delicados patrones de nubes azul celeste. Al acercarlas a su rostro, un aroma lo envolvió: miel y leche. Era un olor dulce y reconfortante, como el de un recién nacido. Wei Wuxian cerró los ojos, aferrándose al suave tejido.
—¿Por qué...? ¿Dónde estás? —Su voz se quebró, apenas un susurro.
El agua alrededor del kiosko comenzó a agitarse, reflejando un cielo que ahora estaba gris. La brisa se volvió fría, y Wei Wuxian sintió cómo la calma que lo había envuelto al principio se desvanecía. El llanto seguía ahí, lejano pero insistente, como un recordatorio de algo que no podía alcanzar, algo que no podía proteger.
De repente, un pensamiento lo atravesó como una cuchilla. ¿Es esto un castigo? ¿Un recordatorio de que no merezco tener algo tan puro?
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando sintió algo atravesar su pecho que lo hizo agonizar de un dolor profundo.
El dolor fue repentino, punzante, y le robó el aire. Wei Wuxian se tambaleó, sus ojos abiertos de par en par mientras trataba de entender lo que acababa de suceder. Un frío escalofriante se extendió por su pecho, más helado que cualquier cosa que hubiese sentido antes, como si la vida misma se estuviera drenando de su cuerpo.
Con un esfuerzo tembloroso, bajó la mirada.
Ahí estaba.
La hoja que atravesaba su pecho era negra como la noche más profunda, su filo reluciendo débilmente bajo una luz inexistente. La sangre que cubría la espada brillaba con un rojo vivo, un rojo que le resultó demasiado familiar. Su sangre.
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Lo hice por ti
Romance-¡Grandes noticias! ¡Lan Wangji ha muerto! Los rumores volaban como las hojas de los arboles en los vientos. -Lan Zhan, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué abandonaste el buen camino para caminar en un puente de una sola tabla? -.... -Lan Zhan, ¿lo hicist...