Fluke sintió que todos las células de su cuerpo se estremecían de placer al sentir la boca de Ohm sobre la suya.
Sabía a menta y a calor masculino, una mezcla embriagadora que casi consiguió hacerle perder el sentido. Sus lenguas se juntaron, estableciendo una danza erótica que hizo que sintiera como si estuviera dando, por dentro, una serie de frenéticos saltos mortales. Fue un beso mucho más profundo que el anterior, más entregado. Más irresistible.
Tenía su cuerpo pegado al suyo. Podía sentir su erección presionando sobre su vientre, quemándolo como una tea ardiente. Sentía su deseo llamando al suyo con una fuerza primitiva. No recordaba haber experimentado nunca una atracción sexual tan fuerte.
Nunca antes su cuerpo había respondido con esa sintonía y entrega al contacto de un hombre. Era un deseo tan fuerte y apremiante que ni siquiera trató de hallar una excusa para luchar contra él. Sintió que su cuerpo se derretía, como la cera se funde con el calor, al entrelazar las piernas entre las suyas.
Su cuerpo contra el suyos, dureza y suavidad. Era una mezcla poderosa de hormonas y deseos que bullían y hervían a fuego lento dentro del agua de la piscina.
Fluke deseaba más.
Deseaba sentir las manos y la boca de Ohm en su cuerpo. Pero estaba tan desentrenado que no sabía cómo comunicarle sus deseos. Emitió un gemido, apretando los labios un poco más contra los suyos, consciente de que él estaba apoyando todo el peso del cuerpo sobre el brazo bueno.
Ohm lo besó de nuevo, al principio suavemente y luego de forma más profunda y apasionada. Fluke le devolvió el beso con tanto fervor que llegó a pensar que lo deseaba mucho más que él a Fluke.
De alguna manera, consiguieron llegar a los escalones de la piscina, de forma que él pudo sentarse y Fluke colocarse entre sus muslos. Él le acarició suavemente el pecho con las manos mientras le frotaba los pezones, cada vez más duros y erectos, con las yemas de los pulgares y lo besaba en la boca, lamiendo sus labios, saboreándolos con pequeños mordiscos y excitantes roces. Fluke sintió disiparse por completo todos sus miedos y temores.
Solo tenía una idea en la mente: satisfacer su deseo.
–Quiero hacer el amor contigo –dijo Ohm, apartando la boca apenas una fracción de segundo.
Fluke reflexionó sobre lo que estaba haciendo. ¿En qué estaba pensando, besando a Ohm como si su vida dependiera de ello? Fluke no era de ese tipo de chicos. No tenía experiencia en cuestiones de sexo. No le gustaba frivolizar sobre eso. Iba en contra de sus principios.
–Lo siento –respondió Fluke, bajando la mirada–. No estoy preparado para esto. No debería haberte dado la impresión de que estaba... interesado. Normalmente, no soy tan... impulsivo.
–No tienes por qué disculparte.
–¿No estás... enfadado? –preguntó Fluke, mirándolo de nuevo a los ojos.
–¿Por qué iba a estarlo?
–Dijiste que querías hacer el amor...
–Puede que sea muy testarudo, pero nunca obligaría a alguien a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad. Ningún hombre con un mínimo de decencia haría una cosa así.
Fluke se mordió el labio inferior, impresionado por la serenidad y el control que demostraba. No había en él ninguna señal de ira ni de resentimiento. Solo respeto y consideración.
Las emociones que Fluke creía haber dejado encerradas bajo siete llaves emergían ahora, impulsadas por un resorte como el muñeco de una caja de sorpresas. Las lágrimas que había jurado no volver a derramar jamás brotaron, sin embargo, de sus ojos. Ahogó un sollozo y hundió la cabeza entre las manos.
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Heridas imborrables
Romansa: Ohm Thitiwat, el conocido millonario y playboy, había vivido siempre al límite. Pero, cuando un accidente lo confinó en una silla de ruedas, al cuidado de un chico cuya belleza lo cautivó, se vio sumido en un estado de rabia y frustración. Acostum...