Capitulo Doce

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— ¿Cómo van las cosas con el joven Natouch?

–preguntó Mean cuando le llamó a los pocos días. –Bien.

–¿Solo bien?

–Muy bien.

–Así que te entiendes bien con Fluke, ¿eh?

Ohm no quería entrar en detalles sobre el asunto. Tampoco tenía muy clara su relación con Fluke. Todo lo que sabía era que se sentía muy a gusto a su lado. Era amable y cariñoso. Le agradaba verlo al despertar cada mañana, frotándose los ojos con esa sonrisa tímida suya, y sentir la tibieza de su cuerpo acurrucado junto al suyo en la cama.

Le encantaba verlo dormido.

Parecía la versión masculina de la Bella Durmiente, tan pálido y hermoso. Le encantaba la pasión con que respondía a sus caricias. Lo encontraba ahora mucho más seguro de sí mismo como amante. Nunca había estado con alguien que le sorprendiese y le cautivase tanto como Fluke. Le hacía sentir sensaciones desconocidas hasta entonces. Parecía tener magia en las manos. Estaba seguro de que esa era una de las razones por las que había mejorado tanto su movilidad.

–Me alegro de que te vayan bien las cosas con Fluke –dijo Mean, sacándolo de sus pensamientos.

–Sí..., pero, dime, ¿cómo va tu boda?

–¿Por qué cambias de conversación. ¿Ocurre algo?

–No –respondió Ohm, consciente de lo difícil que era engañar a su hermano–. No pasa nada.

–No te estarás acostando con tu fisioterapeuta, ¿no?

–Fluke no es mi fisio. Fluke es...

–¡Vaya, vaya! Debo confesar que no me lo esperaba. Pensé que no era tu tipo. Comparado con...

–Calla, no sigas, Mean.

–Vamos, Ohm. A tu edad, no deberías perder el tiempo en aventuras. Deberías ir pensando ya en sentar la cabeza y encontrar a alguien con quien formar una familia.

–No entra en mis planes actuales enamorarme de nadie.

–Me suena esa frase –dijo Mean sonriendo–. Yo también decía eso mismo y mira lo que pasó. Caí en el anzuelo y me enamoré como un loco de Plan. Aún me cuesta creer que la semana que viene vayamos a ser esposos. Pero me siento el hombre más feliz del mundo.

–Me alegro por ti. Pero yo estoy bien así. No esperes que siga tus pasos, al menos, por el momento. Métete con Kao. Él es el que necesita, de verdad, sentar la cabeza.

–¿Ha ido a verte? ¿Te llamó? ¿Te envió algún mensaje o un correo electrónico?

–Vino a verme el día antes de que me trajeses a Flu... al joven Natouch. No he vuelto a saber más de él desde entonces. ¿Por qué? ¿Le pasa algo?

–No lo sé –respondió Mean con un tono de preocupación–. Creo que está teniendo algún tipo de enfrentamiento con Henri Marchand por una de sus empresas. He oído que Marchand tiene problemas económicos. Hizo un par de inversiones bastante desafortunadas.

–Cosas de negocios.

–Puede que tengas razón. Solo espero que Kao sepa lo que está haciendo. Está andando por la cuerda floja con los proyectos que se trae entre manos. Ha estado tratando de invertir también en la cadena de hoteles Mappleton. Lleva meses con esas negociaciones. Si lo logra, será un gran éxito. Pero, al parecer, Robert Mappleton es muy conservador. Prueba de ello es que se niega a hacer negocios con Kao porque piensa que lleva una vida demasiado licenciosa.

Heridas imborrablesWhere stories live. Discover now